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Barcelona

Irurita: caso abierto

Irurita: caso abierto
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BARCELONA– En la catedral de Barcelona, en la capilla dedicada al Cristo de Lepanto, están depositados los restos mortales de Manuel Irurita, quien fuera obispo de la capital catalana, asesinado en diciembre de 1936. Pero aquella historia, que incluso ha originado la puesta en marcha de un proceso de beatificación, sigue siendo 75 años después un enigma hasta el punto de no saberse con certeza si Irurita fue ejecutado durante la guerra y, más desconcertante aún, si descansa realmente en la catedral. Todos esos interrogantes son analizados en un libro que sale a la venta este jueves, «El misteri de l'assassinat del bisbe de Barcelona» (Proa), escrito por Ponç Feliu y Miquel Mir, aportando nueva documentación sobre el tema.

Sin conocimiento
Mir explica a LA RAZÓN que hay numerosas pistas que apuntan a que Irurita no murió asesinado a manos de los anarquistas la madrugada del 3 de diciembre de 1936 junto a otros detenidos. «Irurita pasó cinco meses oculto en el piso del joyero Antoni Tort. Se dice que nadie sabía de su paradero en esos días, pero ahora sabemos, gracias al testimonio del anarquista Aurelio Fernández, que desde septiembre se conocía su escondite», sostiene el autor.

En ese tiempo, no se atrevieron a agredir al obispo y hasta diciembre no fue llevado por los anarquistas a la cárcel de San Elías, sin que se supiera la identidad de Irurita que se hizo pasar por un religioso vasco. «Es la mujer de Tort quien revela su identidad cuando se entrevista con el presidente de la Generalitat, Lluís Companys, para intentar salvar la vida del religioso, una reunión de la que hay constancia», dice Mir. Sería en ese momento cuando entró en juego otro personaje, el político Jaume Miravitlles, quien se convertiría en interlocutor con los anarquistas para que el obispo fuera entregado al consulado francés.

Es en este punto cuando empiezan las dudas y las verdades a medias. Incluso se habla de la posibilidad de que Irurita acabara preso en el castillo de Montjuïc, pero nada está claro. También se afirma que se propusiera canjearlo por otro preso, concretamente el hermano del ministro de Justicia de la República, una operación que conocía nada menos que Franco. Tras la entrada de las tropas de Franco en Barcelona, el 26 de enero de 1939, al menos dos testigos aseguraron haber visto con vida a Irurita en ese momento. Uno de ellos fue el conocido médico Josep Reventós, quien así lo afirmó en unas notas dejadas a sus hijos y escritas en 1942, muy poco tiempo después de los hechos. Igualmente sorprendente es el testimonio del religioso Joan Aragonès, en la actualidad rector de la parroquia de Torrelavit y canónico emérito de la catedral de Barcelona, quien recientemente ha comentado sus impresiones ante la curia vaticana.
Feliu y Mir narran en el libro otro aspecto controvertido relacionado con estos oscuros episodios. Irurita, como la mayoría de los religiosos, se convirtió en un objetivo deseado por los incontrolados del sector republicano. En Barcelona había logrado demasiados odios con sus críticas y condenas a la política de la Generalitat de Companys, así como de los partidos de izquierdas y su odio a la masonería. El 21 de julio de 1936 pudo salir del arzobispado, pero pagando un precio con ello y con la aparición de un sinidicalista y revolucionario, otro nombre mítico de los anarquistas. «Buenaventura Durruti cobró tres millones de pesetas de la época para que no le pasara nada a Irurita. De esa cantidad, dos fueron a manos de la Generalitat, mientras que del millón restante no se sabe su destino», afirma Mir.

 

Pruebas de ADN
El arzobispado de Barcelona autorizó que se realizaran pruebas de ADN al cuerpo que reposa en la catedral. Los análisis señalaron que el cadáver correspondía a Irurita, pero los autores del libro señalan que no está tan claro. ¿El motivo? Los restos localizados en 1939 podrían ser los de otro familiar de Irurita, escondido con él en 1936, su sobrino por vía materna, Marcos Goñi.