Testimonio

La guerra en Járkov “Lo peor es el ruido de las bombas en el silencio de la noche”

Pedro Zabala no ha podido salir de Járkov. Junto a su familia ucraniana pasan las noches en un refugio del siglo XIX

Pedro Zabala
Pedro Zabalalarazon

Antes del 24 de febrero, cuando el presidente ruso Vladimir Putin lanzó la invasión a gran escala de Ucrania, residían en todo el país doce dominicanos. A Pedro Zabala, oriundo de San Juan de las Maguanas, en República Dominicana, la guerra le sorprendió en Járkov, a donde llegó por amor tras conocer a su esposa ucraniana. Lleva una semana maldurmiendo en un refugio, que, por suerte, la casa en la residen, que es de finales del siglo XIX, aún conserva. En el jardín poseen otro “búnker”, más pequeño, que le han prestado a una pareja vecina que carecía de esta, hoy, sustancial instalación. “Estamos devastados, muy cansados, asustados. Esto es horrible”, se queja Zabala tras subir por la escalera vertical del sótano para poder hablar, por la poca cobertura de la que disponen.

No pudieron salir de la ciudad cuando estalló la invasión. “Tenemos dos problemas, por un lado, Járkov está muy cerca de la frontera rusa y muy lejos de la de la Unión Europea, y el Ejército de Rusia avanzó rápido hacia aquí. Por otro, el hijo de mi mujer tiene dos niñas, una de ellas es un bebé de seis semanas. Se nos moriría en el trayecto hacia la UE”, indica.

Encerrados en la casa, Zabala ha pedido ayuda a su Gobierno. Aunque confiesa que el consulado dominicano está muy pendiente de él–, la realidad es que no hay manera de evacuarlos de allí o darles una opción segura. “Estamos muy apartados, cerca de un río... Hicimos una buena compra antes de todo y menos mal, ahora no hay ni dónde comprar”.

Él quiere salir de Járkov, una de las ciudades que más han sufrido el fuego enemigo. Ayer, la ONG Human Rights Watch (HRW) confirmó que el Ejército de Putin usó bombas de racimo sobre la población de Járkov el 28 de febrero. El uso de este material bélico puede constituir un crimen de guerra. “Járkov está bajo el ataque implacable de las fuerzas rusas y los civiles se esconden en los sótanos para evadir las explosiones y los escombros”, explicó ayer el director de Armas de HRW, Steve Goose, quien denunció que “el uso de bombas de racimo en áreas pobladas muestra un desprecio descarado e insensible por la vida de las personas”.

Por su parte, el Gobierno de Volodimir Zelenski insiste en que Járkov “sigue siendo una fortaleza insuperable. Todos los ucranianos miran los bombardeos rusos con dolor. Pero ahora toda Europa sabe que Járkov no solo es un centro intelectual e industrial sino también una ciudad orgullosa con ciudadanos valientes”, subrayó el ministro de Defensa, Oleksiy Reznikov, a pesar de reconocer que Járkov “está siendo aplastada por el enemigo”.

“Estamos muy nerviosos. Algunos nos queremos marchar de aquí ya. Otros, como los padres de mi mujer no quieren salir. Mis suegros me dicen que este es su país y que quieren morir aquí”, reconoce Zabala, a quien le ha asombrado positivamente la actitud de los ucranianos en esta guerra. Sin embargo, él ya no quiere permanecer en Járkov. “A Kiev son 600 kilómetros y ya no es segura. Y hasta la frontera europea, he calculado que si todo sale bien tardaríamos dos días y medio de viaje”.

Con todo, “tengo miedo, pero en el sótano me siento casi seguro”, confiesa Zabala ante el dilema de si salir o seguir atrapados en Járkov. “Mi familia ucraniana está sufriendo mucho más que yo”, explica este dominicano de 61 años. “Lo peor es en el silencio de la noche, escuchar los aviones, el ruido de las bombas cayendo... Cualquier ‘’tum tum’', puede que sea lo último que oiga”.