
Opinión
Trump y su zona de influencia
Ni Europa ni Asia: el presidente estadounidense parece estar virando su atención hacia la zona de influencia donde sí parece ser respetado

Donald J. Trump no logra ejercer una influencia global contundente. Siendo claros, Trump no es el hombre respetado «por todos». Tomemos como ejemplo a China: ante la imposición de aranceles, el gigante asiático ha tratado de movilizar apoyo diplomático internacional y ha buscado cooperación con otras potencias para contrarrestar la presión comercial estadounidense. Adicionalmente, China ha implementado medidas recíprocas —a veces escalatorias— como respuesta. Asimismo, el ministro de Comercio chino, Wang Wentao, declaró que su país «peleará hasta el final» y que no será intimidado por los aranceles estadounidenses.
La relación entre Trump y Putin resulta, por lo menos, curiosa. La comunicación se mantiene vigente y fluida. Sin embargo, los intentos de Trump por convencer a Putin de retirarse de Ucrania y detener la guerra han sido infructuosos. Los mensajes altisonantes por parte del mandatario norteamericano han sido una constante en contra del autócrata ruso. Por ejemplo, en abril de este año escribió en su cuenta de Truth Social: «¡Vladimir, DETENTE! Están muriendo 5000 soldados a la semana. ¡Cerremos el Acuerdo de Paz YA!». Sin embargo, el presidente ruso hizo caso omiso y la guerra continúa.
¿Y en la OTAN? Las peticiones de Trump han sido escuchadas por sus miembros. Algunos países advirtieron que saltar del 2% (el estándar anterior) al 5% es excesivo e impracticable, dada su situación económica, compromisos sociales, deudas o prioridades nacionales. Hoy las fricciones están a la orden del día.
En este contexto, Trump parece estar virando su atención hacia la zona de influencia donde sí parece ser respetado; algunos incluso de manera excesiva. La presencia militar en el Caribe para intimidar y presionar al chavismo venezolano; la cercanía y admiración del presidente argentino, Javier Milei, hacia él; el trato considerado del gobierno mexicano hacia Marco Rubio, secretario de Estado, en su última visita a México. Asimismo, el presidente ecuatoriano, Daniel Noboa, ha impulsado la idea de revertir el artículo constitucional que prohíbe bases militares extranjeras en Ecuador, para permitir que Estados Unidos (u otros aliados) tengan presencia estratégica en el país andino. Por último, la admiración de Nayib Bukele, el presidente de derechas salvadoreño, quien se ha comprometido con Trump a recibir inmigrantes expulsados de los Estados Unidos para recluirlos en cárceles de alta seguridad en El Salvador.
A Trump le va quedando América Latina como zona de verdadera influencia. Marco Rubio ha aprovechado su origen hispano para rescatar una presencia mayor en ese continente, tan descuidada y subestimada por Joe Biden y, en general, por los gobiernos del Partido Demócrata estadounidense. Trump reconoce que la oportunidad de negocio en su propia área geográfica resulta viable y posible. Para bien y para mal, la mayoría de los países latinoamericanos necesitan de los Estados Unidos para desarrollarse en comercio, tecnología, energía y seguridad. Trump lo sabe y lo aprovecha cada vez más, sobre todo cuando parece darse cuenta de que sus pares a nivel global le prestan una atención comedida y, en ocasiones, terminan por ignorarlo.
✕
Accede a tu cuenta para comentar