Arabia Saudí

La prometida de Khashoggi pide a Biden que el príncipe heredero saudí sea castigado “sin demora”

“La verdad es ahora tan clara e irrefutable y no debe ser ignorada”, afirma la novia del periodista asesinado

El príncipe heredero Mohamed bin Salman
El príncipe heredero Mohamed bin SalmanDPA vía Europa PressDPA vía Europa Press

La prometida del periodista saudí asesinadoJamal Khashoggi pidió el lunes que se castigara al príncipe heredero Mohamed bin Salman (MBS) después de que un informe de inteligencia de Estados Unidos descubrió que había aprobado el asesinato.

En un comunicado durísimo, la mujer que estaba prometida al periodista Jamal Khashoggi, Hatice Cengiz, pide justicia. El columnista del “Washington Post”, residente en Estados Unidos, exiliado político, padre de cuatro hijos, fue asesinado y desmembrado, según los servicios secretos estadounidenses, por orden del príncipe heredero de Arabia Saudí, MBS. Y ahora Cengiz opina que «es esencial que el príncipe heredero sea castigado sin demora».

“Si el príncipe heredero no es castigado», añade, «quiere decir que los culpables principales pueden salirse con la suya, lo que nos pondrá en peligro a todos y ensucia nuestra humanidad. Lo cierto es que a la Casa Blanca se le acaba el tiempo en el asunto del asesinato del periodista y al presidente, Joe Biden, le acucian ya las dudas y reproches de quienes entienden que no está tomándose en serio la promesa de defender los derechos humanos en todo el mundo.

De poco sirve como coartada o consuelo que la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki, acuda a las televisiones para explicar por qué su gobierno ha decidido no sancionar al hombre al que los servicios secretos de Estados Unidos responsabilizan del crimen. Sostiene Psaki, por ejemplo en CNN, que hay formas más eficaces, fórmulas más efectivas para que paguen los asesinos del columnista del “Washington Post”.

FILE PHOTO: Hatice Cengiz, the fiancee of murdered journalist Jamal Khashoggi, attends a news conference in Brussels, Belgium December 3, 2019. REUTERS/Francois Lenoir/File Photo
FILE PHOTO: Hatice Cengiz, the fiancee of murdered journalist Jamal Khashoggi, attends a news conference in Brussels, Belgium December 3, 2019. REUTERS/Francois Lenoir/File PhotoFrancois LenoirREUTERS

Lo que sea excepto ir directamente contra el príncipe heredero Mohamed bin Salman. Su problema es que la CIA ya dijo hace que el príncipe «aprobó una operación en Estambul (Turquía) para capturar o matar al periodista saudí Jamal Khashoggi», que las evidencias son abrumadoras y que «desde 2017», reza el informe, «el príncipe heredero ha tenido el control absoluto de las organizaciones de seguridad e inteligencia del Reino, por lo que es muy poco probable que los funcionarios sauditas hubieran llevado a cabo una operación de esta naturaleza sin su autorización».

Hace unos días el propio presidente Joe Biden habló por teléfono con el rey de Arabia Saudí, Salmán bin Abdulazi, mientras que el secretario de Estado, Antony Blinken, hacía lo propio con el ministro de Asuntos Exteriores saudí, Faisal Bin Farhan Al Saud. A la vista de la inanición demostrada por Washington cuesta creer que esas llamadas no sirvieran para colocarse la venda antes de cualquier potencial herida y para dejar claro que más allá del crimen y de la búsqueda de justicia siguen primando los intereses geoestratégicos compartidos.

La crítica más demoledora ha llegado por boca del ex presidente, Donald Trump, que comentó en Fox News los inevitables paralelismos entre la solución adoptada por Biden y las que implementó su propio Gobierno.

«Es lamentable que todo el incidente haya tenido lugar», dijo, al tiempo que insinuaba que no hay más remedio que atenerse a los principios no siempre limpios de la realpolitik.

El idealismo nunca guió la política internacional, menos aún en una región tan volátil como Oriente Medio. Pero eso no le servirá a Biden frente al bombardeo en forma de editoriales y columnas que ya resuena en cabeceras tan influyentes como el propio Post y el “New Yorker”. Por el camino de la razón de Estado corre el peligro de enemistarse con algunos de sus principales valedores mediáticos.