Manifestaciones

China relaja las restricciones de “Covid Cero” tras las protestas

Para alivio de los manifestantes, las cuarentenas serán ahora en casa y ya no habrá largos confinamientos masivos

Una mujer con mascarilla atraviesa una barricada alrededor de una comunidad cerrada para recibir un paquete en Shanghai
Una mujer con mascarilla atraviesa una barricada alrededor de una comunidad cerrada para recibir un paquete en ShanghaiChen SiAgencia AP

En China, un férreo dique de contención instalado hace tres años ha sido desmantelado. Tras una oleada de protestas en toda la nación, el Gobierno ha relajado algunos de sus protocolos más estrictos de su política “Cero Covid” y las autoridades regionales han recortado una serie de requisitos que hasta ahora formaban parte del día a día, como las pruebas masivas, las cuarentenas y los aislamientos. Estas reducciones suponen un enorme alivio para millones de residentes que han estado demandando un giro en su agónica vida cotidiana y que se les permitiera vivir en libertad.

Desde 2019, Pekín ha aplicado algunas de las normas sobre COVID-19 más restrictivas del mundo en virtud de su política basada en la ausencia total de este virus, considerándolo una enfermedad equiparable a la peste bubónica y el cólera. Pero desde la semana pasada, las altas esferas han reconocido la reducida capacidad de este para causar morbilidad, mientras que los expertos han sugerido que no es más mortífero que la gripe estacional. Por ello y para respiro de los 1.400 millones de chinos, Xi Jinping ha decidido relajar considerablemente algunas de las restricciones.

En esta foto tomada en mayo de 2022 y difundida por Leah Zhang, vista del hotel de cuarentena en el que Leah Zhang se alojó a mitad de camino durante su viaje a su ciudad natal de Chongqing desde Shanghái
En esta foto tomada en mayo de 2022 y difundida por Leah Zhang, vista del hotel de cuarentena en el que Leah Zhang se alojó a mitad de camino durante su viaje a su ciudad natal de Chongqing desde ShangháiLeah ZhangAgencia AP

Así se desprende de las nuevas directrices presentadas el miércoles por la Comisión Nacional de Sanidad (CNS). Se reducirá el tamaño y el alcance de las pruebas PCR (casi rutinarias dependiendo de las ciudades). También se minimizarán los encierros, y las personas que presenten cuadros no graves podrán aislarse en casa en lugar de ser enviadas a centros gubernamentales. Los ocupantes se han quejado de las pésimas condiciones de muchas de estas instalaciones: desde una comida en mal estado hasta la falta de agua corriente.

Los residentes pueden ahora comprar medicamentos para la fiebre y el resfriado sin restricciones, mientras que antes se veían obligados a acudir a clínicas donde se les examinaba.

Según las nuevas normas, los cierres repentinos deben aplicarse a zonas identificadas con mayor precisión, incluidos edificios, unidades y pisos concretos, en lugar de cerrar barrios enteros o imponer cierres de ciudades completas. También deben levantarse si no se detectan nuevos casos durante cinco días consecutivos. La medida representa un marcado cambio con respecto a las normas anteriores, en las que millones de personas permanecían encerradas durante meses.

Las nuevas directrices también prohíben que los funcionarios bloqueen las salidas y puertas de incendios, después de que 10 personas perecieran en un incendio en un edificio sellado en Urumqi, en el noroeste de China, lo que provocó protestas en todo el país. Los controles tampoco deben impedir el acceso de las personas a los tratamientos médicos de urgencia, tras una serie de muertes relacionadas con el rechazo por parte de los hospitales de pacientes que no habían dado negativo en las pruebas de Covid.

Anteriormente, la mayoría de las ciudades exigían a los residentes un resultado negativo en la prueba de la PCR en un plazo de 48 horas para viajar en transporte público o incluso entrar en un parque público, normas que ya no se aplican. Ahora también se permite a los residentes viajar de una provincia a otra exentos de test.

Se espera que ese cambio impulse la difícil industria de viajes nacionales de China, duramente golpeada desde el inicio de la pandemia.

La sociedad china ya no está obligada a mostrar un código de salud verde en su teléfono para ingresar a edificios y espacios públicos, a excepción de “hogares de ancianos, instituciones médicas, jardines de infantes y escuelas secundarias.” El uso generalizado de códigos sanitarios que rastrean el paradero de los ciudadanos ha suscitado preocupación por la privacidad, el abuso oficial y el robo de datos.

Uno de los puntos débiles más acusados para China es su inmunidad, o la falta de ella. Aunque más del 90% de la población del país ha recibido al menos dos dosis de COVID, no se dio prioridad a los mayores de 80 años en el despliegue inicial del país, y su tasa de cobertura de doble dosis ronda apenas el 66%. Un porcentaje aún menor de personas mayores ha recibido una tercera dosis, que es la que recomienda la Organización Mundial de la Salud para una mayor protección. Las autoridades chinas han prometido mejorar estas cifras en las próximas semanas.

El gigante asiático dispone de vacunas de creación propia, pero faltan datos sobre su eficacia. No obstante, los expertos las consideran inferiores a otras como las de Moderna y Pfizer, utilizadas en Estados Unidos, Reino Unido y muchos otros países.

Pero parece que esta esperada relajación podría ser un arma de doble filo. Según las proyecciones de Wigram Capital Advisors, un grupo de asesoramiento macroeconómico centrado en Asia, que ha proporcionado modelos a los gobiernos durante la pandemia, la eliminación de las restricciones podría desencadenar una “ola invernal” de infecciones sin precedentes que desbordaría rápidamente el sistema sanitario chino.

En un escenario en el que los dirigentes chinos continúen aplicando la política de no contagio -como han hecho en Pekín, Shanghái y Guangzhou, entre otras ciudades, en los últimos días-, las muertes diarias podrían llegar a 20.000 a mediados de marzo. La demanda de unidades de cuidados intensivos alcanzaría un máximo 10 veces superior a su capacidad a finales de marzo y las hospitalizaciones diarias llegarían a 70.000. La ola invernal se vería exacerbada por la probabilidad de que la festividad del año nuevo lunar, la mayor migración humana anual del mundo, se convirtiera en un acontecimiento super difusor.