Feria de Bilbao

Ni Adolfo ni Marqués Fiasco

- Las Ventas. 23ª de la Feria de San Isidro. Se lidiaron toros de la ganadería de Marqués de Domecq, el 1º, sobrero de Cortijoliba, descastados, flojos y algunos con malas ideas. Lleno en los tendidos.- El Fundi, de verde y oro, media estocada, dos descabellos (silencio); estocada, descabello (silencio).- Rafaelillo, de grana y oro, pinchazo, estocada, descabello (silencio); estocada (silencio).- Javier Valverde, de corintio y oro, estocada que hace guardia, dos pinchazos, dos descabellos (silencio); buena estocada (saludos).

Javier Valverde ejecuta una estocada entera al último de la tarde
Javier Valverde ejecuta una estocada entera al último de la tardelarazon

Hace mucho tiempo que Madrid despedía a su patrón con una corrida dura de afamada divisa. Victorino Martín solía cumplir con la función. Ante la ausencia cerraba ayer Adolfo Martín que, aunque sólo sea por el apellido, parece que acompaña. Tan sólo pasaron dos toros en el primer reconocimiento y Adolfo, tal cual vinieron, se los llevó. Se quedó el final de feria desierto y sin oasis. A la empresa se le ocurrió que la manera de solventar la papeleta, a estas alturas ya era papelón, era traer una corrida de Marqués de Domecq. No había por dónde cogerlo y la gente que venía a lo que venía, protestó. Olía a engaño, a sinrazón. La gota de un vaso que venía colmado ya. Fue aquello una especie de rebelión de la masas y más que nunca encontró el Siete adeptos por los tendidos de todo el redondel. Se preveía difícil, de mala onda el resto del festejo. Último del ciclo de San Isidro. Y así fue, porque además la corrida de Marqués nos ayudó a despeñarnos sin remedio ni solución. Qué fiasco. Floja, vacía de casta, sin categoría y algunos haciendo honor a las malas ideas. Qué tarde más preocupante la que vivimos ayer en Madrid. (Mejor no echar cuentas a lo que ha dado de sí la feria... para meditar porque en juego está la salud de la Fiesta). Con el ambiente sembrado en contra nada más comenzar, poco duró el primero de la tarde en el ruedo, por mucho que el presidente Infante lo intentó mantener. Salió un sobrero de la divisa de Cortijolivas, sin ninguna clase ni resquicio de querer entregarse en el engaño. Le había tocado a El Fundi, cuya veteranía le obligaba a abrir cartel. Como para adelante no iba la faena tiró el madrileño por el camino del medio para acabar. Más difícil se lo puso el cuarto, que tenía, además, la amargura de querer coger. No se dio coba El Fundi. Rafaelillo, una vez más, lo intentó y lo intentó haciendo honor a la ambición. La necesidad de sumar y poner las cosas en su sitio, en esta plaza ya sin rumbo ni timón. Al segundo le costó un mundo entrar en el engaño perdiéndose en derrotar, en parar a la mitad de viaje, justo cuando tenía al torero a tino. De la violencia de éste, a la del quinto. Que cuando no se colmaba de brusquedad perdía las manos. Y perdíamos todos dándonos golpes contra la pared. Javier Valverde hacía ayer su último (presunto, las retiradas de los toreros nunca fueron de fiar) paseíllo en Madrid. Al menos el sexto le dio el oxígeno de unas arrancadas sin atosigar. Las pudo ligar, atacándole, ¡milagro! El toreo existe. Ni lo podíamos creer ya. Por el pitón derecho llegó lo poco que pudo hacer, mientras el toro cogía la vía directa para perder el gas. Desfondado. A la decisión de irse, del toreo, sumó Valverde la de quedarse quieto para dejar la faena más redonda de la tarde fatal. Ni para eso le dio el paradísimo tercero. Y para qué poco nos ha dado esta Feria de San Isidro. La plaza llena, todo pagado, pero si no se siembra, tampoco se recoge. Los abusos cuentan con fecha de caducidad.