Perú

Castillo retoma la vía radical y se aferra a otro primer ministro bajo sospecha

El presidente peruano trata de sortear la crisis nombrando un gabinete lleno de extremistas y encabezado por su cuestionado ministro de Justicia

El presidente de Perú, Pedro Castillo, gesticula antes de la toma de posesión de su nuevo gabinete en el palacio de Gobierno en Lima, Perú
El presidente de Perú, Pedro Castillo, gesticula antes de la toma de posesión de su nuevo gabinete en el palacio de Gobierno en Lima, PerúMartin MejiaAgencia AP

El presidente de Perú, Pedro Castillo, continúa su huida hacia adelante. Este martes trató de apagar el incendio político desatado en el país con el nombramiento de un nuevo gabinete liderado por el polémico ex ministro de Justicia, Aníbal Torres, y en el que las principales carteras ministeriales fueron a parar a dirigentes del partido de extrema izquierda Perú Libre.

Se trata del cuarto gobierno en los poco más de seis meses que Castillo lleva en la presidencia. El último cayó en solo tres días en medio del escándalo, dos datos que ilustran el desgobierno y la crisis institucional permanente que se han instalado en Perú en la era Castillo.

El nombramiento de Torres, que sucede en el cargo a Héctor Valer, apartado después de la mayúscula polémica provocada por las denuncias de violencia doméstica presentadas por su propia hija, representa el último intento de Torres por asentar su precario poder en el país. Pero no parece haber dado el resultado deseado.

El primer ministro Aníbal Torres
El primer ministro Aníbal TorresPresidencia del PerúPresidencia del Perú/EFE

Aníbal Torres ha sido el único ministro que ha sobrevivido a los constantes cambios de gobierno de Castillo, quizá en premio a que ha sido uno de los pocos que siempre le ha permanecido fiel a Castillo. Al contrario que otros colegas destacados, evitó cuestionar públicamente la designación de Valer, y ha sido la mano ejecutora de algunas de las decisiones más inquietantes del presidente.

Un informe de su departamento sirvió para destituir al procurador Daniel Soria, que había iniciado a Castillo por presunta corrupción, y recientemente había fulminado a Susana Silva, directora del Instituto Nacional Penitenciario (INPE), que según los medios locales se había resistido a las presiones de Castillo y su entorno para liberar a Antauro Humala, militante de extrema izquierda que cumple condena por la intentona golpista del “andahuaylazo”, en la que resultaron muertos varios agentes de Policía.

El presidente de Perú, Pedro Castillo, y los miembros de su gabinete posan para una fotografía durante la presentación del cuarto gabinete de Castillo
El presidente de Perú, Pedro Castillo, y los miembros de su gabinete posan para una fotografía durante la presentación del cuarto gabinete de CastilloPERU PRESIDENCYvia REUTERS

Torres justificó la destitución de Silva en su supuesta trato de favor al ex presidente Alberto Fujimori, condenado por violaciones de los derechos humanos y corrupción, pero pocos en Perú han creído esa versión. Pocos días más tarde dimitió el viceministro de Justicia; en su carta de renuncia alegó la falta de transparencia y la arbitrariedad que se habían instalado en el Ministerio.

Torres se ha comportado desde la cartera de Justicia como el hábil peón de Castillo en sus maniobras para ir copando los resortes claves del poder con sus leales y sus nombramientos han decepcionado a los pocos que aún confiaban en que el presidente hiciera honor a sus promesas de configurar “un gobierno de ancha base” para colaborar con todas las fuerzas del fragmentado Congreso y poner de una vez en marcha un proyecto de gobierno paralizado por las crisis permanentes.

Lejos de eso, Castillo ha vuelto a girar hacia la izquierda radical que lo encumbró en las elecciones en medio de promesas de reforma constitucional y justicia social, ambas incumplidas hasta la fecha. La mayor parte de sus nuevos ministros son cuadros provinciales del partido Perú Libre y allegados al controvertido Vladimir Cerrón, su polémico presidente y fundador, un médico formado en Cuba que no oculta su admiración por el régimen castrista.

Cerrón es una figura dominante de la política peruana hace años, pero haber sido condenado por corrupción le impidió ser candidato a la presidencia y entonces optó por colocar a Castillo, que no tenía ninguna experiencia política y resultó el inesperado vencedor en unas elecciones marcadas por el escaso apoyo a todos los candidatos y el rechazo a Keiko Fujimori, la rival de Castillo en la segunda vuelta.

Desde entonces, la relación entre Castillo y cerrón ha pasado por idas y venidas. En su primer Gobierno designó como jefe de gabinete al cerronistaGuido Bellido, pero tras su estrepitosa salida del cargo, también cercado por investigaciones de la Fiscalía, Castillo optó por una vía centrista y reformista abanderada abanderada por algunas de las pocas figuras respetadas que quedan en la política peruana, como la ex primera ministra Mirtha Vásquez o el ya ex ministro de Economía Pedro Francke. Esa apuesta por la sensatez que le aplaudieron los mercados fue la que saltó por los aires con la designación de Valer.

Ahora, un Castillo cada vez más aislado por sus propios errores y cambios de criterio, vuelve a abrazarse a Cerrón, que podría forzarle a cumplir con algunas de sus promesas populistas de campaña, como la renegociación de los contratos con los inversores extranjeros en Perú o la promulgación de una nueva Constitución, a cambio de sostenerlo en el Congreso. El extremismo podría ser la única vía de escape para un Castillo acorralado.