Guerras

Los conflictos en África (I): Sáhara Occidental, Libia y Sudán

El continente africano vive hoy el mayor número de conflictos ocurridos al mismo tiempo que se ha dado desde finales del siglo pasado

Militares sudaneses viajan a Moscú para conceder a Rusia una posición en el mar Rojo a cambio de armas
Jartum, capital sudanesa.Europa Press

Actualmente hay 17 países africanos que atraviesan un tipo de conflicto u otro. Sáhara Occidental, Libia, Sudán, Sudán del Sur, Etiopía, Somalia, Mali, Níger, Burkina Faso, Chad, Nigeria, Benín, Togo, Camerún, República Democrática del Congo, República Centroafricana y Mozambique. Y esta es una realidad que tampoco se debe obviar. LA RAZÓN publicará en las próximas semanas una serie de artículos (siendo este el primero) en donde se analizarán cada uno de estos conflictos para arrojar algo de luz en las diferentes causas que los mueven, los actores involucrados y los efectos que traen en una población civil inocente y mayoritariamente pacífica.

Sáhara Occidental

El derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui ha sido causa de enfrentamientos intermitentes entre el Frente Polisario y las fuerzas de seguridad marroquíes. El origen del conflicto es claro: Marruecos desea anexionarse los territorios de la antigua colonia española mientras que sus pobladores originales se resisten a ello en la medida que les es posible. Se trata del último caso de descolonización en África y tiene a España como uno de sus principales protagonistas.

La Corte Internacional de Justicia dictaminó en 1975 que “Los materiales y la información que se le presentaron [a la Corte] no establecen ningún vínculo de soberanía territorial entre el territorio del Sahara Occidental y el Reino de Marruecos o la entidad mauritana. Así, la Corte no ha encontrado vínculos jurídicos de tal naturaleza que puedan afectar la aplicación de la resolución 1514 (XV) de la Asamblea General en la descolonización del Sahara Occidental y, en particular, del principio de libre determinación mediante la expresión libre y genuina de la voluntad de los pueblos del Territorio”. Asimismo, Naciones Unidas y la Unión Africana han estipulado en repetidas ocasiones la necesidad de organizar un referéndum en el Sáhara Occidental y la ONU incluso creó en 1991 una misión específica con este fin (MINURSO). No existe base legal que apoye las pretensiones marroquíes, más allá del apoyo de determinados países.

Las hostilidades entre ambas naciones comenzaron en 1975 y concluyeron en 1991, resultando en la ocupación marroquí del Sáhara Occidental y la división de una zona ocupada y otra zona controlada por la República Árabe Saharaui Democrática (RASD). Sin embargo, los enfrentamientos se reiniciaron en noviembre de 2020 tras un intercambio de disparos en la zona fronteriza, y todavía hoy continúan. Marruecos ha sido acusado en repetidas ocasiones de utilizar drones para atacar a civiles, mientras que el Frente Polisario está considerado como el responsable de ser quien rompió el alto el fuego hace cinco años.

El de ahora se trata de un conflicto de baja intensidad que dista mucho de los más de 12.000 muertos registrados entre 1975-1987, aunque el mayor daño sufrido por la población civil en este caso se traduce por medio de los refugiados. Se calcula que alrededor de 173.000 saharauis viven desde hace décadas distribuidos en los cinco campos de refugiados ubicados en Argelia para su acogida. Esto ha creado profundas heridas en la estructura social saharaui, además de un fuerte movimiento internacional que ha traspasado barreras políticas en la otra orilla del Mediterráneo.

Libia

Aunque la primera guerra civil libia tuvo una duración oficial de menos de un año, hasta el asesinato de Gadafi en 2011, mientras que la segunda guerra civil libia tuvo lugar entre 2014 y 2020, la situación de seguridad del país ha proseguido una deriva que parece insuperable a corto o medio plazo. El país se encuentra actualmente gobernado por dos organismos opuestos entre sí: la Cámara de Representantes de Libia y el Gobierno de Acuerdo Nacional. El primero se mueve apoyado por Rusia, Francia, Emiratos Árabes Unidos o Egipto, entre otros. El segundo goza de un apoyo más amplio a escala internacional, respaldado por Naciones Unidas, y secundado por Estados Unidos, Qatar, Irán o Marruecos.

Los enfrentamientos continúan todavía hoy, considerando que más de 900.000 personas han muerto en Libia desde 2011 como consecuencia de la violencia. El nivel económico de los ciudadanos se ha reducido drásticamente, acompañado de importantes desplazamientos de población (el número de libios residentes en el extranjero se duplicó entre 2005 y 2020). Además, Libia se ha convertido en uno de los principales puntos de tránsito para inmigrantes que buscan cruzar a Europa, ya sean procedentes de otras zonas del norte de África, de África subsahariana o incluso de Asia, dándose cada vez más casos de bangladesíes y pakistaníes que viajan a Libia desde sus países de origen para luego cruzar el Mediterráneo. El descontrol en materia de gobierno, añadido a la fuerte presión migratoria, ha derivado en la creación de un elevado número de mafias que traspasan los límites de lo humano.

Son comunes los secuestros de somalíes por parte de mafias libias, por ejemplo, que prometen llevar a los inmigrantes a Europa a cambio de un elevado precio, para luego secuestrarlos en territorio libio, torturarlos y pedir elevados rescates a sus familias antes de liberarlos. Países como Rusia también han encontrado jugosos beneficios ante la situación descrita. El Grupo Wagner y, más recientemente, Africa Corps, operan en Libia garantizando los intereses rusos en la nación, pero también se sirven de su territorio como zona de paso para abastecer otras misiones protagonizadas por operativos rusos en Sudán, Mali o República Centroafricana.

Actualmente prosiguen los enfrentamientos intermitentes en Libia. No importa que los protagonicen milicias armadas o mafias de diverso tipo. Aunque la violencia no afecta a la totalidad del territorio y existen zonas pacíficas, su PIB se posiciona hoy por debajo del registrado en 2006 y se considera al país como un fuerte agente desestabilizador para la región.

Sudán

La guerra civil de Sudán comenzó en abril de 2023 y todavía hoy continúa. Enfrenta a dos facciones: el ejército regular, dirigido por el general Al Burhan; y las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), un grupo paramilitar dirigido por el general Mohamed Dagalo. Las bases del conflicto pueden encontrarse primero en el golpe de Estado ejecutado en 2019 por ambos generales, que depuso a Omar al Bashir tras 27 años de durísimo gobierno. Tras instaurar un gobierno a caballo entre lo civil y lo militar, Dagalo y Al Burhan propiciaron en 2021 un segundo golpe de Estado en donde el gobierno pasó a manos de los militares en exclusiva.

Las pugnas de poder entre ambos militares, donde Al Burhan presionó para que las FAR fueran integradas en el ejército regular en un plazo no superior a los dos años, terminó en un golpe de Estado fallido dirigido por Dagalo y que derivó en el actual conflicto. Y los resultados hasta la fecha han sido devastadores. A falta de cifras oficiales, se estipulan 120.000 muertes como consecuencia de la violencia generada por la guerra, mientras que la cifra de desplazados y refugiados supera las doce millones de personas, un cuarto de la población total del país. Naciones Unidas estipula que 24 millones de sudaneses sufren además de inseguridad alimentaria, y más de 5 millones se encuentran en una situación de emergencia. La guerra de Sudán se considera actualmente como la mayor catástrofe humanitaria en curso en todo el planeta.

Otro aspecto importante en las consecuencias del conflicto sería la reactivación del genocidio de Darfur por parte de las Fuerzas de Apoyo Rápido. Aliadas con las milicias árabes conocidas como janjaweed, han llevado a cabo matanzas de civiles e incendios de aldeas, todo ello gracias al apoyo de Emiratos Árabes Unidos, que está considerado como el actor extranjero de mayor relevancia en el conflicto. Sin ser el único. El Grupo Wagner también ha servido de apoyo logístico a las FAR, pese a que Moscú haya decidido adoptar una postura más ambigua al apoyar “oficialmente” a las fuerzas del ejército regular. Egipto también ha sido acusado por las FAR de apoyar a Al Burhan.

El conflicto en Sudán afecta a distintos escenarios. Por un lado, el país se encuentra en una posición de gran relevancia estratégica por su salida al mar Rojo y su ubicación “fronteriza” entre la costa mediterránea y el Cuerno de África. Sus importantes reservas de petróleo, pero principalmente de oro, sirven como aliciente para posibles aliados internacionales, mientras que Sudán recibe el sobrenombre de “la canasta de alimentos árabes en África” por la extensión de tierras fértiles en el valle que separa al Nilo Blanco del Nilo Azul (ambos confluyen en Jartum, la capital del país). Igualmente, la presencia de diferentes actores del mundo islámico, incluyendo fundamentalistas, incluye dentro del conflicto una dimensión puramente islámica, semejante en algunos aspectos a la guerra civil de Yemen (donde se repiten actores y donde también han combatido las FAR desde 2015).