Elecciones en Israel
El voto árabe, el as para sacar a Israel del bloqueo político
La tercera fuerza parlamentaria se resiste a entrar en una coalición, pero sus líderes están dispuestos a apoyar al centrista Gantz para derrotar a Netanyahu
En plena jornada de votación durante la segunda repetición electoral en Israel del pasado septiembre, activistas del Likud fueron descubiertos colocando cámaras de reconocimiento facial en cientos de puntos de votación en poblados árabes «para controlar posible fraude». Días antes, Netanyahu publicó en su muro de Facebook: «Los árabes pretenden aniquilarnos a mujeres, niños y hombres». Como ya hiciera en 2015 –cuando advirtió de que «los árabes están llegando en autobuses a votar», el primer ministro israelí pretendía usar la incitación contra el 20% de los ciudadanos del Estado judío para intentar recabar los votos de extrema derecha e intimidar para lograr un índice de voto árabe bajo. Hace cuatro años lo logró: el índice fue un pobre 49%.
Pero el pasado septiembre creó un «efecto boomerang»: fortaleció a la Lista Árabe Unida, que volvió a agrupar a las cuatro distantes facciones y sumó 13 diputados, posicionándose como tercera fuerza política. Un 61% del votante árabe acudió a las urnas, 12 puntos más que en los primeros comicios de abril. Entonces, fruto de la separación en dos listas y el hastío hacia sus líderes, lograron 10 escaños. Para el dirigente de la coalición, Ayman Odeh, los últimos resultados demostraron que «hay un alto precio por la incitación. Nuestro partido logrará que Netanyahu se vaya a su casa».
Todavía no hay encuestas concretas, pero las sensaciones entre la población y los representantes árabes es positiva. Ahmad Tibi, peso pesado en la coalición, afirmó que «somos optimistas respecto a la opción de subir el porcentaje de voto y los escaños. Lo queremos aprovechar para influir y traer beneficios a la sociedad árabe». Y reiteró la evidencia: «La incitación de Netanyahu y sus aliados nos dan opciones de aumentar nuestro apoyo».
Si bien el relevo en la residencia de la calle Balfour de Jerusalén es la prioridad política que persiguen sus líderes, a los árabes israelíes, que también su autodenominan como palestinos con ciudadanía israelí, les preocupa fundamentalmente poner fin a la rampante criminalidad en sus aldeas –el viernes pasado golpearon al alcalde de Shaknin y mataron a un hombre en Kfar Qassem–, la discriminación en el acceso a la vivienda y el fin de la demolición de casas, y una mayor integración en los sectores académicos y profesionales de alta cualificación.
Afif Abu Much, columnista en «Al Monitor» y activista social, tuiteó tras la jugada de las cámaras: «Netanyahu, eres un antisemita. ¿Cuál es la diferencia con los neonazis? Si cualquier líder se refiriera así a los judíos, sería un escándalo internacional. ¿Imaginan a Macron diciendo que los judíos están votando para expulsarle?». En conversación con LA RAZÓN, Abu Much comentó que «la fuerza la Lista Árabe depende de la incitación contra ella, y cuando no ocurre, están en problemas. Sus dirigentes lo saben». En su criterio, la coalición se ha convertido en un «club cerrado exclusivo, y solo a ellos les concierne montar las listas».
Otro de los debates centrales es que rol debe ejercer la coalición. En este sentido, Ahmad Tibi dijo que «estaríamos dispuestos a unirnos a un frente de bloqueo –un apoyo externo como ocurrió con el laborista Isaac Rabin en 1992–, pero no a una coalición», aclarando así su disposición a dar su voto al líder de Azul y Blanco, Benny Gantz. Pero el movimiento levanta ampollas: supone apoyar a un partido sionista. Y es algo que genera controversia, como se visualizó con el rechazo de los tres escaños de la facción más radical, Balad, de dar su voto al centrista Gantz en las pasadas negociaciones.
La diputada Aida Tomeh Suleiman evidenció sus reservas: «Gantz dejó claro que quería un Gobierno de unidad [con el Likud]. ¿Cuál es la alternativa, que se vaya Netanyahu, pero seguir con la anexión y la ocupación?». Reiteradamente, los líderes árabes de Israel son acusados de utilizar la causa palestina para obtener rédito electoral, y se les achaca que descuidar las necesidades de su público.
Para Abu Much, el voto árabe puede ser un «actor que podría cambiar las reglas del juego». Pero ni las facciones de centro izquierda ni Azul y Blanco lo aprovechan: «No incluyen a árabes musulmanes o cristianos en sus listas, ya que consideran que alejándose de ellos obtendrán más votos por la derecha. Pero no es cierto. En nuestro sector hay casi 300.000 votos que no van a la Lista Árabe Unida, que tiene un techo establecido». Tan solo la izquierda sionista de Meretz incluyó a Issawi Frej en un lugar real de la lista para resultar elegido en las últimas elecciones.
Otro de los hándicaps que apunta el activista social es la falta de confianza entre los árabes de que su voto pueda suponer cambios reales más allá de «expulsar a Bibi». «No se permiten ampliar ni planear nuevos poblados, y cuando un árabe compra una casa en Afula, el alcalde convoca manifestaciones contra el comprador», recordó sobre una concentración anti árabe que despertó una gran polémica. Y añadió: «Parte del público considera que su voto no comportará cambios».
Abu Much cree que el optimismo se ha extendido en exceso entre los líderes árabes, que «solo se preocupan por quién tendrá más visibilidad en la Prensa, en lugar de ver quién hará más por sus votantes». Y defiende que si el centro izquierda judío, que «sigue prefiriendo a los árabes como actores externos», colocara a tres o cuatro árabes en puestos de cabecera, «forzaría a la Lista Árabe Unida a competir y podría obtener 15 o 16 diputados. Pero sus campañas se basan solo en Bibi, incluso lo reconocen en conversaciones privadas».
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