Opinión

El abandono total de Occidente: la ejecución de Nasr Azadani y el “Qatargate”

Algunos muertos suscitan más indignación. A la élite burocrática occidental le importa más unas víctimas que otras

Mohsen Shekari, de 23 años, fue acusado de atacar a un paramilitar
Mohsen Shekari, de 23 años, fue acusado de atacar a un paramilitarMIZAN NEWSAFP

Antes de acabar el Mundial de Qatar trascendió la noticia sobre la condena a muerte de un conocido futbolista iraní. El régimen de Irán lo mandó nada menos que a la horca por apoyar las protestas en favor de los derechos de las mujeres. Es el tercer ajusticiado por el mismo motivo de parte de la tiranía iraní, que tiene meses ya reprimiendo a la población que se rebeló después de que la Policía detuviera y asesinara a una joven por llevar mal colocado el hiyab. Pero esta vez a Occidente no le “matter”, ya que nadie se ha arrodillado en ningún campo de fútbol, mucho menos en los de Qatar, ni siquiera por solidaridad gremial futbolística. ¿Por qué líderes políticos, Organizaciones No Gubernamentales o instituciones académicas, políticas y religiosas, que protestaron activamente por el asesinato de George Floyd en Estados Unidos bajo la campaña del Black Lives Matter, ahora no dicen nada frente los crímenes cometidos por el régimen iraní?

El dato es incuestionable, a la élite burocrática occidental les importa más unas víctimas que otras.

Esto no es nuevo y ha sido estudiado antes por grandes ensayistas como el francés Jean François Revel, quien hace 35 años en su ensayo “El Conocimiento Inútil” decía que “es curioso que los sufrimientos de los pueblos pobres no susciten indignación más que cuando pueden ser imputados a Occidente”. El filósofo galo identificaba como causa de ese fenómeno algo que llamó “decoro poscolonial”, que es lo que según él impide que la comunidad internacional le pida cuentas a los autócratas de esos países que aprovechan el “igualitarismo político entre Estados” para lograr “que no se haga la luz sobre sus actuaciones, y que la información «imperialista» sea censurada y alterada en favor suyo”.

Para Revel, proclamar que todas las civilizaciones son equivalentes supone renunciar a defender los derechos humanos y dejar de creer ya en los valores democráticos o liberales. Es justamente la muerte del principio de universalidad de los derechos fundamentales y civiles que ahora se colectivizan y defienden selectiva y arbitrariamente, como si fuera un privilegio de algunos, según su identidad y el país donde habitan. Revel concluye así: “Nuestra civilización ha inventado la crítica de uno mismo en nombre de un cuerpo de principios válido para todos los hombres y del que deben, pues, depender todas las civilizaciones con verdadera igualdad. Pierde su razón de ser si abandona ese punto de vista. Los persas de Herodoto pensaban que todo el mundo se equivocaba menos ellos; nosotros, occidentales modernos, no estamos lejos de pensar que todo el mundo tiene razón, salvo nosotros. Esto no es un desarrollo del espíritu crítico, siempre deseable; esto es su abandono total”.

Pero quizás hayan causas menos profundas para explicar ese abandono total y la doble moral con la que se blanquean totalitarismos lejanos. En estos días recientes también trascendió la noticia de la trama de corrupción sobre los sobornos del régimen qatarí a eurodiputados y organizaciones no gubernamentales, para que le laven la cara en Occidente a la anfitriona del Mundial. Además del “decoro poscolonial” que identificaba Revel, también existe la conveniencia capitalista y la complicidad interesada de parte de una élite que hace la revolución donde ya hay libertad y derechos, mientras normaliza tiranías absolutas que oprimen pueblos enteros.

No es casualidad que el movimiento BLM haya apoyado luego a la dictadura cubana dándole la espalda a la población de ese país que protestaba por los derechos que ellos disfrutan en los países democráticos occidentales. Y ahora tampoco es casualidad que el falso feminismo occidental haga mutis frente al exterminio de género que ejecuta el régimen de Irán, dejando solas a sus “hermanas” que luchan por un mínimo de los derechos que ellas gozan gracias a la cultura occidental.

El progresismo europeo parece estar más ocupado en lavarle la cara al régimen “patriarcal” de Qatar, que en defender a las mujeres iraníes. Es un abandono interesado, en todo caso. Pero más allá de las omisiones cómplice de una élite corrupta, debemos decir que las vidas de Masha Amin y Nasr Azadini importan, así como la de todos los mártires de esa heroica revolución iraní que lucha por lo mismo que se lucha en Cuba, Nicaragua, Venezuela, China, Rusia, Bielorrusia y tantos otros países sometidos a totalitarismos iguales o peores al nazismo.