Unión Europea

Londres y Bruselas reanudan el diálogo para evitar un Brexit comercial

La pesca y las regulaciones fiscales y sociales permanecen como los principales escollos a cuatro meses de concluir el período de transición

Nigel Farage, líder del Partido del Brexit, junto a varios simpatizantes en el puerto de Dover
Nigel Farage, líder del Partido del Brexit, junto a varios simpatizantes en el puerto de DoverWILL OLIVEREFE

Londres y Bruselas retoman hoy las negociaciones para intentar cerrar un pacto comercial, tras el histórico divorcio que se oficializó a principios de año. La pandemia monopoliza ahora las agendas de los mandatarios europeos. Sin embargo, el Brexit sigue su curso y si Reino Unido y la UE no logran cerrar un acuerdo en otoño, las relaciones entre ambas partes a partir de enero –cuando los británicos saldrán ya a efectos prácticos del bloque– se regirán únicamente por las directrices de la Organización Mundial del Comercio. Eso supone, cuotas y aranceles, un Brexit duro.

Michel Barnier, el negociador comunitario, ha fijado como fecha límite para conseguir fumata blanca finales de octubre, plazo que cuenta con el apoyo de socios influyentes como Alemania. Al final, un eventual pacto debe ser ratificado por los Estados miembros, por lo que no se puede apurar el calendario hasta diciembre y, en esta ocasión, no hay margen para ampliación de plazos, ya que la fecha límite para que Londres hubiera solicitado una prórroga venció el 30 de junio.

La última ronda de negociaciones en julio dejó algunos avances. Reino Unido aceptó las demandas de la UE para que la relación futura se rija por un marco general en lugar de acuerdos separados. Y, por su parte, Bruselas ha admitido que Reino Unido nunca abandonará su línea roja para que el Tribunal de Justicia de la UE tenga poder como árbitro.

En cualquier caso, aún quedan cuestiones clave. Es el caso de la pesca (sin apenas relevancia económica para Reino Unido, pero de tremendo significado político para los euroescépticos) o el famoso «level playing field», es decir, un compromiso por parte de Londres para mantener sus estándares laborales, medioambientales, fiscales y de ayudas de Estado en niveles similares a los comunitarios, para así evitar una competencia desleal.

Teniendo en cuenta que Reino Unido ha entrado ya oficialmente en recesión y que el desplome del PIB del 20,4% en el segundo trimestre ha supuesto una caída histórica, cabría pensar que Downing Street hará todo lo que esté en sus manos para evitar el precipicio que sería un Brexit duro.

Pero con Boris Johnson todo puede ocurrir. Aunque un divorcio caótico tendría enormes repercusiones económicas a corto plazo, el «premier» está recibiendo presión por parte de los «brexiters» más radicales, que nunca han querido un pacto, y ahora consideran que se puede sacar beneficio de la pandemia echando al virus la culpa de todo.

Aunque las reuniones con la UE estén acaparando todo el protagonismo, no son las únicas. Al salir del club, Reino Unido dejará de beneficiarse de todos los acuerdos que el bloque tiene con terceros países. Los «sherpas» británicos están negociando estos días también con Japón, Australia y Nueva Zelanda. Pero en este escenario tampoco se han logrado aún grandes avances.