Guerra fría

China toma el control del consulado de Chengdu tras la expulsión de EE UU

La arriada de la bandera americana en la oficina diplomática de la capital de Sichuan es una muestra plástica de la escalada de tensión entre las dos superpotencias

La arriada de la bandera americana de su consulado en Chengdu, puso fin este lunes a una turbulenta semana en la que las relaciones entre EE UU y China alcanzaron nuevos mínimos, arrastrando además a mercados y negocios globales.

Unas horas antes de que expirara el plazo para su cierre -ordenado por Pekín el pasado viernes - y en respuesta a la clausura del consulado chino en Houston (EE UU) , el consulado general americano en la ciudad suroccidental de Chengdu fue cerrado y las autoridades locales pertinentes ingresaron por su entrada principal y tomaron control de las instalaciones.

Las calles que rodeaban el edificio, bloqueadas desde primera hora de la mañana, se encontraban blindadas por una fuerte presencia policial vigilando las intersecciones, mientras una multitud de personas se congregaron entre vítores y portando banderas en los alrededores.

Grúas transportando contenedores y camiones de mudanza se podían ver frente a la entrada principal de la delegación diplomática, mientras soldados chinos ocupaban firmes sus puestos fuera del consulado y equipos de trabajadores y funcionarios locales con maletines negros, entraban en la misión.

“¡Larga vida al pueblo chino! “¡Viva el Partido Comunista!”, exclamaba un hombre antes de ser escoltado por fuerzas policiales.

Mientras que la capital de la provincia de Sichuan no está particularmente considerada como un semillero de tensiones políticas internacionales, la ciudad se convirtió en el foco de una efusión de sentimientos nacionalistas después de que Pekín ordenara el cierre de la misión estadounidense el viernes.

Finalmente el desbloqueo de carreteras al consulado se produjo alrededor del mediodía, mientras la placa del consulado y el emblema nacional americano en el exterior quedaron cubiertos por telas y paneles.

“Estamos decepcionados por la decisión del Partido Comunista Chino y nos esforzaremos por seguir llegando a la gente de esta importante región a través de nuestros otros puestos en China”, expresaba un comunicado del Departamento de estado americano, que aseguraba que el mismo “ha estado en el centro de las relaciones con el pueblo de China Occidental, incluyendo el Tíbet, durante 35 años”.

El consulado de Chengdu fue inaugurado en 1985 por el entonces presidente George H. W. Bush, y en él trabajaban unas 200 personas-150 de ellos trabajadores locales- que cubrían el Tíbet, entre otras regiones del suroeste de China.

China afirmó que parte del personal del consulado de Chengdu estaba “realizando actividades que no estaban en línea con sus funciones”. De hecho, el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, Wang Wenbin, señaló que dicha actividad había interferido en los asuntos de Pekín y perjudicado su interés de seguridad.

El consulado se consideraba estratégicamente importante, porque permitía a EEUU reunir información sobre el Tíbet, donde ha habido una larga presión por la independencia. Grupos de derechos humanos han acusado durante mucho tiempo a China de represión religiosa y abusos en el Tíbet, lo que Pekín niega tajantemente.

Con su industria y su creciente sector de servicios, Estados Unidos también considera que Chengdu ofrece oportunidades para la exportación de productos agrícolas, automóviles y maquinaria.

El movimiento de Pekín se produjo en represalia por la orden de EE UU de cerrar el consulado chino en Houston, alegando que el sitio albergaba espías que trataban de robar datos de las instalaciones en Texas, incluyendo el sistema médico de Texas A&M y el Centro de Cáncer MD Anderson de la Universidad en la ciudad.

Esta nueva “batalla de consulados” marca un nuevo punto álgido en las discrepancias entre las mayores economías del mundo, que difícilmente parece que se pueda suavizar. De cara al futuro, las perspectivas de reconciliación parecen escasas, incluso si Washington eligiera una nueva administración en noviembre. La desconfianza y el rencor que rodea a las disputas sobre el supuesto robo de tecnología, la seguridad nacional, los derechos humanos, Hong Kong, Taiwán y el Mar del Sur de China, son ahora los principales lastres de una relación que durante mucho tiempo ha tratado de aislar esos asuntos para evitar que impidan los lazos comerciales.

Negocios globales - que han estado navegando en la guerra comercial entre EEUU y China durante dos años - están siendo arrastrados por la última escalada. El Fiscal General de los Estados Unidos William Barr dijo este mes que compañías como Walt Disney Co. y Apple Inc. se han convertido en peones de China, mientras que el presidente Donald Trump dijo que estaba considerando prohibir la aplicación de video TikTok de ByteDance Ltd. como represalia por el manejo del coronavirus por parte de China.

Por su lado, el Gobierno del presidente Xi Jinping ha tomado represalias con medidas que incluyen sanciones no especificadas, al contratista de defensa Lockheed Martin Corp. después de que EE UU aprobara un posible acuerdo de 620 millones de dólares para suministrar piezas de misiles a Taiwán. Y ha amenazado con poner en la lista negra a las empresas por otros asuntos también.

Asimismo, la empresa británica HSBC Holdings Plc se vio obligada recientemente a responder sobre sus tratos con Huawei Technologies Co. Esto ocurrió sólo semanas después de que el prestamista con sede en Londres, tuvo que prometer la aprobación de las nuevas y duras leyes de seguridad impuestas por Pekín a Hong Kong.

La progresiva disociación que comenzó con las barreras comerciales, se está trasladando a las esferas tecnológica, financiera y diplomática.