Acuerdo temporal
Tregua en la guerra comercial: Trump reducirá los aranceles a China al 30% y Pekín rebajará las tarifas a EEUU al 10%
Pekín afirma que las reducción de aranceles acordada con Washington se enmarca "en el interés común del mundo"
China y Estados Unidos han alcanzado un acuerdo crucial para eliminar de forma temporal la mayoría de los aranceles impuestos desde el 2 de abril, y establecer un “mecanismo de consulta comercial”. Este avance puede marcar el inicio del fin de una guerra comercial que ha disparado los gravámenes a niveles históricos. Expertos enfatizan que este progreso brinda un alivio político temporal a ambas naciones, y también les permite mantener una imagen de fortaleza en el competitivo escenario global. La creación de un marco para el diálogo sugiere un reconocimiento mutuo de la necesidad de confrontar las tensiones de manera constructiva. Sin embargo, el verdadero desafío radica en la implementación de un acuerdo sólido y la disposición de ambas partes para abordar cuestiones más complejas.
La noticia fue anunciada en una declaración conjunta el lunes. Este pacto reduce las tarifas actuales de EE. UU. sobre bienes chinos al 30% y las tarifas chinas sobre importaciones estadounidenses al 10%, además de algunos gravámenes retaliatorios previamente impuestos a productos seleccionados de EE. UU.
El secretario del Tesoro de EE. UU., Scott Bessent, quien lideró la delegación estadounidense en las primeras conversaciones formales, afirmó en una conferencia de prensa tras el anuncio: “Hemos reducido sustancialmente los niveles arancelarios. Ninguna de las partes desea un desacoplamiento”. Según la declaración conjunta, ambas potencias se comprometieron a eliminar 91 puntos porcentuales de los aranceles de abril y a suspender otros 24 puntos porcentuales durante los próximos 90 días. No obstante, los aranceles del 20% impuestos por el presidente Donald Trump para frenar el tráfico de fentanilo permanecerán vigentes.
Por su parte, Pekín también ha accedido a pausar o eliminar todas las contramedidas no arancelarias impuestas, que incluyen la adición de algunas empresas estadounidenses a listas de sanciones y controles de exportación sobre minerales críticos.
Las recientes conversaciones en Ginebra representan un momento clave en las problemáticas relaciones comerciales, siendo el primer acercamiento formal desde que el presidente Donald Trump impuso aranceles del 145% a productos chinos este año. En respuesta, Pekín aplicó gravámenes del 125% sobre bienes a su rival, intensificando así la contienda comercial a niveles sin precedentes.
El Representante de Comercio de EE. UU., Jamieson Greer, describió el diálogo como “constructivo”, destacando la rapidez con la que se alcanzaron ciertos acuerdos. “Esto refleja que las diferencias pueden no ser tan significativas como se pensaba”, comentó, según un comunicado de la Casa Blanca. Greer atribuyó el déficit comercial de EE. UU., que asciende a 1,2 billones de dólares, como la justificación para la declaración de emergencia nacional por parte de Trump, quien se mostró optimista respecto a que esta oportunidad contribuiría a resolver esta situación.
Durante el fin de semana, los negociadores de ambas partes adoptaron un tono positivo en sus declaraciones a los periodistas, destacando la profesionalidad demostrada. Este enfoque sugiere que dichos conflictos podrían estar siendo sobrestimados en su gravedad. “Es importante comprender lo rápido que hemos logrado llegar a un acuerdo, lo que indica que tal vez las diferencias no eran tan grandes como se pensaba”, afirmó Greer. Sin embargo, también subrayó que había sido necesario un considerable trabajo previo para alcanzar este punto. Este optimismo podría ser un indicativo de que están dispuestos a buscar soluciones y a trabajar en conjunto, lo que podría allanar el camino hacia una mayor cooperación y una eventual estabilización en sus relaciones.
Previo a la aproximación, Pekín solicitó la eliminación de los aranceles como un gesto de buena voluntad. Funcionarios chinos indicaron que los compromisos surgieron tras repetidas iniciativas estadounidenses. a través de “múltiples canales”, un relato que fue cuestionado por Trump, quien sugirió que Pekín debería “revisar sus archivos”.
La postura de Trump respecto a la reducción arancelaria mostró cierta ambivalencia en los días previos. El miércoles, afirmó que no se bajarían para presionar a China. Sin embargo, durante un evento para anunciar un acuerdo comercial con el Reino Unido, insinuó que los “podrían” disminuir si las negociaciones resultaban exitosas. “Está en 145%, así que sabemos que va a bajar. Creo que vamos a tener una muy buena relación”, manifestó Trump, añadiendo que podría discutir con el presidente chino Xi Jinping, dependiendo de los resultados en Suiza.
El intercambio de tarifas punitivas llevó a un estancamiento, con ninguna de las partes dispuesta a ceder y sin una salida clara a la vista. Conscientes de la necesidad de reducir hostilidades, ambos lados finalmente anunciaron las conversaciones públicas.
Previo al fin de semana, la Casa Blanca buscaba asegurar la eliminación de las restricciones de exportación de China sobre tierras raras utilizadas en la fabricación de imanes, un tema crítico para varias industrias que enfrentan interrupciones. Las negociaciones tenían como objetivo reducir las tarifas por debajo del 60% como primer paso y discutir formas en que Pekín podría limitar exportaciones de ingredientes utilizados para producir fentanilo.
La creciente preocupación por el desabastecimiento en EE. UU. ha acelerado la necesidad de ceder entre las dos potencias, especialmente tras la drástica caída del 21% en las exportaciones chinas hacia EE. UU. el mes pasado. La administración Trump ha recibido advertencias de ejecutivos del sector minorista, quienes han señalado que la prolongación de altos aranceles podría provocar escasez de productos a niveles similares a los observados durante la pandemia, generando disrupciones significativas en la cadena de suministro.
Desde una perspectiva estratégica, China ingresó a las conversaciones con una ventaja notable, dado que, a diferencia de Trump, no enfrenta elecciones de medio término en 2026, según Bloomberg. En preparación para las mediaciones, los funcionarios chinos implementaron medidas para estabilizar su economía, incluyendo recortes en las tasas de interés y la inyección de liquidez adicional en el sistema bancario. Sin embargo, los datos económicos recientes indican una fragilidad persistente. En abril, la deflación del consumidor en China se extendió por tercer mes consecutivo, un fenómeno que refleja el impacto negativo de las tiranteces en la demanda interna y en la presión sobre los precios.
Las potencias ya cuentan con un pacto comercial firmado al final del primer mandato de Trump en enero de 2020. En esa ocasión, el magnate lo describió como "histórico" y afirmó que rectificaba "los errores del pasado". Este acuerdo comprometía a Pekín a adquirir más de 200 mil millones de dólares en productos y servicios estadounidenses, además de abrir su mercado a los sectores agrícola y financiero de EE. UU.
Este contexto sugiere que, aunque el acuerdo original establece un marco para la colaboración, la implementación efectiva y la evolución de las políticas arancelarias seguirán siendo factores críticos. La habilidad de ambos para alcanzar un entendimiento influirá en sus economías, y afectará el panorama comercial global.