Corea del Norte

Los Kim: la familia nuclear

Pyongyang sigue modernizando su arsenal de forma encubierta, y podría albergar entre 20 y 60 bombas atómicas, con posibilidad de producir seis más

Misiles norcoreanos en una desfile militar en Pyongyang
Misiles norcoreanos en una desfile militar en Pyongyanglarazon

La reactivación por parte de Corea del Nortedel reactor de suinstalación nuclear de Yongbyonpodría considerarse, según los expertos, como un paso calculado con el que Pyongyang pretende ganar peso en un nuevo esfuerzo por obtener concesiones de Estados Unidos. El reactor de gas-grafito de Yongbyon ha sido, durante mucho tiempo, el punto central de los esfuerzos diplomáticos estadounidenses e internacionales para limitar el programa nuclear de Corea del Norte. La decisión de Pyongyang de volver a ponerlo en marcha es importante, porque representa la única fuente de combustible residual destinado al reprocesamiento para la producción de plutonio en el país actualmente.

Las armas nucleares basadas en el plutonio son más densas en energía que los diseños basados en el uranio, por lo que pueden ser más pequeñas y móviles sin sacrificar el rendimiento. La capacidad nuclear exacta del reino ermitaño, uno de los países más herméticos del planeta, sigue sin estar clara. Los inspectores del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) fueron expulsados del país en 2009. Sin embargo, el Ejército de Estados Unidos apuntó el año pasado que Pyongyang podría albergar entre 20 y 60 bombas atómicas, y ser capaz de producir 6 mas.

Para una nación aislada como Corea del Norte, desarrollar un programa funcional de este tipo de munición es una hazaña histórica. Sólo otros ocho Estados soberanos han logrado este objetivo: los cinco Estados declarados poseedores de armas nucleares (Estados Unidos, Rusia, Gran Bretaña, Francia y China) más Israel, India y Pakistán.

A pesar de ello, el país ha perseguido sin descanso el armamento atómico ante la creciente condena internacional. Las aspiraciones del Estado se remontan a la década de 1950, cuando los científicos norcoreanos adquirieron por primera vez conocimientos nucleares básicos con ayuda soviética.

En el transcurso de las décadas siguientes, el régimen siguió acumulando tecnologías nucleares sensibles y, en la década de 1980, construyó su primer reactor nuclear en Yongbyon. En 1985, el Norte firmó el Tratado de No Proliferación Nuclear, pero lo hizo bajo presión soviética, no por auténtica convicción. Poco después, comenzó a reprocesar de forma encubierta el combustible nuclear gastado para extraer plutonio y utilizarlo en armas nucleares.

Años de investigación y enriquecimiento culminaron con la primera prueba nuclear del país en octubre de 2006. Le han seguido cinco pruebas más. En las últimas dos décadas, la nación ha avanzado considerablemente en el desarrollo de un arsenal de armas de destrucción masiva. Ha detonado seis artefactos nucleares -uno de ellos con una potencia muy superior a los 100 kilotones- y ha probado varios misiles balísticos novedosos, algunos de los cuales podrían ser capaces de transportar una cabeza nuclear a objetivos en el noreste de Asia y, potencialmente, en Estados Unidos y Europa. Sin embargo, existe una gran incertidumbre sobre cuáles de esos misiles se han puesto en marcha con capacidad nuclear operativa.

A pesar de que Corea del Norte se encuentra entre los países más pobres del mundo, gasta casi una cuarta parte de su producto interior bruto (PIB) en el ámbito militar, es decir, más que otros 170 países a los que Estados Unidos hace un seguimiento. Al seguir siendo un Estado autodeclarado poseedor de armas nucleares, las actividades militares de Corea del Norte no son controladas por las entidades internacionales y no se comprueba su seguridad.

Estas armas son consideradas como un activo militar, una póliza de seguro y una gran fuente de prestigio, todo en uno. La familia Kim, que ha gobernado el país ininterrumpidamente desde 1948, no quiere seguir el camino de otros como Saddam Hussein en Irak o de Muammar Gadafi en Libia: tiranos que renunciaron a sus programas de armas de destrucción masiva para luego ser derrocados y asesinados.

Los dirigentes de Pyongyang están convencidos de que nadie, ni siquiera una superpotencia como Estados Unidos, se atrevería a atacar o incluso a socavar seriamente un Estado armado con el artefacto definitivo. En su casa, las armas nucleares confieren un grado de legitimidad al régimen: un punto de orgullo nacional, que justifica las privaciones que sufren los ciudadanos de a pie para apoyar al Estado y a sus militares.

Estados Unidos y Seúl

En el exterior, elevan el perfil diplomático del país, compensando sus déficits de poder político y económico. Las bombas también aumenta el coste potencial para Estados Unidos de la defensa de su aliado Corea del Sur en una guerra y sirve así al objetivo de Pyongyang de abrir una brecha entre Seúl y Washington. Es poco probable que el régimen renuncie a esta baza, independientemente de las concesiones políticas o económicas que se le ofrezcan a cambio.

La posesión de un arsenal nuclear robusto por parte de Pyongyang es esencial para la sostenibilidad del régimen; protege a la dinastía Kim de las amenazas extranjeras y nacionales, y puede ser esgrimida como herramienta diplomática contra Estados Unidos, Corea del Sur, Japón y China.

Al tiempo que atrae la atención internacional con grandiosas amenazas nucleares y teatrales desfiles militares, Corea del Norte sigue modernizando su arsenal de forma encubierta, desarrollando capacidades de segundo ataque y complicando las relaciones entre Estados Unidos y China, todo ello mientras alcanza lentamente el estatus de Estado reconocido internacionalmente, capaz de disuadir a Estados Unidos y en una posición más fuerte para negociar el futuro de la península coreana.