Incertidumbre
Irak celebra las últimas elecciones antes de la retirada definitiva de las tropas americanas
El país árabe sigue fracturado por las heridas de la guerra contra el Estado Islámico (ISIS) y por las divisiones étnicas y religiosas, Los comicios se adelantaron tras la ola de protestas sociales en 2019
Este domingo Irak celebra las sextas elecciones generales desde el derrocamiento de Saddam Hussein en 2003, marcadas por los contrastes y la incertidumbre. Mientras que las masas de jóvenes activistas que salieron masivamente a las calles iraquíes para protestar la corrupción endémica en 2019 lograron forzar un anticipo electoral –con una durísima represión que mató a más de 600 protestantes en pocos meses-, se extienden los llamamientos a boicotear unas elecciones consideradas inútiles por muchos.
Irak sigue resquebrajado por las heridas de la guerra contra el Estado Islámico (ISIS). Pese a que oficialmente el grupo extremista suní fue derrotado en 2017, cientos de miles de iraquíes siguen malviviendo en campos de desplazados internos tras huir de los combates. Las luchas sectarias entre guerrillas que ponen en jaque la autoridad central, la debilidad de las instituciones estatales y la pandemia del coronavirus contribuyen a extender el sentimiento de desánimo.
En la norteña ciudad de Mosul, que fue autoproclamada capital del califato del ISIS, cunde la rabia y la frustración hacia el gobierno central de Bagdad. En esta urbe, predominantemente suní, acusan al gobierno –controlado por la mayoría chiita- de discriminarlos sistemáticamente. Mahmoud Ezzo, profesor de ciencias políticas en la universidad local, explicó a Al Jazeera que “hay muchos llamados al boicot. La gente está frustrada con los viejos partidos que controlan el parlamento desde 2005″. Y prosiguió: “también influye la fallida del gobierno para compensar a quienes perdieron casas, negocios o sus propias vidas aquí”, dice frente a una ciudadela de Mosul todavía devastada. Para Nakftal Aziz, “la misma gente seguirá en el poder. ¿De qué nos servirá votar?”.
Voto de soldados, presos y desplazados
El viernes se avanzó la votación para miembros de las fuerzas de seguridad, presos y desplazados internos. En el campo de Hassan Sham viven unas 5.000 personas, de las cuales cerca de 2.000 tienen derecho a voto. Solo 700 recibieron las cartillas requeridas para acudir a las urnas, y encima se les exige hacerlo en sus localidades de origen, algo prácticamente imposible.
En las elecciones están en juego 329 escaños, y de los 40 millones de iraquíes, más de 25 pueden votar. Si bien se ha introducido un nuevo sistema biométrico para intentar evitar votos falsos y se permitió la llegada de 600 observadores internacionales, se teme una participación menor al 44,5% registrada en 2018.
Con una nueva ley electoral que permite más candidaturas independientes –de los 3.240 candidatos 950 son mujeres- y la división del país en 83 circunscripciones (en lugar de las 18 vigentes), el panorama político seguirá dominado por las facciones chiíes, una constante desde el derrocamiento del dictador suní Saddam Hussein. Pero las propias fuerzas chiíes están divididas, especialmente respecto al grado de influencia de la vecina Irán en los asuntos internos del país.
El bloque mayoritario chií “saadrista”, del influyente clérigo Moqtada Al Sadr –claro vencedor en 2018-, compite con la “Alianza Fatah”, encabezada por el líder paramilitar Hadi Al Ameri. Esta coalición agrupa a partidos afiliados con las denominadas Fuerzas de Movilización Popular: un conglomerado de milicias chiíes que combatieron al ISIS, con elementos extremistas subordinados a Teherán. Su contribución en la derrota del Estado Islámico impulsó su popularidad, y sus paramilitares pasaron a formar parte de las fuerzas regulares del país.
División sectaria
Desde el sector suní, el presidente del parlamento Mohammed Al Halbousi lidera la facción Taqaddum (progreso), y dentro de su target compite con Azm (determinación) de Khamis al-Khanjar. En el norte, los kurdos se presentan bajo dos marcas: el Partido Democrático Kurdo (KDP),del clan Barzani; y la Unión Patriótica de Kurdistán (PUK), del clan Talabani.
Mientras que la máxima autoridad chií del país, el gran ayatolá Ali Al Sistani, llamó a una participación masiva como mejor garante para rediseñar el futuro de Irak, los secuestros y asesinatos de activistas antigubernamentales –con al menos 35 muertes- impulsaron los llamados al boicot. Mustafa Al Jabouri, de 27 años, aseguró que “he participado en todas las elecciones desde que tengo 18″. Tras ver morir acribillados a amigos suyos, cree que “las cosas van de mal en peor. Son las mismas caras y los mismos partidos repetidos en posters”, alegó.
Para Randa Slim, del Middle East Institute, el rol del actual primer ministro Mustafa AL Kadhimi fue clave para equilibrar los intereses contrapuestos de EE UU e Irán en el país. “Si no es reelegido, sus iniciativas no se sostendrán”, dijo ante la inminente retirada de las tropas estadounidenses todavía desplegadas en Irak.
El cargo de primer ministro será elegido por el bloque parlamentario mayoritario. Paseando por suburbios de Bagdad, al-Kadhimi quiso poner en valor el aumento de la seguridad interna: “son las primeras elecciones desde 2003 que se celebran sin un toque de queda”.
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