Valencia

El abismo y Daniel Johnston

Cuándo: hasta el 10 de junio. Dónde: La Casa Encendida. Ronda de Valencia, 2. Madrid. Cúanto: entrada libre.

El abismo y Daniel Johnston
El abismo y Daniel Johnstonlarazon

MADRID- Dibujaba en hojas pautadas, recién arrancadas de cuadernos de anillas, todos sus infiernos. Al menos, Daniel Johnston tenía también sus propios superhéroes, o los tomaba prestados. «Se siente un Van Gogh viviente, bajo tortura, y él escribe que va a hacer una fortuna y que el mundo entero le va a conocer», dice Íñigo Pastor, uno de los comisarios de «Daniel Johnston. Visiones simbólicas».

La muestra resulta tan conmovedora como la figura del propio Johnston bebiendo a grandes tragos una Coca-Cola Light con pulso tembloroso, interpretando en pantalón de chándal algunos de los temas que le han hecho célebre entre minorías «indies», hombre de culto viviente. «Sus canciones las ha interpretado una lista interminable de grupos: de REM a Tom Waits, pasando por David Bowie, porque la forma y la letra son tan puras...», dice Pastor. Johnston tuvo una infancia normal de amores frustrados, entre los marginados que no pertenecen al equipo de fútbol, y descubre en la música una terapia casera: grabadora y cinta casette. Pero antes de las canciones están sus personajes, ansias de fama, obsesiones. Dibujos menos conocidos, protagonistas de la exposición. «Se muda a Austin (Texas) y empieza a trabajar en un McDonald's, a tocar en bandas... y experimenta con LSD».

La fama desde el psiquiátrico
Algo en su cabeza hace «crack». Sufre, diagnostican, un «episodio hipomaniaco» e ingresa en un psiquiátrico. Escribe una carta a su manager, Jeff Tartakov (su colección de objetos compone la muestra), en el que su famosa rana Jeremiah llora y no pregunta su famoso «¿Hola, cómo estás?», sino que pide ayuda y planea una estrategia infalible para alcanzar la fama. Un hombre tan atrapado en su ingenuidad como en la etiqueta de «atormentado o enfermo». En los dibujos sin filtro está su verdad.

 

Un icono pop
Hoy se compra como souvenir y puede admirarse en un gran mural grafiti de Austin (Texas) que ha quedado como lugar de peregrinación. Es la rana Jeremiah, la que Cobain hizo famosa. El tierno batracio es su alter ego: una criatura inocente en un mundo hostil. También está el Capitán América, Joe el Boxeador, el villano, el pato, el fantasma Casper... Toda una mitología del bien contra el mal. Sin tener intenciones de psicólogos aficionados, la actividad dibujística de Johnston es un intento más o menos desesperado de ordenar un universo incomprensible y que convierte al artista, como le define Jordi Costa, en «un niño póstumo, eternizado más allá de las fronteras razonables» y también en un «activista de la inmadurez».