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Colin Farrell: «No lo parece pero sé cuidar de mí»

Confiesa que, aunque ahora esté arriba, nadie le ha regalado nada. Le acompaña, como pegada a la piel, una fama de díscolo que no consigue sacudirse. Colin Farrell se escapa a Dublín siempre que puede, pero en esta película está atrapado por Nueva York. Pertenece en «Código de honor» a una dinastía de policías en la que las aguas bajan revueltas.

Colin Farrell: «No lo parece, pero sé cuidar de mí»
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Colin Farrell y Ed Norton se retan a cara de perro. En «Cuestión de honor», un drama con la corrupción policial como eje central que dirige Gavin O'Connor –autor también del guión y que conoce de primera mano los entresijos del departamento de Policía de Nueva York al ser hijo de un miembro del cuerpo–, interpretan a dos hermanos enfrentados dentro del cuerpo de policía. Tanto un actor como otro tienen fama de díscolos, pero si hemos de dar la palma a uno se la lleva Colin Farrell de largo, un irlandés que en cuanto puede se salta la normas, no tiene pelos en la lengua a la hora de expresar su opinión y al que persigue una fama de impenitente seductor; también un hombre generoso a quien alaban sus amigos y no olvidan sus ex novias.
-«Código de honor» habla de una dinastía de policías con problemas de corrupción. ¿Cómo fue su trabajo en la película?
-Le diré que la cinta es estupenda. Gavin O'Connor ha escrito y dirigido un filme fuerte, bastante oscuro en el que Jon Voight y Ed Norton están absolutamente brillantes, cada uno de ellos en su cometido. Desde que la terminamos se cuestionó la película, algo que me parece absolutamente injusto porque el trabajo de todos nosotros ha funcionado muy bien.
-¿Cómo describiría el filme?
-Me siento especialmente satisfecho de este trabajo, que me parece un tributo a Nueva York y a sus rincones, tanto los buenos como los malos. El director ha tratado de comparar la ciudad de ahora con la que era veinte años atrás. En definitiva, un gran escenario para una tensa historia de policías en la que hay toneladas de acción.
-¿Se preparó físicamente para rodar ese tipo de secuencias?
-Aunque pueda parecer lo contrario, sé cómo cuidar de mí mismo y me gusta entrenarme bien para poder aguantar físicamente. No obstante, y a pesar de la preparación, acabé magullado y con el cuerpo lleno de moratones. Pasamos, además, un frío terrible porque rodamos en invierno en Nueva York, y el clima es bastante duro, pero tuve la fortuna de poder entrenar con el equipo de fútbol americano del departamento de policía de Nueva York, The Finest, un verdadero privilegio, me trataron como un compañero más. Acababa agotado al final de la jornada, pero soy lo suficientemente fuerte como para sobrevivir sin problemas a este tipo de trabajos.
-En este filme la corrupción es el eje y, de algún modo, cae en los mismos clichés de siempre. ¿No le parece?
-Esta es una historia real que puede fascinar al espectador. El truco reside en ver a los protagonistas, primero como policías, y después como los seres humanos que son. O'Connor estructuró la historia con mucha cabeza, poniendo en tela de juicio la dinámica en que ha caído Estados Unidos dentro de la política y muestra cómo se vive hoy en Nueva York.
-¿Piensa que su imagen de tipo duro puede ser un lastre para su carrera de actor ?
-Siempre me preguntan lo mismo y aquí estoy: sigo trabajando, me contratan y hago el papel que quiere el director, así que mi respuesta es, sinceramente, que no.
-¿De qué forma se describiría?
-Soy como un niño cuando estoy trabajando, disfruto muchísimo, pero al mismo tiempo sé cómo ser un buen profesional, el mejor, e intento que todo el mundo que está a mi alrededor se sienta bien. No suelo quejarme nunca, preparo mi papel a conciencia y jamás llego tarde.
-Es uno de los intérpretes que ha conseguido triunfar y afianzar su carrera en un corto periodo de tiempo. ¿Cómo lo ha conseguido?
-Trabajando muy duro. Nunca me decido por el camino más corto ni tomo atajos, que pueden resultar un espejismo, porque no me gusta, aunque sí es verdad que he dado el salto a las grandes producciones en un tiempo récord, es decir, que he pasado de ser un actor del montón a tener la posibilidad de elegir el trabajo que quiero hacer. Ha sido cuestión de tiempo, pero de muy poco tiempo, lo que, aún, me sorprende. ¿Cómo lo he hecho? Con cabeza.
-¿Cuándo se dio cuenta de que quería dedicarse al cine?
-De pequeño me encantaba ver una y otra vez «Con faldas y a lo loco», de Billy Wilder, pero ésa no fue la causa. En mi adolescencia, con dieciséis o diecisiete años, asistí a un par de clases de interpretación porque tenía cierta curiosidad por conocer el mundillo y realicé varios seminarios, ya que me interesaba la actuación. El trabajo despertó emociones nuevas en mí, me pareció un reto interesante que me divertía y que estaba dispuesto a afrontar.
-¿Es difícil enfrentarse al Hollywood más frívolo para alguien que está acostumbrado a decir las cosas como son?
-¿Sabes lo que hago? Huyo de allí lo antes que puedo. No vivo en Hollywood, paso sólo cuatro meses del año en Los Ángeles, dos de los cuales suelo estar trabajando, así que no tengo que enfrentarme al ambiente superficial que se respira en la Meca. Todo mi tiempo libre lo paso en Dublín, mi ciudad. Además, aspiro a ganarme la vida con mi trabajo de intérprete. No tengo otro tipo de ambiciones.
-Ha trabajado con grandes actores y directores. ¿Cómo fue el rodaje con compañeros de la talla de Ed Norton y John Voight?
-Afortunadamente, he tenido la oportunidad de coincidir con artistas muy importantes; me impresiona cuando estoy con ellos, pero rápidamente me centro en mi papel e intento verlos como seguro que ellos me ven a mí, como personas de carne y hueso. Me gusta observarles durante la grabación y ver cómo ensayan, aprender lo que pueda de los grandes de la pantalla. Y pienso: «Joder, ése es John Voight», y me doy cuenta de que yo también formo parte de ese equipo, que soy uno más. Después de varias semanas de rodaje, estar a su lado se convierte en algo cotidiano, aunque he de decirte que me sigue impresionando bastante cruzarme con John durante un rodaje.