Imagen renovada
La propaganda en las redes, la más sofisticada de los talibanes 2.0
Solo ha sido necesaria una semana para percibir con claridad que los nuevos líderes fundamentalistas tratan de presentarse como moderados
Todo ha cambiado mucho en veinte años. A pesar de defender una visión extremista del islam y formas retrógradas en todos los órdenes de la vida social e individual, la nueva generación de talibanes es más que consciente de que el mundo, más interconectado que nunca, no es el de 1996. Y que los mensajes que lanzan no solo van dirigidos a los 33 millones de afganos, sino a una audiencia planetaria. A una comunidad internacional de cuya resignada aceptación dependerá la supervivencia a medio plazo del régimen fundamentalista que parece asentarse sin remedio en el país de Asia Central. Y para lanzar esos nuevos mensajes propagandísticos al mundo, nada mejor que un buen dominio de las redes sociales, indiscutible ágora planetaria.
Solo ha sido necesaria una semana para percibir con claridad que los nuevos líderes fundamentalistas tratan de presentarse como moderados, tolerantes, magnánimos y respetuosos con los derechos humanos, especialmente con los de la mujer. Lo han hecho en ruedas de prensa homologables a las de cualquier gobierno occidental, con turnos de preguntas y cuidadas puestas en escena. Y, sobre todo, a través de Facebook, Instagram, Youtube o Twitter, las principales redes sociales. Cuando llegaron al poder hace veinte años, una de las primeras decisiones que tomaron los integristas fue suprimir Internet. Hoy, el mundo es impensable sin él; también Afganistán.
“Los talibanes de hoy conocen profundamente las redes sociales, nada que ver con lo que era el grupo hace veinte años”, aseguraba a The Washington Post la directora ejecutiva de SITE Intelligence Group Rita Katz, sitio especializado en el análisis del extremismo yihadista.
En Twitter, por ejemplo, los fundamentalistas emplean miles de cuentas –algunas de ellas oficiales, otras anónimas- para difundir sus mensajes de moderación, unidad y paz. Un ejemplo es el perfil de Suhail Shaheen, portavoz talibán, muy activo en Twitter, donde tiene cerca de 400.000 seguidores. Este domingo lanzaba en la red social un mensaje de tranquilidad dirigido a la prensa, a la que aseguran dejarán trabajar con libertad. “Un comité formado por tres miembros ha sido creado en Kabul para dar garantías de seguridad a los medios”.
También lo hacen en otras aplicaciones de mensajería como WhatsApp o Telegram, infiltrándose en grupos de activistas o periodistas. En la primera han abierto, con gran éxito, una línea para que la ciudadanía informe de actos violentos, saqueos y alteraciones del orden público en otro sofisticado ejemplo de uso de estas redes para mostrar una imagen de rigor y responsabilidad. La web oficial de los talibanes afganos, por ejemplo, difunde su propaganda en inglés, árabe, urdu además de darí y pastún, estas últimas principales lenguas de Afganistán.
Los expertos advierten de que tal nivel de sofisticación no es posible sin que varias firmas de relaciones públicas les estén asistiendo como si de grandes corporaciones o campañas políticas se tratase. La juventud de sus mandos, muchos por edad ‘milennials’, hace el resto.
Uno de los objetivos de los mandos talibanes ha sido presentarse ante la sociedad como una fuerza sólida, eficaz y seria frente al Estado afgano y sus fuerzas de seguridad. Las deserciones masivas de los soldados y policías afganos evidencian el triunfo de la estrategia. No ha sido la única razón del éxito militar y del derrumbe de lo que desde Occidente se consideró un día una joven y vibrante democracia, pero les ha espoleado.
El cinismo talibán les ha llevado a ir más allá y presentarse con inocencia, como si su vuelta al poder y la tragedia de los afganos fueran un juego de niños. Se los ha visto paladeando helados al caer la tarde y hasta de unos coches de choque tras la toma de la ciudad de Herat. Un video difundido recientemente mostraba a un grupo de combatientes vestidos en traje de camuflaje con el fondo de un bello atardecer y el mensaje “en una atmósfera de libertad”. Unas imágenes que contrastan necesariamente con el caos y la desesperación en las evacuaciones. Nada es casual.
La nueva generación de los integristas, en fin, es consciente de la importancia de construir una narrativa para consolidar su poder. En ese relato de lo sucedido en los últimos años los estadounidenses y resto de aliados occidentales son presentados como los responsables del conflicto y la violencia en Afganistán. Frente a ellos, el nuevo orden talibán.
Mensaje moderado, ideología fanática
Pero los talibanes son también conscientes de que no será fácil que la población afgana, sobre todo la urbana, se acomode fácilmente al nuevo régimen. Gran parte de la sociedad los conoce -por experiencia directa- en la teoría y en la práctica.
Los expertos no admiten dudas: la ideología fundamentalista de los talibanes, con formas de gobierno y justicia basadas en la ley islámica o sharía, es la misma de siempre y las prácticas en los lugares donde ya se imponen desde hace tiempo son tan crueles y salvajes como cuando gobernaron Afganistán (1996-2001) antes de ser derrocados por la fuerza. Naciones Unidas y la Inteligencia de varios países occidentales han dado cuenta de las atrocidades cometidas en distintos puntos del país en las últimas semanas y meses.
Una de las consecuencias de la llegada de los talibanes es la desaparición de las nuevas voces, los nuevos influencers, de las redes sociales afganas. Es el caso, y no es el único, de Ayeda Shadab, un icono de la moda para las jóvenes afganas, con 290.000 seguidores en Instagram y 400.00 en TikTok. O la estrella del pop Aryana Sayeed, ya evacuada por Estados Unidos a Qatar. Son perfectamente conscientes de que no hay lugar para ellos en el nuevo Afganistán. Miembros de una generación nacida sin el yugo fundamentalista.
El reto para el resto del mundo, que contempla con profunda preocupación el ascenso talibán, y, de manera particular, para los responsables de las propias redes sociales, es el control de un mensaje sofisticado y sutil que esconde un pensamiento y unas praxis muy diferentes. La nueva generación talibán conoce, en fin, las normas de las propias redes sociales y está actuando dentro de los límites establecidos. El debate en el seno de las compañías de Silicon Valley sobre los límites de la libertad de expresión está abierto.
Con todo, la penetración de Internet dista de las de la mayor parte del mundo –a pesar del espectacular incremento, por ejemplo, del número de teléfonos móviles en solo quince años-, por lo que las redes sociales no son reflejo riguroso de la opinión pública del país. La realidad será más compleja y no bastará con la cuidada estrategia desarrollada hasta ahora para consolidar su poder entre los afganos.
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