Política

Donal Trump

Trump rompe su idilio con el Pentágono

El presidente de EE UU ha protagonizado en los últimos años numerosas muestras de desavenencia con la cúpula militar

Trump speaks to the media
El presidente Donald Trump en una reciente conferencia de prensa en la Casa BlancaContactoContacto

Donald Trump ha roto súbitamente su idilio con la cúpula militar de su país después de una sucesión de encontronazos con el Pentágono. El último de ellos surgido a raíz del episodio del pasado fin de semana con un miembro del cuerpo de élite Navy SEAL de la Armada. El suceso involucraba al Navy SEAL Eddie Gallagher, condenado por posar el pasado mes de julio con el cadáver de un rehén iraquí al que se suponía había matado. El Pentágono consideró el suceso un crimen de guerra y retiró al soldado de su rango militar, mientras que Trump le restableció el rango y aseguró que podría jubilarse con su insignia de oro Trident que la Armada pretendía retirarle de la misma manera.

El secretario de la Armada, Richard Spencer, se opuso a la decisión de la justicia militar y fue cesado de su cargo por el jefe del Pentágono, acusado de gestionar el episodio de Gallager con la Casa Blanca de espaldas a la institución militar. Al igual que ocurriera con el soldado Gallager, Trump se encargó de indultar al alto cargo, contradiciendo, una vez más, la decisión del Pentágono. Este episodio, sumado a otros incidentes de naturaleza similar, han terminado por provocar un enfriamiento de la Casa Blanca con la cúpula militar estadounidense.

Durante los tres años al frente del Gobierno de Estados Unidos, Trump ha intensificado la presencia en el Gabinete de la Casa Blanca de funcionarios con rangos militares al frente de altos cargos, antes ocupados por civiles a cuyos miembros se refería al inicio de su mandato como ”mis generales". Las muestras de afección de Trump con miembros de la cúpula militar fueron una constante que se ha ido desvaneciendo hasta convertirse en una realidad bien distinta en la actualidad.

El caso más paradigmático de las desavenencias de Trump con la cúpula militar es el del ex secretario de Defensa, James Mattis, que renunció por sorpresa a su puesto al frente del Pentágono a finales del año pasado debido a sus «diferencias irreconciliables» sobre el repliegue de las tropas estadounidenses de Siria y la pérdida paulatina de alianzas estratégicas. El propio Trump, días más tarde, elevaba la tensión refiriéndose a Mattis como "el general más sobrevalorado del mundo" después de su sonada renuncia.

A la salida de James Mattis se le sumaron la renuncia del general Michael Flynn como asesor de Seguridad Nacional a raíz del escándalo de la trama rusa y el cese de HR McMaster, al que Trump alejó de su cargo de asesor por considerarlo muy moderado y alejado de sus postulados rupturistas. Y John Kelly, ex secretario de Seguridad Nacional que posteriormente renunció como jefe de Gabinete del presidente después de más de un año de roces y tensiones con el mandatario. El pasado octubre el general retirado Bill McRaven escribía un artículo de opinión donde ridiculizaba la intrepidez de Trump frente a las virtudes del sistema militar, llegando a citar unas palabras de un general retirado que le dijo: "¡No me gustan los demócratas, pero Trump está destruyendo la República!".

El reciente episodio del miembro del Navy SEAL ha terminado por socavar la confianza del Pentágono con el presidente de su país. El estamento militar otorga al mantenimiento de la disciplina entre sus filas una importancia capital. Según los funcionarios del Pentágono, las fuerzas estadounidenses están altamente capacitadas para operar de manera legal y disciplinada y sus miembros, si son declarados culpables de violaciones, deben ser castigados. Estas afirmaciones colisionan, de alguna manera, con la gestión intrépida y plagada de exabruptos del mandato del actual presidente de Estados Unidos.

No así Trump, que siempre ha defendido las muestras de poderío militar de Estados Unidos y la normalidad de sus vínculos con la cúpula militar que se vieron culminados con el gran desfile militar de Washington en la pasada Fiesta Nacional del 4 de julio, que por primera vez contó con el sobrevuelo de aviones de combate, vehículos militares y tanques blindados. Una demostración más, para muchos, del giro militar de su política civil, y una muestra más de su populismo político para otros.