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Golpe de Estado

Tercera jornada de protestas en Birmania: La Junta Militar enseña los dientes

Los generales decretan la ley marcial para neutralizar las protestas contra el golpe de Estado

La policía dispara un cañón de agua contra los manifestantes que se manifiestan contra el golpe en Naipydó STRINGERREUTERS

Cuando en el año 2007 en plena Revolución del Azafrán se sucedían las protestas antigubernamentales en Birmania, la Junta Militar advirtió a los ciudadanos de que tomarían medidas contra aquellos que salieran a las calles a protestar. En tan solo dos días cumplieron su palabra y abrieron fuego contra los manifestantes matándolos por decenas.

Hoy, tras tres días seguidos en los que miles de ciudadanos han salido a las calles a protestar contra el golpe de Estado que dio el Ejército el pasado lunes, los uniformados advertían mediante un mensaje emitido en la televisión estatal de que se tomarán medidas, y a última hora imponían la ley marcial en varias localidades. Unas acciones que han traído a la memoria la represión de entonces y los peores presagios ahora.

En algunas ciudades como Rangún y Mandalay se imponía un toque de queda de las 20:00 a las 04:00 de la mañana y se prohibían las reuniones de cinco o más personas en lugares públicos como carreteras y parques. Con estas restricciones los militares se otorgaban legitimidad para actuar si así lo consideraban necesario. Sobre todo después de que tras una semana de tímidas caceroladas y pitadas, el lunes se multiplicaran las protestas por todo el país y en algunas de ellas se produjeran los primeros altercados.

Concretamente, en Naipyidó -la capital del país- la Policía utilizó cañones de agua para dispersar a unos manifestantes que piden que se regrese a la senda democrática y se libere a la líder del país, Aung San Suu Kyi, que permanece detenida desde que tuvo lugar la asonada junto a más de 160 políticos y activistas aliados. Allí se vivieron momentos de mucha tensión con numerosos militares apostados con sus armas y los ciudadanos coreando consignas a tan solo unos metros. Situaciones similares se dieron en el conflictivo estado de Rakhine o en Rangún.

A la vista de la reivindicativa jornada, el líder del impuesto gobierno militar, el general Min Aung Haling, salió a la palestra para dar su primer discurso televisado. En él instó a los ciudadanos a dar prioridad a los hechos y no a los sentimientos, e insistió en que se celebrarían elecciones y el poder se entregará al partido ganador. El Ejército justifica su acción porque considera un «fraude» las elecciones de noviembre en las que la Liga Nacional por la Democaria (LND) se hizo con el 83% y culpa a sus líderes, ahora bajo arresto, de no haberlas llevado a cabo de manera adecuada.

En su alocución, aseguró que el país se convertirá en una «democracia verdadera y disciplinada» y que su mandato será diferente al de otras épocas. Sin embargo, la oposición no deja de crecer y numerosos funcionarios del Ministerio de Salud, Educación, Inversión, Bienestar Social y Construcción y del Departamento de Bosques y Ferrocarriles han dejado de lado el miedo a una represión violenta y se han unido al movimiento de desobediencia civil iniciado por los médicos el pasado miércoles. «Volveremos a trabajar solo después de que el poder sea devuelto al gobierno elegido democráticamente», declararon desde Bienestar Social, mientras U Than Toe Aung, subsecretario permanente del Ministerio de Construcción, mostraba su intención en Facebook de unirse al movimiento. “Condeno enérgicamente a los dictadores militares que tomaron el poder por la fuerza y formaron ilegalmente el Consejo Administrativo del Estado”, apostilló.

Mientras, Thomas Andrews, el investigador de la ONU sobre derechos humanos en Birmania, ha pedido que se convoque una sesión especial para mostrar a los ciudadanos de Birmania que “no están solos”. “Debemos responder con urgencia a la difícil situación de la gente en Myanmar y al rápido deterioro de la situación de los derechos humanos allí”, añadió.

Más aún cuando el Ejército ordenó el cierre de algunas redes sociales como Facebook y redujo la conectividad de internet, acciones que pueden contribuir a esconder las atrocidades del nuevo gobierno si tal y como han advertido reprimen a una población que parece que no se va a quedar quieta en sus casas. “La generación Z no tenemos miedo de nada. Queremos de vuelta la democracia. No nos rendiremos”, se podía leer en Twitter.

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