Israel
Israel trata de salir del bloqueo con las terceras elecciones en un año
El primer ministro, imputado por corrupción, persigue hoy un nuevo mandato tras más de diez años en el poder, pero los sondeos vaticinan otro resultado muy ajustado entre facciones
En una inédita situación equiparable a la película «Atrapado en el tiempo», los votantes israelíes vuelven hoy a votar por tercera vez en menos de un año, en un ambiente de absoluto cansancio y fatiga electoral. De nuevo, los comicios se convierten también en un referéndum sobre la continuidad del primer ministro Benjamin Netanyahu al frente del país. Según el Israel Democratic Institute (IDI), un 30% del electorado ya prevé una cuarta convocatoria, ante las grandes probabilidades de que el resultado dibuje un bloqueo similar al del pasado septiembre.
A tenor de la bajeza moral de la presente campaña, basada en repetitivos e infantiles mensajes de bombardeo por las redes sociales, no parece que hace una semana cayeran en el sur de Israel más de cien misiles lanzados por la Yihad Islámica; ni que exista un conflicto con los vecinos palestinos pendiente de resolución; ni una desigualdad económica y una rampante carestía de la vida que agrieta la sociedad a pesar de la fortaleza de la «Start-up nation» en términos macroeconómicos; ni la urgente necesidad de aplicar reformas en el sistema de transporte público o la debilitada sanidad; ni el creciente odio entre las distintas «tribus» por cuestiones elementales como la relación entre religión y Estado.
A Netanyahu, que decidió permanecer en el ring electoral a pesar de que el próximo mes se sentará en el banquillo de los acusados para afrontar tres casos de corrupción, fraude y abuso de confianza, parece que «la estrategia del odio» le sigue dando rédito: en los últimos sondeos publicados por el canal Kan, sobrepasaba por un escaño al Azul y Blanco de Benny Gantz (35 a 34). Además, según las cifras reveladas esta semana por el IDI, el 44% del público sigue prefiriendo un gobierno derechista encabezado por el «Rey Bibi», frente a quienes apuestan por un ejecutivo encabezado por Gantz (41%).
En unos últimos compases de campaña marcados por las revelaciones de grabaciones privadas y rumores infundados, el programa televisivo Uvdá desveló ayer una charla de Natan Eshel, ex asesor del «premier» israelí, en que reconoce que «a ese público, el no ashkenazi –léase mizrají–sefardí, judíos procedentes de Oriente Medio y el norte de África–, les entusiasma el odio. Ellos lo odian todo, y hemos logrado potenciar eso». Las palabras de Eshel, grabado antes de las elecciones de septiembre, añade que «también valoran a un político que sabe robar», y para reforzar su argumento, aclara que tras la imputación judicial emitida por Avichai Mandelblit, asesor letrado del Gobierno, el apoyo a «Netanyahu subió un 20%».
Para intentar justificarse, Eshel continuó avivando las llamas: «Me avergüenza el comportamiento de tantos años de la tribu blanca (élite ashkenazi, judíos de origen europeo) y sus ataques al legado de los sefardíes, que tienen la razón de estar enfadados», dijo para justificar su apuesta por el odio como un arma electoral.
En los cuarteles de Azul y Blanco, otra grabación secreta sacó los colores al ex comandante en jefe del Ejército Benny Gantz, que el sábado fulminó a su principal asesor, Israel Bajar, tras la publicación en el canal 12 de una conversación de su ayudante con un rabino en que aseguraba que «es un potencial peligro para Israel», y que «no tendrá el coraje para atacar a Irán» en caso de necesidad. Gantz replicó que «está claro que se trata de una manipulación muy grave. De todos modos, no estoy dispuesto a que alguien que trabaja conmigo hable así de mí». Paradójicamente, el propio Netanyahu se reunió con el rabino que difundió el audio días atrás, pero desde el Likud aclararon que «no se trató de una visita política, ni de un acto de campaña o con fines electorales».
Además, Gantz afrontó también una infundada campaña de supuestas relaciones extramatrimoniales impulsada por el joven Yair Netanyahu –que esparció el rumor mediante un selfie de campaña del exmilitar con una joven– y un clip del Likud insinuando que tiene problemas mentales, y que pone en duda sus habilidades cognitivas para liderar el país.
Si no logra nuevamente los 61 apoyos necesarios para formar coalición, Netanyahu prevé jugar otras cartas: «Les estoy preparando sorpresas. Les doy una pista: Gadi Yebarkan no es el único», dijo refiriéndose al diputado de Azul y Blanco que se marchó al Likud en plena campaña, sugiriendo así que podría haber más deserciones.
A la derecha, los últimos rifirrafes los protagonizaron ayer Avigdor Lieberman, líder de Israel Beitenu y posible árbitro para desencallar el bloqueo, que aseguró saber de «una fuente fidedigna que Netanyahu le aseguró al rey de Jordania que no anexionará el Valle del Jordán»; y la extrema derecha racista de Otzmá Yehudit, que rompió un acuerdo verbal con el Likud –que pretendía convencerles para que se retiraran– y finalmente concurrirá. Como no sobrepasará el porcentaje de voto mínimo (3,25%), sus «votos a la basura» podrían debilitar al bloque derechista.
Además del bloqueo, Israel sufre también la crisis internacional por la expansión del coronavirus: se han detectado siete contagiados, hay miles en cuarentena, se asignaron 16 urnas para los aislados, y Gantz insinuó que el rival esparce «fake news» para debilitar a Azul y Blanco.
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