Elecciones

Corea del Sur acude a las urnas para acabar con el caos y recuperar la estabilidad

Los surcoreanos han vivido una campaña electoral marcada por escándalos, espectáculo mediático y desafíos estructurales internos y externos

Una mujer deposita su voto en un urna en un centro electoral de Corea del Sur. Europa Press/Contacto/Yao Qilin 29/05/2025 ONLY FOR USE IN SPAIN
Corea del Sur elige este martes presidente para poner fin a la peor crisis política en décadasCONTACTO vía Europa PressEuropa Press

Pasar página. Tras seis meses del torbellino político que ha sacudido a Corea del Sur, sus ciudadanos acuden este martes a las urnas con esa esperanza de cerrar un largo capítulo marcado por el caos y recuperar la democracia. Protestas masivas que colapsaron las calles, giros judiciales vertiginosos y una sucesión sin precedentes de líderes interinos han dejado al país al borde del agotamiento. Este sufragio se perfila como una oportunidad para restaurar la estabilidad y sanar las heridas de una nación fracturada por la controversia.

En la antesala de unas presidenciales que definirán el futuro de la península coreana, las cadenas de televisión han desatado un huracán de creatividad para capturar el pulso de la nación. Avatares de candidatos que irrumpen desde inodoros, lanzan patadas a balones de fútbol o destapan refrescos con estallidos de color están convirtiendo las horas previas en un vibrante espectáculo digno de un videoclip de K-pop. La cadena SBS lidera esta revolución visual, apostando por animaciones que fusionan política y entretenimiento en un despliegue atrevido para seducir a los votantes. Esta tradición, nacida hace una década, aprovecha el magnetismo de la cultura pop para hacer que la política sea tan adictiva como un K-drama. Con un guiño a los jóvenes y a una audiencia saturada de estímulos digitales, los medios de comunicación buscan informar e hipnotizar, transformando los datos electorales en un carnaval que pretende elevar la participación.

La destitución del expresidente Yoon Suk-yeol, tras su temeraria declaración de ley marcial el pasado diciembre, sumió al país asiático en una vorágine política sin precedentes. La Corte Constitucional, con un fallo unánime, arrojó por la borda los restos del naufragio de su presidencia, evocando recuerdos de los días más oscuros de la dictadura militar. Este insólito acto, que Yoon pretendía fuera un golpe de autoridad pero que resultó en un fiasco de seis horas, desencadenó su "impeachment" en abril y abrió la puerta a unas elecciones anticipadas, casi dos años antes de lo previsto. Aquella zancada desencadenó una profunda crisis política e institucional, que se suma a las dificultades de la cuarta economía asiática, también desgarrada por profundas divisiones sociales y en busca de una figura unificadora.

El escenario está dominado por Lee Jae-myung, el líder del opositor Partido Democrático de Corea, un político carismático pero controvertido que sobrevivió a un intento de asesinato el año pasado. Las encuestas lo sitúan como favorito, con un respaldo cercano al 49% frente al 36% de su principal rival, Kim Moon-soo, del conservador Partido del Poder Popular (PPP). Sin embargo, la carrera está lejos de ser predecible: Lee enfrenta cargos legales por violaciones electorales que podrían descalificarlo. Aunque el Tribunal Superior de Seúl anuló una condena en marzo, la Corte Suprema revirtió esa decisión el 1 de mayo, devolviendo el caso a instancias inferiores y sumiendo su candidatura en la incertidumbre.

El PPP, aun tambaleándose por el caos de Yoon, eligió a Kim tras un proceso interno marcado por la discordia. La breve candidatura del ex primer ministro Han Duck-soo, considerado un estabilizador, fue descartada, aunque su reciente ingreso a la carrera como independiente añade más volatilidad. Mientras tanto, Yoon, ahora bajo juicio por cargos de insurrección que podrían llevarlo a cadena perpetua, sigue siendo una figura polarizante. Sus seguidores, liderados por voces como el pastor Jeon Gwang-hoon, denuncian conspiraciones de izquierda y claman por resistencia, mientras miles lo recibieron al abandonar la residencia oficial.

Estos comicios determinarán el rumbo de un país extremadamente dividido. Una victoria de Lee podría intensificar las demandas de castigo contra Yoon y el PPP, con el DPK buscando desmantelar a sus rivales. Sin embargo, su control de la Asamblea Nacional, aunque sólido, no alcanza la mayoría de dos tercios necesaria para anular vetos presidenciales. Por otro lado, un triunfo conservador podría revitalizar a Yoon y sus aliados, pero enfrentaría una oposición legislativa feroz.

A las puertas de unas votaciones cruciales, estos candidatos enfrentan un escrutinio implacable: ¿podrán movilizar a una población sumamente desencantada y fracturada por una tormenta de desafíos estructurales y externos? La cuarta economía asiática, anclada en un crecimiento anémico proyectado en un 2,1% para este año según el Banco de Corea, lucha por recuperar su dinamismo en un contexto de incertidumbre global.

Asimismo, el panorama doméstico es desolador. La tasa de natalidad posiciona al país con la fecundidad más baja del mundo, amenazando la sostenibilidad de su sistema de pensiones y su fuerza laboral. A esto se suma la escalada de los costes de la vivienda, particularmente en el área metropolitana de Seúl, donde los precios de los apartamentos han disparado la frustración entre los más jóvenes, alimentando un sentimiento de exclusión que erosiona la cohesión social. Este malestar pone en jaque la capacidad de la clase política para conectar con una generación que percibe su sueño como inalcanzable.

En el frente externo, la península coreana sigue bajo la sombra de Pyongyang. La amenaza norcoreana, con sus incesantes pruebas balísticas y retórica beligerante, exige una política de defensa robusta pero calibrada para evitar una escalada sin control. Divisiones partidistas aparte, las autoridades surcoreanas están muy preocupadas por la implicación del Reino Ermitaño en la guerra de Ucrania, que está dando al régimen de Kim Jong-un la oportunidad de probar su arsenal y reforzar sus tropas. A su vez, las disputas territoriales con China en el Mar Amarillo complican las relaciones con Pekín, mientras Donald Trump presiona a Seúl con demandas proteccionistas que podrían tensionar el comercio bilateral, vital para una economía exportadora que depende de gigantes como Samsung y Hyundai.