Francia

Francia se blinda ante el «burkini»

Cannes ha sido la última localidad que veta el traje islámico de baño. El vacío legal en torno a su uso en lugares públicos se ha extendido a España

Una mujer ataviada con un burkini camina por la playa.
Una mujer ataviada con un burkini camina por la playa.larazon

Cannes ha sido la última localidad que veta el traje islámico de baño. El vacío legal en torno a su uso en lugares públicos se ha extendido a España

Ya sea en la playa o en la piscina, el «burkini», el traje de baño especialmente diseñado para las mujeres musulmanas, va camino de convertirse en la prenda «estrella» del verano en Francia. Y no por motivos estéticos precisamente. Diversas autoridades locales han puesto en marcha normativas que restringen su uso en lugares públicos. La última, Cannes. Si bien el veto había entrado en vigor en sus playas a finales de julio, no fue hasta ayer cuando se conoció, después de que varias asociaciones denunciaran esta prohibición en redes sociales. Los ataques terroristas sufridos este verano en el país no han sido ajenos a la decisión.

Islamofobia para unos, seguridad e higiene para otros, el Ayuntamiento de Cannes ha justificado su decisión asegurando que la prenda «manifiesta de forma ostentosa una pertenencia religiosa, cuando Francia y los lugares de culto religioso son actualmente objetivo de ataques terroristas». Y, es que, según el Consistorio, la prenda «puede provocar disturbios de orden público». En unas polémicas declaraciones, el director general de servicios del Ayuntamiento, Thierry Migoule, aseguró a Francetv Info que el «burkini» es «una señal de adhesión al yihadismo», además de plantear «problemas de higiene».

Es la segunda polémica que este traje de baño desata en apenas tres días. El 10 de septiembre, en el parque acuático Speed Water Park de la localidad de Pennes-Mirabeau, cercana a Marsella, iba a celebrarse un «día del burkini», algo que, según el reglamento, estaba prohibido. De forma excepcional, el recinto iba a permanecer cerrado al público salvo para aquellas mujeres y niñas menores de 10 años que llevaran la prenda, en un acto promovido por Smile13, una asociación sociocultural. En la convocatoria se subrayaba que las participantes debían cumplir con la «Awrah», aquellas partes del cuerpo que no deben ser expuestas públicamente. Así, instaba a las bañistas a no acudir «con un bañador de dos piezas», pues el cuerpo debía estar cubierto desde el pecho hasta las rodillas. Por ello, se permitía «un bañador de una pieza con pareo o short». Y siempre, de tela acuática. Las acusaciones de fundamentalismo no tardaron en llegar. Tras las protestas del Frente Nacional y Los Republicanos, el Consistorio canceló el acto. «Posiciones ideológicas extremas están utilizando la controversia ligada a esta jornada para resolver conflictos (...) La comuna de Pennes-Mirabeau no desea participar», afirmó el Ayuntamiento.

Lo cierto es que tanto el uso del burka, que cubre la cara y el cuerpo por completo, como el del nicab, el velo que apenas deja entrever los ojos, están prohibidos en los espacios públicos franceses desde 2010, bajo multas de unos 170 euros. Pero sobre el «burkini», prenda que no cubre el rostro y que habitualmente está confeccionada de un material similar al neopreno o al poliéster, no existe una legislación concreta. Así, y desde que se popularizó su uso, a partir de 2010, varias localidades y recintos franceses han elaborado normativas particulares restringiendo su uso.

¿Y en España? La situación incurre en ese mismo vacío legal, con la salvedad de que el burka y el nicab no están penalizados. Y es que, a pesar de que varios municipios catalanes aprobaron reglamentos para prohibirlos en espacios públicos, el Supremo los anuló al estimar «que la mujer tiene en España medidas adecuadas por optar en los términos que quiera por la vestimenta que considere adecuada a su propia cultura, religión y visión de la vida».

En lo que respecta al «burkini», la mayoría de ordenanzas municipales sobre el uso de instalaciones deportivas municipales señalan que es obligatorio el uso de bañador o traje de baño. De hecho, el Ayuntamiento de Zaragoza ha insistido recientemente en que en sus piscinas está permitido el «burkini», pues está confeccionado con un material apto para el agua. Con todo, la Comunidad Islámica de Aragón sostiene que se les está negando esa posibilidad.

Cuestión diferente sería la de bañarse con un «burka» o un velo, consideradas prendas «de calle». Una posibilidad que el consistorio zaragozano rechaza y que, hace dos años, generó controversia en Vitoria, después de que el Ayuntamiento regido entonces por Javier Maroto diera la instrucción de prohibir bañarse con velo en las piscinas, tras recibir la foto de una mujer en una piscina en Gamarra. Una prohibición, afirmaron, extensible a aquellos que pretendieran bañarse con vaqueros y camiseta, por ejemplo.

Recurso ante los tribunales

El Colectivo contra la Islamofobia en Francia (CCIF) y La Liga de los Derechos Humanos (LDH) piensan recurrir ante los tribunales la decisión del Ayuntamiento de Cannes. «En un contexto en el que cada uno parece lanzar una nueva polémica islamófoba, confiamos en la Ley», añadió el CCIF, que dijo estar profundamente preocupado ante esa nueva afrenta «a los principios más elementales del Derecho» y a la «instrumentalización» en el país por los ataques terroristas. Por su parte, la LDH considera que «la alcaldía organiza la discriminación contra mujeres que no cometen ningún delito». Así, en opinión de La Liga de los Derechos Humanos, si a la decisión de Cannes se suman los dos últimos atentados sufridos por el país galo, se produce «una amalgama peligrosa para la paz social».

La prenda que vino de Australia y que cuesta 60 euros

Se creó en 2003

Aunque algunos todavía no se hayan familiarizado con su nombre, lo cierto es que hace ya trece años que el «burkini» vio la luz. Y lo hizo en un país tan ajeno al mundo islámico como Australia. En 2003, dos años después de los atentados del 11-S, Aheda Zanetti, una diseñadora australiana de origen libanés, quería demostrar que «el velo no era una amenaza». Al mes de salir al mercado, y al precio de unos 100 dólares –unos 90 euros–, se vendieron 9.000 unidades. A día de hoy, grandes cadenas como Marks & Spencer lo venden en su página web, a un precio de 49,50 libras esterlinas –alrededor de 63 euros–. A pesar de ser una empresa británica, las protestas por su venta llegaron a Francia. El Gobierno de Hollande consideró que, con esta estrategia comercial, se estaban lucrando gracias al «encierro del cuerpo de las mujeres».