Catolicismo

La mejor campaña de publicidad

La Razón
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Pues es cierto: probablemente Dios no exista, como reza (perdón) el bus ateo. Al que cree no le asusta entrar en ese debate dialéctico. Pero, como observaba no recuerdo qué escritor, quedan entonces dos posibilidades. La primera es que, si Dios es un invento humano, no va ha haber nadie al otro lado de la muerte burlándose y diciéndole al creyente: «¡Idiota, te creíste lo de Dios y era una pantomima!», y al ateo: «¡Tenías razón, Dios no existe, felicidades!». Si no hay Dios, con la muerte sencillamente nos desintegraremos y asunto concluido. Pero, segunda opción, ¿y si hay Dios? El creyente se encontrará con alguien a quien conoce bien, mientras que el ateo se topará con un desconocido al que no trató mientras «disfrutaba de la vida». Pero les confieso que lo que me ha dolido de la campaña es, precisamente, esa idea de trasfondo de que, para disfrutar la vida, parezca que haya que arrinconar a Dios. Y he vuelto a beber de Martín Descalzo, que llegó a elevar la sonrisa a sacramento. «Si yo tuviera que pedirle a Dios un don, un solo don, un regalo celeste, le pediría, creo que sin dudarlo, que me concediera el supremo arte de la sonrisa», escribía en uno de sus artículos. Me parece que quedarían muy pocos ateos en el mundo en el momento en que los cristianos aprendiéramos a sonreír de veras. Ningún argumento ni ningún prejuicio se resisten ante el testimonio de una alegría contagiosa y de una vida llena. La mejor aportación que podemos hacer los cristianos es, precisamente, ésa: llevar una vida vivida con una alegría real, no postiza; la de una sonrisa franca que, como subrayaba el sacerdote y periodista, «es una de las pocas cosas que Adán y Eva lograron sacar del paraíso cuando los expulsaron». No hay una campaña publicitaria mejor y más barata.