
Elección del líder del PLD
Japón, contra las cuerdas, se juega su futuro político
El Partido Liberal Demócrata elige hoy en primarias a su nuevo líder y primer ministro

Japón está de nuevo en vilo. El Partido Liberal Demócrata (PLD), la maquinaria que ha gobernado el país con mano de hierro durante casi siete décadas, elegirá este sábado a su nuevo líder y, con él, al próximo primer ministro. La dimisión de Shigeru Ishiba, tras un efímero año en la Kantei y un batacazo electoral que dejó al PLD al borde de la fractura, ha desatado el desbarajuste político. En un país estrangulado por una inflación galopante, una deuda pública axfisiante y un tablero donde Donald Trump y Xi Jinping juegan con fuego, el próximo inquilino de la residencia oficial heredará una nación al límite y la misión de evitar que descarrile.
El PLD, que ha dominado Japón durante 64 de los últimos 70 años, está contra las cuerdas. Las elecciones de julio para la Cámara Alta fueron un golpe brutal: el partido, junto a su aliado Komeito, perdió la mayoría absoluta en ambas cámaras por primera vez desde 1955. Con solo 220 de los 465 escaños en la Cámara Baja y 121 de los 248 en la Alta, el PLD se tambalea, obligado a pactar con una oposición fragmentada pero cada vez más combativa. Las encuestas previas al descalabro destaparon el hastío de un pueblo harto de promesas vacías, que exige medidas urgentes contra el alza de precios, el colapso de las pensiones y el desplome demográfico. Los subsidios de Ishiba, tibios y poco convincentes, no lograron calmar los ánimos.
La inflación, un monstruo que los japoneses apenas conocían, golpea con saña. Los precios minoristas han escalado y los de los alimentos se han disparado con una escasez de arroz que ha duplicado su precio en un año, convirtiendo un pilar de la cultura nipona en un lujo prohibitivo. El yen, debilitado por las políticas del Banco de Japón, encarece las importaciones. La deuda pública ata de manos a un Ejecutivo acorralado, mientras el déficit fiscal no da respiro. Y en el trasfondo, una demografía en caída libre: Japón perdió en 2024 unas 908.000 personas en comparación con el año anterior, marcando el décimo sexto año consecutivo de disminución mientras el sistema de pensiones se desmorona ante una natalidad en picado.
Duelo Takaichi vs. Koizumi
La elección interna del PLD promete ser un duelo épico. Si nadie logra los votos necesarios en la primera ronda, una segunda vuelta decidirá. Dos nombres brillan en las quinielas: Sanae Takaichi, la ultraconservadora con el sello de Abe, y Shinjiro Koizumi, el joven reformista con sangre azul política.
Sanae Takaichi, de 64 años, no es solo la favorita para liderar el Partido Liberal Demócrata (PLD) y convertirse en la primera mujer primera ministra de Japón: es una fuerza indómita que amenaza con redibujar el destino del país. Discípula del legendario Shinzo Abe, esta ultraconservadora estuvo a un suspiro de ganar la presidencia del PLD en 2024 y ahora, respaldada por los pesos pesados de la derecha, podría romper el techo de cristal. Pero su visión de “Japón primero” - nacionalista, audaz y divisiva- es una apuesta de alto voltaje.
La exministra de Seguridad Económica rechaza las disculpas históricas por la Segunda Guerra Mundial, defiende con fiereza las islas Senkaku/Diaoyu frente a China y propone blindar las Fuerzas de Autodefensa en una Constitución que deje atrás el pacifismo de 1947. Inspirada por Margaret Thatcher, no es feminista –apoya la primogenitura masculina en la casa imperial–, pero ha moderado su tono para captar al centro, prometiendo un gabinete con 40% de mujeres y una convivencia “pacífica” con extranjeros. Este giro táctico no oculta su esencia: una halcón lista para enfrentarse a Pekín y renegociar el humillante acuerdo comercial con Trump, que sangra a Japón con 550.000 millones de dólares en inversiones para EE.UU.
En lo económico, su receta es dinamita: emitir bonos para financiar recortes fiscales, eliminar el impuesto a la gasolina y repartir efectivo contra una inflación que tiene a los japoneses contra las cuerdas. Su agenda incluye mano dura contra turistas "maleducados" y frenos a la inmigración, un guiño a los conservadores que temen al populista Sanseito.
Shinjiro Koizumi, de 44 años, es el delfín de una dinastía. Hijo de Junichiro Koizumi, el carismático ex primer ministro que revolucionó el PLD con reformas audaces, Shinjiro irradia juventud y carisma. Como ministro de Agricultura desde mayo, ha captado titulares al liberar reservas de arroz para frenar una crisis que convirtió un alimento sagrado en un lujo. Su apuesta por reformas laborales, mayor competencia económica y medidas contra el declive demográfico seduce a los parlamentarios del PLD, pero choca con la base conservadora, que en 2024 lo relegó al tercer puesto. Su juventud y su apellido son un arma de doble filo: inspiran esperanza, pero también recelo entre los sectores rurales que temen perder privilegios.
Otros candidatos, como Yoshimasa Hayashi, el moderado portavoz del gabinete, o Toshimitsu Motegi, un veterano curtido en negociaciones con EE.UU., no generan el mismo fervor, pero podrían ser opciones de consenso si la carrera se fragmenta. Takayuki Kobayashi, un outsider, lanzó una advertencia profética al anunciar su candidatura: "¿Será esta la última elección del PLD?". Su eco resuena con Sohei Kamiya, líder del populista Sanseito, que arrasó en julio con un discurso "Japón primero" y 15 escaños en la Cámara Alta, y que clama por la disolución del PLD.
Entre Trump y Xi: un Japón emparedado
El difícil entorno de seguridad quedó patente de forma muy visible con el enorme desfile celebrado en Pekín el 3 de septiembre para conmemorar el fin de la Segunda Guerra Mundial (el Día de la Victoria o, como se conoce a menudo en China, el Día de la Victoria sobre Japón). La parada castrense, a la que asistieron en primera fila Xi Jinping, el presidente ruso Vladimir Putin y el norcoreano Kim Jong-un, fue un claro recordatorio para Japón de sus vulnerabilidades en materia de seguridad. Desde la perspectiva nipona, el espectáculo de misiles nucleares, artillería de largo y corto alcance, todo tipo de drones aéreos y marítimos, diversas armas autónomas y una gran parte del equipamiento, aparentemente destinado a mostrar la capacidad de China para invadir Taiwán, resultó adecuadamente amenazador. Además de China, Rusia y Corea del Norte, también participaron en el desfile líderes de países como Myanmar, Irán, Pakistán, Malasia, Mongolia, Uzbekistán, Bielorrusia y otros, lo que simboliza los esfuerzos de Pekín por organizar a países ajenos a la alianza estadounidense y europea.
Tokio está en una encrucijada. Su alianza con EE UU, pilar de su seguridad con el paraguas nuclear incluido, tambalea bajo la segunda administración Trump. El controvertido magnate ha tildado el pacto de "injusto" y ha impuesto aranceles del 15% a los autos nipones, además de forzar un acuerdo comercial en julio que compromete a Tokio a invertir 550.000 millones de dólares en EEUU –el equivalente a su recaudación fiscal anual–, con Washington embolsándose el 90% de las ganancias netas. Este trato, opaco y cuestionado en los tribunales, es un arma de doble filo: evitar aranceles más altos a cambio de un costo económico brutal. El mandatario entrante deberá decidir si mantiene la lealtad ciega a Washington o busca márgenes de maniobra en un escenario donde un posible conflicto en Taiwán podría arrastrar a Japón.
Con China, la relación es un delicado vals. Japón depende del régimen de Xi Jinping como mercado de exportación y como eslabón clave en sus cadenas de suministro. Ishiba optó por la diplomacia suave: se reunió con Xi en la APEC de 2024 y logró que la segunda economía mundial levantara la prohibición a los mariscos japoneses. Pero una Takaichi en el poder podría avivar las tensiones con una retórica más agresiva sobre las islas disputadas, complicando su posición entre dos gigantes. Mientras, el país fortalece lazos con Filipinas, India y el QUAD, y participa en AUKUS, asegurando su papel como ancla de estabilidad en Asia.
Un país harto busca respuestas
En las calles de Tokio, el desencanto es palpable. El PLD decidirá ahora si abraza el continuismo, el reformismo o el nacionalismo. Takaichi , un relámpago podría reconquistar a los votantes conservadores que migraron a Sanseito, pero a riesgo de un choque con Pekín y Seúl. Koizumi ofrece un horizonte dinámico, pero podría alienar a la base rural. Sea quien sea, el próximo mandatario decidirá si resiste la tormenta o se precipita al ocaso en un Asia-Pacífico complicado.
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