Francia

Nosotros

Su comentario despectivo sobre Zapatero me ha molestado sobremanera porque sólo un francés podría haberlo pronunciado

La Razón
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Nosotros, los españoles, somos crueles, envidiosos, ásperos, críticos e injustos cuando entre españoles nos la jugamos. Y muy susceptibles y orgullosos cuando nos la juegan desde fuera, especialmente desde Francia. Aquel Dos de Mayo, popular, heroico, formidable e inútil, nos retrata como pueblo. Poco tiempo después nos cargamos a un Rey impuesto por Napoleón, que fue un buen Rey, y en Cádiz, la luz de la libertad, cargamos sobre nuestras espaldas a nuestro legítimo Fernando VII, que ya son ganas de regodearnos en lo español. Lo decía la pintada en una pared del Madrid de los Austrias. «Manolo: Pon ahí abajo/ que me cago en esta Ley. / Que aquí queremos un Rey / que sepa decir ‘¡Carajo!'». Fernando VII lo decía muy bien y José Bonaparte pronunciaba qué «cagago», y más vale para los españoles carajo conocido que «cagago» por conocer. Y así nos fue.Como español, soy libre de pensar y de escribir que el Presidente del Gobierno es tonto. Ya lo he hecho. No porque lo sea, sino porque lo ha aparentado en algunas ocasiones. En otras, Zapatero ha demostrado que es demasiado listo, y también lo he escrito. No se trata de defender a «nuestro tonto», de acuerdo con la tesis de Arcadi Espada. El orgullo es otra cosa. Todos somos tontos parciales. Aznar fue un gran Presidente del Gobierno, pero también protagonizó muchas memeces. Y no por ello es un memo. Zapatero, con su sonrisa poco convincente, puede parecer tonto, pero no lo es. Los que lo conocen y lo sufren opinan lo contrario. Hasta Winston Churchill cometió errores majaderos, y era un genio. Si el comentario sobre Zapatero lo hubiera dicho el Presidente de Portugal, nada me habría soliviantado. Portugal también somos nosotros, aunque Felipe II lo estropeara todo. O el propio Brown. Un comentario despectivo que de boca inglesa viene acostumbra a ir acompañado de ironía, y ello siempre es respetable. Pero que venga de francés, me patea los nísperos. Son muchos años de arrogancia francesa padecida. De ahí que mi francés favorito sea Pierre Daninos, que quería ser inglés aunque no lo supiera. Y también me cae bien Zidane.Y no del todo mal Sarkozy, que tiene un desparpajo más húngaro que francés, y no se le han deformado los labios de decir «mais oui», como le sucede a la mayoría de sus compatriotas. Sarkozy me cae bien porque es un tocón, como don Enrique Tierno Galván, que en paz descanse. Pero también ha hecho muchas tonterías, que los españoles hemos pasado por alto por delicadeza vecinal. Su comentario despectivo sobre Zapatero me ha molestado sobremanera porque sólo un francés podría haberlo pronunciado. Ha invadido nuestro terreno y nuestra libertad. En las charlas de peluquerías, de portales, de autobuses, de taxis y de barras de bares, lo que ha dicho Sarkozy carece de importancia. Resulta casi un elogio. Pero la aspereza, la descalificación y la calumnia incluso, cuando a un español afecta, es patrimonio de los españoles, y más si el español afectado es el Presidente del Gobierno, al que han votado once millones de españoles, que lógicamente, se sentirán insultados por un recién llegado al poder.Si será francés lo que ha dicho el francés, que reconozco una sensación de ofensa. Los palos a Zapatero nos pertenecen. Más invasiones, no.