Venezuela

Todo está enladrillado

La Razón
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Se veía venir. Las cajas de ahorro nacieron a partir del viejo Monte de Piedad, un lugar al que acudían los pobres con sus escasas pertenencias para empeñarlas y salir adelante con los cuatro cuartos recibidos por unos depósitos que confiaban rescatar algún día, cuando fuesen capaces de sacar la tripa de mal año. Allí llegaban para dejar el cordoncillo de oro legado por la difunta abuela, los zarzillos de una tía extinta, o la alianza que le regaló su novio a la hija mayor antes de plantarla y emigrar a Venezuela. Los montes de piedad fueron un invento franciscano, de inspiración religiosa, para luchar contra la usura de la que eran víctimas los más desfavorecidos. Un buen día se convirtieron en cajas de ahorro. En su filosofía utilitaria estaba la loable idea de que las clases trabajadoras prosperasen a través del «ahorro remunerado». Qué bonito todo mientras funcionó. Actuaban en un ámbito local, o regional, y no tenían oficinas fuera de su territorio natural. A finales de los años 70 esas restricciones geográficas quedaron eliminadas, y las cajas de ahorros extendieron sus sucursales allende su provincia o su comarca. Y pasaron a funcionar como bancos, sin serlo, y a estar en manos de las autoridades políticas de las comunidades autónomas. En los años de crecimiento salvaje del burbujazo inmobiliario, las cajas de ahorro otorgaron el 70% de sus créditos al ladrillo, frente al 50% que han arriesgado los bancos. Cuando el ladrillo nos pegó en toda la cara, las cajas de ahorro fueron las principales perjudicadas: tenían casi todos sus huevos en la misma cesta de hormigón barato. ¿En qué momento dejaron las cajas de acoger y premiar el ahorro de los trabajadores para dedicarse a financiar arriesgados proyectos propiciados por los políticos de turno? ¿Cuánto tiempo tardaremos en pagar la que han liado, y cuánto va a costar? ¿Deben seguir las cajas como están ahora, o habría que replantearse su función? Las cajas están enladrilladas. En realidad, todo está enladrillado. (¿Quién lo desenladrillará? El desenladrillador que lo desenladrille, buen desenladrillador será).