Donald Trump

La salud del presidente: las mentiras que protegen un secreto de estado

No será la primera vez que la Casa Blanca oculta enfermedades de un mandatario

El helicóptero Marine One despega del jardín sur de la Casa Blanca después de transportar al presidente de Estados Unidos, Donald Trump
El helicóptero Marine One despega del jardín sur de la Casa Blanca después de transportar al presidente de Estados Unidos, Donald TrumpMICHAEL REYNOLDSEFE

El positivo de Donald Trump en coronavirus y su ingreso en un hospital durante tres días han disparado rumores y confusión en cuanto a su verdadero estado de salud. De hecho, aunque el presidente asegure estar bien, las imágenes parecen demostrar todo lo contrario. De hecho se ha llegado a decir que Trump ha pedido el alta en contra de la opinión de sus médicos.

¿Por qué tantas contradicciones en los partes médicos y declaraciones de los doctores que le atienden? El secretismo sobre la salud del presidente no es nada nuevo, como tampoco lo son los intentos, con medias verdades, de acallar rumores. Hace casi tres años se hizo público el examen médico anual de Trump, incluida una evaluación de su capacidad cognitiva, quizá para acabar con las insinuaciones sobre su estabilidad mental.

Estos días se ha especulado con que el Gobierno estuviera minimizando los síntomas de Trump. No seria una novedad. Ya ocurrió con varios inquilinos de la Casa Blanca. La enfermedad es un signo de debilidad que ningún gobernante quiere mostrar.

James Madison, el cuarto presidente norteamericano, ocultó al Congreso una grave dolencia intestinal, según The New York Times. Abraham Lincoln, decimosexto presidente, estaba incubando la viruela cuando pronunció su famoso discurso de Gettysburg.

El vigésimo segundo presidente Grover Cleveland se sometió a una cirugía secreta para extirpar una parte cancerosa de su mandíbula e hizo decir a sus asistentes que se trataba de un problema dental.

Woodrow Wilson, vigésimo octavo presidente, ocultó durante meses haber sufrido un derrame cerebral debilitante y se dice que su mujer fue quien tuvo que tomar las decisiones durante cuatro meses.

El trigésimo segundo presidente Franklin D. Roosevelt escondió con la ayuda de sus colaboradores su dificultad para caminar debido a la polio y jamás se mostró en público en silla de ruedas.

Kennedy sufría la enfermedad de Addison y Ronald Reagan comenzó a padecer alzheimer antes de abandonar el Despacho Oval, según contó su hijo.

El problema, y la diferencia con sus predecesores, de la enfermedad de Trump es que es contagiosa.