Opinión

La prueba del algodón para Gustavo Petro

Al igual que Chávez, llega a la presidencia por cuenta de la democracia que lo antecede, no en virtud de ninguna revolución

Una mujer indígena escupe agua sobre la cabeza del presidente electo Gustavo Petro, durante una ceremonia de investidura "popular y espiritual" presidida por grupos indígenas locales y activistas feministas, en Bogotá
Una mujer indígena escupe agua sobre la cabeza del presidente electo Gustavo Petro, durante una ceremonia de investidura "popular y espiritual" presidida por grupos indígenas locales y activistas feministas, en BogotáAriana CubillosAgencia AP

Gustavo Petro asume la presidencia de Colombia gracias a la democracia de ese país, que le garantiza al pueblo su derecho a cambiar. Aunque parezca una perogrullada decirlo, es justamente eso lo que no existe en Cuba, Venezuela y Nicaragua. Hugo Chávez, por ejemplo, tan admirado por Petro, llegó a la presidencia de Venezuela también gracias a unas elecciones libres y a un sistema tan democrático que le indultó el delito de rebelión militar y le permitió cambiar la Constitución. Lo qué pasó después es historia (y tragedia), prolongó su mandato indefinidamente para morir en el poder luego de destruir la democracia, sustituyéndola por una tiranía todavía en curso.

El caso es que Petro, al igual que Chávez, llega a la presidencia por cuenta de la democracia que lo antecede, y no en virtud de ninguna revolución. La pregunta es si esa democracia de la que se benefició para alcanzar el poder seguirá existiendo después de él, manteniéndose la alternancia de mandatos que se viene dando con éxito en Colombia desde hace décadas. Porque aunque algunos medios internacionales quieran vender la posverdad de que es la primera vez que la izquierda gobierna en Colombia, los ex presidentes César Gaviria y Ernesto Samper demuestran lo contrario. Esa amnesia selectiva también evita que recuerden que en 2010 el Tribunal Constitucional de Colombia le prohibió nada menos que a Uribe presentarse como candidato para un tercer mandato, justamente para resguardar el principio de alternancia democrática, lo contrario a lo sucedido en muchos otros países de la Región, víctima del caudillismo más rancio.

Hagamos inventario de la Colombia que recibe Petro: alternancia democrática, prohibición de reelección, separación de poderes, elecciones libres, pluralismo, descentralización, libertades públicas y derechos individuales. Todo lo que no hay en las dictaduras con las que tiene o ha tenido afinidad. Por cierto será muy interesante conocer la posición del nuevo gobierno colombiano en relación al derecho al voto de los dos millones de venezolanos que viven en Colombia, a quienes la dictadura de Maduro no les permite inscribirse en el registro electoral. Esperemos que la apertura de fronteras y la normalización de las relaciones ya anunciada por Petro, tome en cuenta este aparteid criminal al que está siendo sometida la diáspora venezolana. Hasta Boric ha denunciado la violación de derechos humanos en Venezuela. Y es que la valoración que haga Petro sobre la tiranía de Maduro y su solidaridad con sus víctimas, será a su vez la prueba del algodón para determinar su talante. En este sentido es preciso decir que Duque dejó la vara muy alta, lo que amerita un reconocimiento.