Opinión

Los halcones en la Casa Blanca

Marco Rubio, secretario de Estado de EE UU, parece estar convenciendo al presidente de que la mejor manera de enfrentar el problema del narcotráfico en América Latina es a través de la fuerza

EEUU.- Marco Rubio viajará a México y a Ecuador dentro de los esfuerzos de EEUU para "desmantelar a los cárteles"
EEUU.- Marco Rubio viajará a México y a Ecuador dentro de los esfuerzos de EEUU para "desmantelar a los cárteles"Europa Press

Donald J. Trump ha pintado su agenda internacional de pragmatismo. Lejano, en principio, de cualquier conflicto armado en tierras foráneas, el presidente de los Estados Unidos parece ir adoptando posturas más propias de ciertos cuadros políticos que lo rodean que de sus prácticas acostumbradas. Concretamente, uno de esos hombres fuertes y creyente en el uso de la fuerza es el actual secretario de Estado, Marco Rubio: hispano, hijo de cubanos y absolutamente frontal en lo que se refiere a las dictaduras en Cuba, Venezuela y Nicaragua.

Este halcón de la Florida parece estar convenciendo a Trump de que la mejor manera de enfrentar el problema del narcotráfico en América Latina es a través de la fuerza y no de la negociación. Una postura contraria mantienen ciertos perfiles de la actual administración; por ejemplo, Richard Grenell, quien hasta hace pocas semanas sostenía conversaciones con el gobierno de Maduro en negociaciones que incluían otorgar licencias petroleras a corporaciones norteamericanas para extraer crudo en suelo venezolano a cambio de la liberación de ciudadanos estadounidenses encarcelados en el país caribeño bajo acusaciones de terrorismo.

El derribo, por parte de fuerzas militares estadounidenses, de una embarcación presuntamente cargada de droga que viajaba desde Venezuela hacia Trinidad y Tobago, revela una nueva política hacia América del Sur desde la Casa Blanca. La permanencia de ocho buques de guerra cerca de las costas venezolanas, con el propósito de impedir que el negocio de la droga consiga vía libre para operar, inquieta –como es lógico– a Maduro y a sus acólitos.

Sin embargo, no parece tratarse de una política exclusiva hacia Venezuela, sino de una estrategia que contempla a toda América del Sur y Centroamérica. Por tal motivo, Rubio ha visitado México y Ecuador. La Casa Blanca comprende que el problema del narcotráfico no se limita a un solo país, sino que constituye un negocio que permea un continente entero. El cáncer del narcotráfico ha hecho metástasis en ciudades completas, produciendo un efecto casi irreversible: una bola de nieve que crece, se consolida y afecta de manera directa a los Estados Unidos.

En el caso de México, el cártel de Sinaloa y el cártel Jalisco Nueva Generación fueron designados, en febrero de este año, como organizaciones terroristas extranjeras. ¿Qué implica esto? Que el gobierno de los Estados Unidos tiene el derecho de emplear la fuerza militar al considerar que dichos grupos representan una amenaza para la seguridad nacional de su país. Más allá de las declaraciones oficiales de Rubio, de la presidenta Claudia Sheinbaum y del mandatario ecuatoriano, Daniel Noboa, quedan en suspenso las peticiones del secretario de Estado en «letra pequeña», las cuales podrían implicar acciones militares en suelo mexicano y ecuatoriano.

Mientras América Latina siga siendo un territorio permisivo con el narcotráfico, la primera víctima serán los Estados Unidos, debido a su capacidad de compra y consumo. Y mientras Rubio continúe al lado de Trump, la guerra contra los cárteles seguirá declarada.