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Brexit

Las elecciones de Reino Unido vistas desde la Europa continental

Hará falta más que unas elecciones el día 12 de diciembre para que el continente preste atención a lo que está ocurriendo en Reino Unido. Visto desde el continente, los comicios solo son un episodio más en la serial sobre el Brexit, que ya no despierta el mismo interés que despertó en un principio.

Anti-Brexit badges on a protester's beret are pictured during a demonstration in front of the British embassy in Brussels
Las placas anti-Brexit en la boina de un manifestante durante una movilización frente a la embajada británica en Bruselas, Bélgica, 5 de diciembre de 2019. REUTERS / Francois LenoirFRANCOIS LENOIRReuters

Desde la perspectiva de los europeos continentales, las elecciones de Reino Unido solo son un episodio más en una larga serie sobre el Brexit que hace mucho dejó de despertar su interés. En general, cada vez es más difícil para los continentales sentirse emocionalmente conectados al drama político británico. Ni siquiera tienen claro si hay algo en juego, dada la voluntad del Gobierno británico de posponer -en repetidas ocasiones- sus decisiones más difíciles. Y hará falta algo más que las elecciones del 12 de diciembre para que el continente preste atención a lo que sucede en la política británica.

El sentimiento general en el Continente es de incertidumbre. Hay muy pocas personalidades atractivas entre los principales partidos y líderes políticos de Reino Unido. En 2016 -después del referéndum- fuerzas políticas y distritos electorales en toda Europa se identificaban de buen grado con el ala “pro- Brexit”. Por ejemplo, Marine Le Pen tuiteó al día siguiente del referédum: "¡Victoria para la libertad!"; y Geert Wilders, de los Países Bajos, declaró: "Ahora es nuestro turno".

Pero tres años y medio después, la mayoría -si no todos- los partidos “anti-elitistas” de la Unión Europea han cambiado su discurso, y ya no persiguen la idea de abandonar la UE. En cambio, están promoviendo una transformación desde el interior: el eslogan ya no es “Dejar Bruselas”, sino “Cambiar Bruselas”. Las elecciones parlamentarias europeas que se celebraron el pasado mayo evidenciaron este cambio. También se advirtió un cambio inesperado en la participación, que aumentó un 8%, después de varias décadas en caída libre. Una señal clara de que había interés en las instituciones de la UE, si no de confianza.

Mientras tanto, el ala “pro-permanencia” no tiene nada que despierte la simpatía de los continentales. En lugar de inspiradores, los líderes laboristas son bastante mediocres; y los liberal-demócratas parecen haberse derrumbado. Los nacionalistas escoceses obtienen más apoyo emocional, pero siguen siendo un nicho pequeño.

Algunas figuras ganan ocasionalmente un atractivo esporádico. John Bercow, por ejemplo, era uno de ellos y -por supuesto- la reina. Pero, en general, los “Leavers” tienen la desafortunada tendencia de insultar indiscriminadamente a sus vecinos europeos, y los “Keepers” suelen ser tibios en su compromiso con la unión. Ninguno de las dos facciones despierta mucho entusiasmo al otro lado del Canal de la Mancha.

La situación política en Gran Bretaña cubre todo un abanico de reacciones en el Continente. Por un lado están los que buscan limitar el daño lo máximo posible, y por otro, los que quieren aprovechar la debilidad de Reino Unido para su propio beneficio, o en el de la Unión Europea en su conjunto.

Pero -en última instancia- esto no importa mucho, al menos en el corto plazo. Los principios clave de la posición negociadora de la UE se establecieron hace mucho tiempo, y nadie quiere cambiar una posición que ha dado tan buenos resultados. Desde la perspectiva del Continente, las decisiones importantes están en manos de los británicos; y el resto de Europa solo puede mirar y esperar.

Pero la espera ofrece rendimientos decrecientes. Las sucesivas prórrogas del artículo 50 han convencido a los continentales de que lo que la prensa británica llama “acantilados”, son -a lo sumo- “escalones” en una pendiente bastante suave. El comentarista que en los últimos doce meses describió estos eventos como “críticos”, ahora los ve con una perspectiva más amplia.

Cada vez hay más gente -incluso en la comunidad empresarial- que piensa que no ocurrirá nada demasiado dramático en el corto plazo. Y probablemente estén en lo cierto. Hablar del escenario del “no deal” del 31 de diciembre de 2020 es menos plausible que la salida sin acuerdo del pasado 31 de octubre, que a su vez fue una “fecha límite” menos creíble que la anterior, la del 29 de marzo.

Ni la Unión Europea, ni ningún Gobierno de Reino Unido medianamente responsables tienen el más mínimo interés en caer por el precipicio. Independientemente de lo que den a entender con su retórica. Lo lógico es pensar que encontrarán una vía para no dar ningún “salto al abismo”, aunque solo sea a la hora once. Eso perpetúa la incertidumbre y genera dolor para todos los involucrados. Pero -aún con todo- es mejor que la alternativa.

Mientras tanto, están sucediendo muchas cosas en todo el mundo -en muchos casos alarmantes- y la mayoría de los países europeos tienen sus propias turbulencias políticas, que para ellos son mucho más importantes que el drama del Brexit, que parece no tener fin. Y que muy posiblemente, nunca lo tendrá.