Belleza

Estrategias de seducción por Cecilia García

Ayer, mi compañera Noelia Molanes publicó un artículo de cómo la belleza puede convertirse en tóxica. El caso es que algunas de las mujeres y hombres más guapos del mundo hacen lo posible y lo imposible para seguir siéndolo dando un corte de mangas al reloj biológico y, la verdad, el resultado final en algunos casos no puede ser más desalentador.

La actriz Meryl Streep, en una imagen de archivo
La actriz Meryl Streep, en una imagen de archivolarazon

Me viene a la mente Nicole Kidman, convertida ya en una máscara deforme por su adicción al bótox. Que digo yo que con esa percha qué necesidad tenía Kidman de ponerse unos labios como longanizas y quedarse con el rostro sin expresión. Me irrita un poco la gente que, siendo bella de serie, quiere ser más bella todavía. Se dice que la belleza es una esclavitud porque siempre se está a la búsqueda de una perfección que no existe. Ejemplo: ¿qué precisa Angelina Jolie para ser más guapa aparte de ducharse todos los días y lavarse la cara con agua fría? Creo –vale, no la he visto nunca recién levantada– que nada. Pues ella, si no tiene bastante con los chiquicientos niños que suma entre adoptados y propios, va y se extrae sangre para inyectarla en su rostro y mejorar la hidratación... un poco «gore», ¿no?

Lo de Demi Moore ya es para echarse a llorar o a reír, elijan ustedes la opción. Espléndida, aunque cada vez más se parece a una replicante, se somete a sesiones con sanguijuelas para purificar su sangre. Como en el siglo XIX si me apuran, pero por aquel entonces esos asquerosos animalitos se utilizaban con fines médicos.

Convengamos ya que estamos sometidos a la dictadura de la estética, que no de la ética, que es menos glamurosa pero más sustanciosa. Los feos y los guapos –cada cual por su camino, no juegan en la misma división– han emprendido una carrera, más bien huida, para dejar de ser quienes eran y acercarse a su ideal. La cuestión es sentirse reconfortado cuando uno se mira al espejo y le devuelve la imagen que desea para pasar todo el día encantados de haberse conocido.

De más está decir que es mejor pasar por la vida bajo un buen envoltorio que con uno defectuoso. El atractivo físico abre muchas puertas, pero también la naturalidad de unas arrugas en su sitio –pienso en Susan Sarandon y Meryl Streep– o la piel ya algo ajada de Jeff Bridges, más deseable ahora que lo que nunca estuvo en su juventud. Como ese dicho de que la belleza está en el interior es una soberana tontería que raras veces se aplica en la vida real, nos vemos obligados a serlo por fuera, o a parecerlo, que para eso está la industria cosmética haciendo su agosto durante todos los meses del año. Lo más sensato, por aquello de no llevarse disgustos innecesarios, es tener una relación esquiva con el espejo, no por despreocupación, por salud mental.