Europa

Argentina

«Millonarios» en ruina

Después de las lágrimas y la ira que arrasó el estadio Monumental y sus alrededores, River Plate afrontó ayer el primer día de su nueva vida. Sin asimilar del todo que el equipo más laureado de Argentina es de Segunda, toca pensar en la reconstrucción de un club que siempre fue millonario y ahora está coqueteando con la ruina.

Aficionados de River lanzan objetos a la cancha a la conclusión del partido en el que su equipo descendió a Segunda División
Aficionados de River lanzan objetos a la cancha a la conclusión del partido en el que su equipo descendió a Segunda Divisiónlarazon

Si la situación deportiva es la peor de su historia, la económica no tiene nada que envidiarle. Se mire donde se mire, todo son problemas. El presidente Pasarella, un mito como jugador y con un pasado exitoso como técnico, es una de las personas más odiadas por ser el último culpable de un declive que empezó durante el mandato de José María Aguilar. La incógnita de si seguirá o no en la presidencia (ha asegurado que tendrán que sacarlo con los pies por delante) es la primera a resolver y la que despejará todas las demás. Una vez que se sepa quién está al mando, se elegirá un valiente que se atreva a dirigir al equipo en la Nacional B, una categoría inhóspita para River, con viajes interminables, estadios de barrio y en la que posiblemente podía empezar con algunos puntos menos como castigo por los incidentes del domingo por la noche.

Tampoco hay muchos que se atrevan a asegurar el once titular que debutará en Segunda, porque de la plantilla actual será difícil retener a la mayoría. Los ingresos de televisión pasarán de 30 a 3 millones anuales, algo que no ayudará a saldar la deuda que existe con casi todos los futbolistas. Algunos como Carrizo ya saben que volverán a Europa, Almeyda se retirará por segunda vez y las jovenes estrellas (Lamela y Funes Mori) serán vendidos por la mitad de lo que ofrecían por ellos antes del desastre, con Italia o España como destino. Los 68 heridos y 50 detenidos con los que se saldó la batalla post partido tampoco ayuda a la imagen de un club enfermo, que vendió 8.000 entradas de más sin preocuparse de la seguridad de sus aficionados. Un dato más que deja en evidencia el proceso de degeneración que ha llevado a la institución al «infierno».