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«Argentina está bajo la droga de la inflación»

En septiembre de 2004 Martín Redrado era el «chico de oro» de la política argentina. Néstor Kirchner lo nombró entonces presidente del Banco Central. El 7 de enero de 2010, con Kirchner aún vivo, Cristina Fernández (CFK) lo destituyó de un plumazo después de semanas de duros enfrentamientos por su negativa a desbloquear 6.569 millones de dólares de las reservas del Banco para –supuestamente– garantizar el pago de los intereses de la deuda externa. Su batalla con CFK le costó el cargo, amenazas y, en cierta medida, su matrimonio. Hoy, analiza para LA RAZÓN, el «universo Kirchner», que conoce de primera mano, y la nueva religión argentina: el «cristinismo».

Martín Redrado, en Madrid, ex presidente del Banco Central de Argentina
Martín Redrado, en Madrid, ex presidente del Banco Central de Argentinalarazon

–¿Cómo ha logrado Cristina Fernández superar el poder de su difunto esposo?
–Hay varias claves. La primera es que Argentina ha llevado en los últimos años un esquema de políticas fiscales y monetarias que generan una sensación de mayor bonanza de la que realmente existe. La segunda, que la oposición no ha logrado vertebrar una alternativa. El voto es conservador, la gente quiere mantener lo que tiene. Esto habla más del defecto de la oposición que de la virtud propia de Cristina, cuya gran habilidad ha sido dividir a la oposición. Dividir para reinar.

–¿Se ha votado más que nunca con el bolsillo?
–La opinión pública está ahora bajo la droga de la inflación que provoca una sensación de bienestar a corto plazo.

–¿Qué es el peronismo?
–Es un partido del poder. Es como el PRI mexicano, una constelación de partidos provinciales. El problema es que Argentina se ha vuelto un país más insular de lo que era.

–¿A pesar de los récord de exportación?
–Sí. Argentina sólo habla con Venezuela.

–¿Es peligrosa tanta concentración de poder en manos de CFK?
–Siempre es peligrosa. Estar solo en la cancha no es sano. No tener controles aumenta el riesgo de creer que se está en posesión de la verdad absoluta. Más aún en una persona como Cristina Fernández, que cree tenerla.

–¿Es más personalista de lo que fue Kirchner?
–Sí. Es más cerrada y con una visión más ideológica que él. Por eso entraña un riesgo serio para Argentina esa concentración de poder político, económico y mediático. Ella es inteligente y estudiosa. Distante y solitaria.

–¿Despótica?
–No sé si tanto, pero sí cree que es dueña de la verdad.

–¿Cómo quedó con ella tras su enfrentamiento? ¿Son enemigos?
–Eso va por cuenta de ella. Lo que ocurrió fue que mis principios chocaron con sus deseos. Sabía que no iba a ganar el pulso, pero aunque no tenemos instituciones fuertes, y parece una «quijotada» defenderlas, creo que ningún presidente puede decidir el destino de los ahorros del pueblo. Hoy Argentina se está quedando sin dólares porque los inyectó en la época de vacas gordas para inflar la sensación de bonanza que permite ganar las elecciones. Ayer mismo no se podía comprar dólares porque los gendarmes lo impidieron en las casas de cambio.

–¿Por qué ese fervor por el dólar?
–Porque el tipo de cambio bilateral peso/dólar está igual que en la convertibilidad. Hay una apreciación que hace que la gente compre dólares porque lo ve barato. Y para contrarrestar la demanda, el Gobierno saca a la Gendarmería y se genera más demanda aún. También es cierto que la situación no es tan crítica como entonces.

–Volviendo sobre su batalla con CFK, ¿se sintió amenazado?
–Sí. El 21 de enero, cuando salgo del Banco Central, me ponen a la Policía para que no pueda volver a entrar. Después hubo algunas llamadas anónimas amenazantes a mi casa y seis denuncias penales. Las gané todas.

–Se deslizó entonces que el círculo cercano a los Kirchner habían comprado dólares y trataban de sacarlos.
–Surgió una lista en la que figuraba el ex presidente Kirchner, que había comprado dos millones de dólares en octubre de 2008, en medio de la crisis. Esa lista no fue cosa mía.

–¿Se han beneficiado los Kirchner de su inmenso poder?
–Hay un patrimonio que se ha incrementado a través de sus propiedades y sus ahorros. Llama la atención los intereses que percibieron por plazos fijos. En los últimos tiempos, han tratado de evitar que su actividad privada se solape con la pública. Quizá porque ya fue suficiente.

–¿Corre riesgo la economía argentina de contagio a la europea al retraerse la importación de materias primas por parte de China?
–No creo que veamos una recesión, pero vamos a niveles menores de crecimiento. Brasil se está anticipando para preparar una aterrizaje suave. Argentina debe de tomar nota. El problema es que venimos comiéndonos los «stocks» y no hay flujo suficiente. Se ha utilizado al Banco Central como caja y eso se paga. Y cuando se termina la plata se termina el poder.

–¿En qué tasa de crecimiento se moverán?
–Vamos a bajar del 7,8% este año al 4,5-5% si resolvemos el problema cambiario. Pero puede ser peor.

–¿Se notará en la calle?
–Cualquier crecimiento en Argentina inferior al 3,5% se nota en la calle. Lo que ocurre es que las tensiones en la calle el Gobierno las resuelve gastando más, con más subsidios. Fíjate que de los 11 millones de votos de Cristina Fernández, 3,6 millones son de personas que reciben subsidios que no recibían antes. Es decir, hay un mercado cautivo enorme.

–¿Está en crisis la integración Iberoamericana, como parece demostrar la última cumbre de Paraguay?
–Se debe relanzar la integración y darle contenido. España, sus empresas y bancos, tienen un área de crecimiento muy fuerte en América Latina y eso no ha ido acompañando de políticas que lo acompañen. América Latina es crucial para que España salga de la crisis y se la ha olvidado. China le está comiendo el terreno y eso nos genera incertidumbre porque ellos no buscan el equilibrio. Van a por todo.