Pandemia
En los últimos tiempos no dejan de circular mensajes apocalípticos con cierta guasa que predicen el fin del mundo de las maneras más variadas. Ataques de zombis, invasiones extraterrestres, desastres naturales u otras ideas que, si no fuera por lo vivido en estos últimos meses, parecerían de lo más disparatadas. Aunque la mayoría de ellas lo son, la pandemia mundial ha dejado la puerta abierta a pensar que quizás no sean tan descabelladas. Eso es lo que precisamente debieron pensar los habitantes de Wuhan el año pasado cuando las autoridades chinas decretaron tal día como hoy el primer confinamiento del siglo XXI, algo inimaginable entonces y difícil de digerir
Aquel día, esta ciudad china se selló a cal y canto y sus once millones de habitantes quedaron encerrados en su interior. El transporte público dejó de funcionar, los trenes de alta velocidad pasaban de largo sin parar en la ciudad, el aeropuerto aparcó los aviones y las calles quedaron desiertas. Como si de un paciente en coma se tratara, en Wuhan lo único que latía eran unos hospitales saturados que no daban abasto. Pronto las imágenes de los pasillos colapsados con gente enferma por los suelos y de cadáveres amontonados se hicieron eco en distintos medios, lo que terminó de desatar el miedo ante un virus desconocido que estaba causando estragos.
Los primeros días de encierro estuvieron repletos de incertidumbre y de ciudadanos desconcertados ante tamaña decisión. Sobre todo porque tan solo hacía tres semanas que se había comenzado a hablar de una neumonía atípica relacionada con el mercado de pescado y marisco de Huanan y el hermetismo de las autoridades estaba contribuyendo a aumentar las especulaciones. De hecho, no fue hasta tres días antes del bloqueo cuando se confirmó que la más tarde bautizada comocovid-19 se transmitía entre humanos.
Aunque a la postre esta medida tan criticada por los Gobiernos occidentales se mostró efectiva para recuperar una normalidad que todavía no ha llegado a otros puntos del globo, los analistas coinciden en señalar que llegó tarde. La falta de coordinación y lentitud en la respuesta de las autoridades dejó la puerta abierta para que millones de personas siguieran desplazándose a las puertas de las vacaciones del Año Nuevo Lunar, lo que sin duda contribuyó a la propagación del virus.
“Está claro que las autoridades chinas podrían haber aplicado de forma más contundente medidas de salud pública en enero”, rezaba un informe elaborado por expertos y publicado esta semana. En él, también se hacía referencia a la Organización Mundial de la Salud (OMS), que también tardó en dar la voz de alarma y en declarar el nuevo coronavirus como pandemia mundial.
Lo cierto es que Wuhan vivió 76 jornadas de bloqueo en las que se dieron situaciones de todo tipo. En los primeros días de confinamiento, en medio de la escasez de material médico y de protección, la ciudad levantó de la nada dos hospitales y movilizó a 42.000 sanitarios. Aquellos días en los que el transporte público dejó de operar, los ciudadanos se servían de bicicletas para poder llegar a los supermercados, algo que más tarde resultó imposible con la prohibición del Gobierno de salir a hacer la compra.
Conforme avanzaban los días, las autoridades implementaron otras medidas como las aplicaciones móviles de rastreo o aislar a casos sospechosos y sus contactos. Con todo ello lograron cercar al virus e impedirle seguir extendiéndose por el país. Así, cuando terminó el confinamiento, Wuhan había acumulado el 60% de los contagios en el país y más del 80% de los fallecidos.
Con la economía tocada pero no hundida, muchos comercios y restaurantes reanudaron su actividad y poco a poco se fue recuperando la ansiada rutina. Con el paso de los meses y con el virus a raya, los ciudadanos de Wuhan también aparcaron las mascarillas y comenzaron a reunirse en discotecas o piscinas generando unas imágenes que chocaban con lo que en ese momento se estaba viviendo en el resto del mundo.
Aquellas estampas demostraron que la estrategia china había funcionado y Pekín lo aprovechó para presumir de su gestión de la pandemia presentándola como el ejemplo a seguir. Sin embargo, algunos analistas no están totalmente de acuerdo, ya que en ese proceso hay muchas voces críticas a los que se les hizo callar. Desde los primeros médicos que dieron la voz de alarma, a los periodistas ciudadanos que acabaron detenidos por mostrar imágenes que no habían pasado previamente por la censura estatal.
A día de hoy, Wuhan ha recuperado el tono previo a la pandemia y sus centros comerciales lucen mientras sus habitantes contribuyen al gasto y siguen haciendo aumentar a la única economía que creció en 2020. Eso sí, algunos de ellos han recuperado la mascarilla después de que en las últimas semanas hayan tenido lugar una serie de brotes que todavía no están controlados.
El más peligroso es el de la provincia de Hebei, donde han confinado la capital provincial, Shijiazhuang, y se está construyendo un hospital de 4.000 plazas. También hay otro en la provincia de Heilongjiang, y otro en Shanghái, que ha sumado 12 casos.
Mientras las autoridades se emplean a fondo con el fin de controlar estos brotes a las puertas del año lunar, planean testear a millones de personas y aceleran el programa de vacunación, el equipo de la OMS que aterrizó en China hace más de una semana guarda cuarentena en un hotel de Wuhan, ciudad a la que se han desplazado para comenzar una investigación que buscará arrojar algo de luz sobre el origen del nuevo coronavirus.