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Vuelven los moriscos

Cuando se cumplen cuatro siglos de la expulsión de los moriscos, un congreso, una novela y un documental recuerdan su tragedia sin caer en la leyenda negra

Vuelven los moriscos
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El 9 de abril de 1609, el imperio español capitulaba ante la realidad. Las arcas reales daban signos de debilidad. Había que pactar con los rebeldes holandeses. Después de una larga y cruel guerra se firmaba la Tregua de los Doce Años. Ese mismo día se aprobó la expulsión de los moriscos. Un congreso organizado por la Fundación el Legado Andalusí en la ciudad de Granada, la película conmemorativa «Expulsados» y la próxima y esperada novela del escritor Ildefonso Falcones recuerdan ahora ese capítulo negro de la historia. «No fue por motivos de intolerancia», explica el historiador José María Perceval, especialista en la materia. «Fue una mala influencia europea, donde se había implantado el lema "un rey, una lengua y una religión". Y aquí se adoptó. Había una oleada de intransigencia en Europa, contra el catolicismo en Gran Bretaña y Países Bajos, y en Francia contra los protestantes. Ese contexto también marcó definitivamente la expulsión. No es algo sólo de España». Mano de obra barataAquella decisión condenó a cerca de 300.000 personas a dejar sus tierras y sus hogares. Un 4 por ciento de la población del país. «Sobre todo tuvo repercusión en Valencia, porque la mayoría de ellos trabajaban en fincas. La expulsión provocó cierto retraso económico porque era mano de obra barata», explica el historiador Luis Suárez. La película que se ha rodado para recordar este exilio cuenta la historia de un joven profesor de historia, Juan, que encuentra un manuscrito detrás de una alacena en su casa de Almonacid de la Sierra (Zaragoza). Un texto aljamiado que cuenta los avatares que la familia Aziz se ve obligada a afrontar por esta medida. El filme está basado en personajes reales de la época y sus acciones están extraídas de la documentación que se ha conservado en diferentes archivos. «La expulsión se tomó como medida de seguridad. Era la última minoría sin asimilar y se les temía. Se les miraba como una quinta columna que podían apoyar a los berberiscos del norte de África», explica Fernando García de Cortázar, autor de «Los perdedores de la Historia de España» (Planeta) donde se acerca a este tema. Una postura que también comparte Luis Suárez: «Para muchos en España, los moriscos eran musulmanes en un momento en que el enemigo turco estaba en el Mediterráneo».El próximo diez de junio llegará a las librerías la novela histórica «La mano de Fátima», de Ildefonso Falcones, que relatará el entorno y el proceso de esta tragedia desde el punto de vista de un joven morisco. Pero sobre este acontecimiento todavía quedan muchas asignaturas pendientes. Puntos sujetos a interpretaciones, como resalta José María Perceval: «Habría que indagar en la causa real que motivó esta decisión». El historiador se aparta de las teorías catastrofistas, de los prejuicios y complejos que acompañan siempre a nuestro pasado. «Eso de la leyenda negra es un invento de Europa. La solidaridad de los españoles con esta minoría fue ejemplar. En los pueblos se portaron muy bien. Fue una decisión política, que vino de arriba y que a la gente le sorprendió. Hubo casos de agresiones y muertes, pero, en general, no existía agresividad».Las consecuencias de esta expulsión fue una «diáspora» por el norte de África. «El recibimiento que les dieron fue muy variado. Por ejemplo, en Orán se les masacró porque no les consideraban musulmanes, sino españoles. Muchos de ellos eran rubios. Además, los moriscos no sabían hablar árabe. Sólo eran extranjeros», comenta Perceval. Sin identidadFue uno de los dramas de esta población: «Perdieron su identidad. Muchos de ellos eran cristianos de verdad. Fue una barbaridad. Donde progresaron fue en Marruecos, que los acogieron bien, y en Túnez. De hecho, el florecimiento posterior de este país se debe a la llegada de estas personas», dice el historiador. García de Cortázar apuntala una reflexión sobre este acontecimiento: «Fue una manera de reafirmar al rey frente a los distintos territorios y la nobleza, que tenía en los moriscos una mano de trabajo barata, y que, luego, se hundió».