Extremismo islámico

Terrorismo en el Sahel: JNIM busca asfixiar a Mali con un bloqueo de combustible

Esta acción del Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes representa un nuevo paso en su estrategia para asfixiar a la población local y desafiar la autoridad del Estado maliense

Senegal.- Sindicato de transportistas denuncia el secuestro de seis camioneros senegaleses en Malí por grupos yihadistas
Senegal.- Sindicato de transportistas denuncia el secuestro de seis camioneros senegaleses en Malí por grupos yihadistasEuropa Press

El Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes (JNIM), un grupo terrorista afiliado a Al Qaeda que opera en el Sahel, anunció este miércoles que impediría la entrada de combustible en Mali. En su mensaje, los extremistas indicaron que bloquearían cualquier vía de acceso procedente de Senegal, Guinea Conakry, Costa de Marfil y Mauritania.

Este bloqueo del combustible representa un nuevo paso en la estrategia del JNIM para asfixiar a la población local y desafiar la autoridad del Estado maliense. Debe comprenderse que el control de los suministros esenciales no solo limita la capacidad del gobierno para garantizar transporte, comercio y servicios básicos, al igual que tendría un fuerte impacto operativo en las fuerzas armadas que combaten a los yihadistas armados. También coloca a las comunidades locales en una situación de extrema vulnerabilidad. En un país donde gran parte de los productos dependen del tránsito transfronterizo (Mali no tiene salida al mar), impedir el acceso a carburantes implicaría paralizar la economía local y socavar aún más la frágil legitimidad de la junta militar maliense.

La amenaza, además, trae un alcance regional. Al señalar expresamente las rutas desde Senegal, Guinea Conakry, Costa de Marfil y Mauritania, JNIM expone al comercio y la seguridad en toda la región, lo que incrementa el temor de que la inestabilidad de Mali se extienda a los países vecinos. Con la retirada de la misión de la ONU en 2023 y el creciente aislamiento diplomático del país, enzarzado con no pocas naciones de la zona, la ofensiva insurgente consolida la imagen de un Estado cada vez más incapaz de proteger a su población frente a una insurgencia que se sirve de la violencia armada y de tácticas de gobernanza coercitiva.

Mali ya ha atravesado en el pasado reciente varios episodios de escasez de combustible. En julio de 2024, por ejemplo, el aeropuerto internacional de Bamako se quedó sin reservas suficientes de carburante para aviación. Esto obligó a las aerolíneas internacionales a repostar en terceros países y afectó en gran medida la conexión aérea de Mali. A esto se suman otros bloqueos de rutas comerciales en regiones dominadas por los distintos grupos armados que operan en el territorio, que a inicios de 2024 interrumpieron la entrada de bienes esenciales y generaron escasez tanto de alimentos como de carburantes en áreas del centro y norte malienses.

Esta dependencia de corredores externos es una enfermedad crónica desde 2021-2022, cuando el golpe de Estado que aupó a Assimi Goita al poder derivó en una batería de sanciones impuestas por la CEDEAO. Se cerraron fronteras y Mali quedó al borde de una crisis energética en cuestión de días. Más recientemente, en mayo de 2025, Mali también tuvo que recurrir al suministro de Níger para mantener el flujo de combustible hacia el norte, tras tensiones diplomáticas con Argelia.

Cada perturbación política, militar o diplomática provocada por la junta militar o sus enemigos repercute de forma habitual en la disponibilidad de carburantes, lo que deja a la población civil expuesta a una vulnerabilidad inmensa.

¿Propaganda o realidad?

Una vez se comprende la delicada situación en la que se encuentra Mali en lo referente al combustible, y se reconocen acciones previas de los terroristas a la hora de bloquear vías de abastecimiento, surge una pregunta lógica: ¿tienen los grupos terroristas poder para bloquear toda entrada de combustible en Mali?

Es lo que permitiría diferenciar una acción propagandística de una amenaza real. Bloquear la carretera procedente de Senegal, concretamente la ruta que lleva de Kayes a Bamako, configura un temor lógico en tanto a que se han registrado ataques de diverso tipo en los últimos meses. La carretera, que hace años que transita insegura, es hoy una de las vías más peligrosas del sur del país. Sin embargo, habría que considerar hasta qué punto las acciones puntuales que realizan hoy los terroristas podrían convertirse en un control absoluto de una carretera que no se recorre en menos de doce horas. Por otro lado, no existe una presencia significativa de grupos terroristas en las zonas fronterizas de Guinea Conakry y Costa de Marfil, lo que dificultaría nuevamente una operación de la envergadura que se plantea.

Es cierto que el JNIM se caracteriza por su proximidad a zonas fronterizas (Mali, Burkina Faso, Togo, Benín, Níger…), pero no aplica en este caso a las fronteras guineana y marfileña, exceptuando algunas zonas. La frontera mauritana, por otro lado, en cuya carretera sí que se han reportado ataques más continuados, puede sufrir un bloqueo severo. Al final, el JNIM se mueve libremente por la zona mientras las autoridades mauritanas “giran la cabeza” en lo que respecta al asentamiento de las familias de los terroristas en su lado de la frontera.

Mali depende casi por completo de los corredores portuarios de sus vecinos para garantizar el suministro de carburantes. Según datos comerciales de 2023, alrededor del 57% de las importaciones de diésel y gasolina llegaron desde Costa de Marfil, a través de la refinería de Abiyán, mientras que Senegal aportó cerca del 37%, vía Dakar y el paso fronterizo de Diboli–Kidira, que concentra unos 1.000 camiones diarios y tiempos medios de tránsito de más de cuatro días. Guinea (Kourémalé) y Mauritania (Gogui–Nioro) cumplen un papel secundario como corredores alternativos, con volúmenes mucho menores.

La amenaza que formuló el JNIM este miércoles viene cargada de probabilidades dudosas. Aunque su capacidad operativa les permite bloquear en gran medida las fronteras de Níger y Burkina Faso, así y como realizar acciones continuadas en Mauritania, todavía no se ha llegado al punto en que puedan impedir toda entrada de combustible en Mali. Necesitarían concentrar la fuerza necesaria para contener miles de camiones diarios en zonas donde su presencia aún no está tan afianzada (fronteras de Costa de Marfil y Senegal).

De momento. Lo que queda claro, sin embargo, es que los terroristas reconocen las debilidades de la junta militar, su impacto en la población civil y qué tuercas deben apretar para reforzar su hegemonía. Este periodista contactó hoy con un gendarme de la localidad de Kayes, muy afectada por los ataques en los últimos meses, y su respuesta fue desoladora: “¿No puede ayudarnos tu país? Esto es desolador”.