EE UU

El populismo agrieta a los republicanos

Conservadores clásicos como Pence, McConnell se distancian de Trump tras el caos en el Capitolio

El vicepresidente de EE UU, Mike Pence, durante la certificación del Colegio Electoral
El vicepresidente de EE UU, Mike Pence, durante la certificación del Colegio ElectoralPOOLREUTERS

Nada ilustra mejor la brecha en carne viva que consume al partido republicano que la postura de sus senadores y congresistas en la votación para ratificar los resultados de las presidenciales. A pesar del caos, varios senadores y al menos un centenar largo de congresistas siguieron adelante con sus objeciones. No pareció importarles la dantesca jornada que acababa de vivir Washington ni la evidencia de que son cerca de 100 los casos de demandas electorales perdidas en los tribunales, básicamente todas las presentadas, por falta de pruebas.

Tampoco les influyó el discurso del senador Mitch McConnell, líder de la ya extinta mayoría republicana, que había recordado por la mañana que «nada prueba la ilegalidad a la masiva escala capaz de inclinar unas elecciones». «Los votantes, los tribunales y los estados han hablado», dijo entonces, «todos han hablado. Y si los invalidamos, dañaríamos nuestra república para siempre». De madrugada, cuando los senadores reiniciaron la sesión para certificar la victoria del candidato demócrata, McConnell aseguró que la turba había intentado «trastornar nuestra democracia».

A pesar de sus palabras, y de que el establishment republicano había intentado convencer a los suyos de que abandonaran sus pretensiones, siguieron adelante. Los senadores Cindy Hyde-Smith, Josh Hawley, Ted Cruz, Tommy Tuberville, Roger Marshall, Cynthia Lummis y Rick Scott, así como 138 congresistas, pidieron anular los resultados de Pensilvania, mientras que 92 senadores y 282 congresistas confirmaron los resultados. En el caso de Arizona, los senadores John Kennedy, Cruz, Tuberville, Hawley, Marsahll y Hyde-Smith, así como 121 congresistas, votaron a favor de subvertir los resultados, mientras los otros 93 senadores y 303 congresistas confirmaron los resultados. Si Trump pudo mantener su avalancha de infundios durante semanas fue, en buena medida, gracias a la cobertura que le ofrecieron senadores como Cruz y Hawley.

A su lado, en cambio, otros colegas, antaño cercanos a Trump, dejaron claro que no estaban dispuestos a mantener el pulso institucional. «Cuando algo se ha terminado, se ha terminado», dijo Lindsey Graham, «Joe Biden y Kamala Harris han sido elegidos legalmente y se convertirán en presidente y vicepresidente de los Estados Unidos el 20 de enero». Graham, por supuesto, es el mismo senador que durante años ha brindado cobertura ideológica y política a un Trump al que en 2016, cuando el constructor se postulaba a las primarias del partido, llegó a calificar de peligro para la democracia. «Si nominamos a Trump», escribió Graham el 3 de mayo de 2016, «seremos destruidos ... y lo mereceremos».

Su trayectoria ha sido muy distinta a la de colegas como el también republicano Jeff Flake, congresista entre 2001-2013 y senador de 2013 a 2019, cuando resolvió no presentarse a la reelección. En las páginas del New York Times Flake ha escrito que la irrupción de un «demagogo peligroso», más el apoyo que le brindó su partido, acabó con su carrera política. «O mejor dicho», escribió, «no compartía la renuncia a los principios conservadores centrales de mi partido en favor de ese demagogo». Su pieza remataba con una dramática llamada a sus ex compañeros de partido, a los que exhortaba a seguir el ejemplo del secretario de Estado de Georgia, el republicano Brad Raffensperger, que «nos ha mostrado esta semana, podemos enfrentarnos a las corrupciones de un demagogo».

Igual de contundente fue el senador Mitt Romney, que advirtió de que «Ninguna auditoría dirigida por el Congreso convencerá jamás a esos votantes, particularmente cuando el presidente seguirá afirmando que la elección fue robada. La mejor manera en que podemos mostrar respeto por los votantes que están molestos es diciéndoles la verdad. Esa es la carga y el deber del liderazgo». Desde fuera de la Cámara, anticipando la guerra civil por el alma del partido, llegaban las voces de pesos pesados como George W. Bush, que calificó lo sucedido de «espectáculo repugnante y desgarrador».

«Estoy consternado por el comportamiento imprudente de algunos líderes políticos desde las elecciones y por la falta de respeto que mostrada hoy por nuestras instituciones, nuestras tradiciones y nuestra aplicación de la ley», dijo el hombre que fue presidente entre 2000 y 2008. «El asalto violento al Capitolio», añadió, «y la interrupción de una reunión del Congreso ordenada constitucionalmente, fue emprendida por personas cuyas pasiones han sido inflamadas con mentiras y falsas esperanzas».