Política

El Futuro de Venezuela

Cárcel para los comerciantes venezolanos que suban precios

Maduro fija los precios de 25 alimentos básicos para frenar la hiperinflación. La medida, que pretende recuperar la economía, castiga a los casi paralizados negocios del país

Un trabajador coloca varios productos en las estanterías de un supermercado de Caracas, ayer / Reuters
Un trabajador coloca varios productos en las estanterías de un supermercado de Caracas, ayer / Reuterslarazon

Maduro fija los precios de 25 alimentos básicos para frenar la hiperinflación. La medida, que pretende recuperar la economía, castiga a los casi paralizados negocios del país.

«Me respetan el precio acordado. El pueblo tiene que hacerlos respetar. Ustedes me dicen quién viola los acuerdos para mandar el Sebin y meterlos presos». Nicolás Maduro no se anda por las ramas. Apenas tres días después de imponer su paquetazo de medidas económicas, ha dado rienda suelta a la etapa punitiva del plan. La frase la dijo el miércoles en la noche en Caracas, cuando se conoció que un gerente y un subgerente de un supermercado de la capital habían sido detenidos por, supuestamente, remarcar los productos con hasta 200% de aumento.

En paralelo, la Superintendencia Nacional para la Defensa de los Derechos Socioeconómicos (Sundde) comenzó un operativo de control a comerciantes en todo el país, con más de 2.689 inspecciones avanzadas hasta ayer. El resultado, muchos encarcelados en todo el país. En el estado Lara, de gran actividad comercial, 12 personas fueron apresadas. En Táchira, fronteriza con Colombia, otro gerente de un hipermercado fue llevado esposado. En la llanera entidad Barinas, fue sancionada una farmacia. En Caracas, supuestamente se detectaron aumentos por hasta 4.000 %, según la institución que también supervisó los mercados populares de Guárico, Mérida y otras regiones de Venezuela. En la insular Nueva Esparta incluso fue ordenaoa reducir los precios de ventas.

Miguel Martín tiene un local de electrodomésticos en la capital, y este jueves mantuvo su Santamaría baja. «Yo estoy obligado a aumentar. El gobierno quiere que los salarios mínimos aumenten de 5 a 180 millones pero no dice cómo quiere que podamos pagarlos. ¿Si no aumento, cómo hago?». Tiene la ventaja de no vender alimentos, foco de las inspecciones chavistas.

El economista y parlamentario opositor José Guerra reaccionó: «¿Quién entiende esta forma de hacer política económica del gobierno? Devalúan el bolívar en 2.400%. Aumentan los salarios en 6.000%. Incrementan el IVA de 12% a 16% y con todo ello, no quieren que los precios suban».

Consuelo Hernández administra una distribuidora de lácteos, y afirma que trata de cumplir lo que dice la lista de precios del gobierno, «pero yo no puedo trabajar a pérdidas. Si mis proveedores aumentan yo aumento». Ahora, visto lo visto, tiene miedo.

Aquiles Hopkins es presidente de Fedeagro, el gremio que agrupa a productores. No fue convocado a las reuniones que se hicieron con el Ejecutivo para «acordar» los precios pues fue solo con grandes cadenas de distribución. «Trabajar con precios fijos en una economía hiperinflacionaria no tiene sentido», insiste.

Nicolás Maduro afirmó que las denuncias que condujeron a la primera detención en Caracas de «especuladores» surgieron de la propia comunidad. Pero un empleado del local comercial, que prefirió hablar sin identificarse, pone en duda esa versión. «Lo agarraron como un trofeo. Él no pone los precios, eso lo mandan porque es igual en todos los locales de la cadena, y este mercado tiene al menos cuatro sedes en esta ciudad».

Tales encarcelamientos «ejemplares» se han visto antes. En 2013 ocurrió cuando el «Dakazo», la toma y reducción de precios de unas tiendas de electrónicos terminó con la prisión de sus gerentes.

Desde 2014 y hasta 2017 otros comercios han pasado lo mismo: la cadena Farmatodo, los supermercados Día a Día, la juguetera Kreisel, la empresa bancaria Credicard, el banco Banesco, por mencionar algunos. En todos los casos hubo acusaciones de «guerra económica» y conspiración.

Pero las acciones, su efecto paradigmático o el miedo posterior no detuvieron la crisis que vive el país desde hace cinco años, ahora en metástasis. Al contrario, sirvieron para profundizar el problema de escasez.

Consuelo Hernández sabe por qué: «Si yo creo que me van a meter presa por vender huevos por encima del precio anunciado, dejaré de venderlo. Pero no puedo venderlo por debajo, para perder dinero». El germen del desabastecimiento.