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La Razón
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A mi padre, Loquillo y los Trogloditas no le sonaban de casi nada hasta que le confesé que su nuevo ídolo, Sabino Méndez, perteneció a aquella banda de rock and roll (oh! uh! oh!). Hasta que le conté que todos nos sabemos sus letras de memorieta, incluso quienes nacimos demasiado tarde para pillarlas recién cantadas. Ayer, Sabino, un tipo que hace tiempo caminó por el lado salvaje no sé si por seguir el evangelio de Lou Reed, demostró en un hueco como éste que aquí cada uno piensa lo que le da la gana, escribió galletas para todos y sacudió así sin querer a quienes todavía se preguntan qué hace un tío como él en un sitio como éste. A quienes de tan progres se sorprenden porque piensan que las cosas se dividen en lo que mola, que es lo suyo, y lo que no mola, que es lo facha. Charlé con Sabino una noche en la sala el Sol y así era la estampa: dos de la madrugada, resaca de un concierto homenaje a Ordovás y dos individuos hablando de periodismo y presuntas modernidades ante el aplauso de una «fan» («fan» de Sabino, claro) que lee este periódico y que el domingo ha prometido que votará aunque sin tener muy claro a quién.

Los indecisos y los tirando a pasotas cuando toca meterse en política preferimos leer sacudidas de rock antes que artículos, por eso será que en tiempos de campaña y debates con morbo de culebrón se agradece no toparte a cada traspiés con el descaro de la propaganda. Dicho esto, no es la intención de tanta palabrería ensalzar al compañero, que un poco también, sino utilizarle como avanzadilla para confesarles que van listos si piensan que desde aquí les pediré el voto para los 400 euros de Zapatero, los ahorros fiscales de Rajoy o la batucada de Llamazares. Dudé si hacerlo para Rosa Díez, ya ven, pero al final las tinieblas se impusieron sobre cierto atisbo de insensata claridad mental y como que pasando. Busquen, comparen y, si no encuentran nada mejor, siempre nos podremos cantar algo.