Opinión

Isabel II: toda una vida sirviendo a su pueblo

Una fotografía en un edificio de la Reina Isabel II en Picadilly Circus, en Londres
Una fotografía en un edificio de la Reina Isabel II en Picadilly Circus, en LondresElisa BermudezEuropa Press

En un mundo fragmentado como el de hoy, es difícil encontrar una figura cuyo comportamiento intachable a lo largo de décadas genere admiración unánime, con independencia de nacionalidades, ideologías y edades. Un referente que nos inspire y nos permita contemplar el pasado con orgullo, comprender mejor el presente y aspirar a un futuro mejor para todos.

El triste fallecimiento de Su Majestad la Reina Isabel II de Inglaterra ha conmovido al mundo entero: jefes de Estado y de Gobierno de los cinco continentes, líderes sociales y religiosos y la sociedad en su conjunto muestran de forma unánime su pesar y su reconocimiento ante la talla humana e institucional de una figura verdaderamente histórica.

Y lo hacen con una emoción que solemos reservar solamente para lo inesperado. Parece como si la determinación, la salud inquebrantable y la resistencia ante la adversidad que demostró a lo largo de toda su vida hubieran llegado a pesar más en nuestra mente que la consciencia de su avanzada edad. A lo largo de 70 años de reinado supo preservar con firmeza sus valores y sus creencias mientras se adaptaba a la perfección a una modernidad que nunca consideró ajena. Logró también aunar el cumplimiento más estricto de sus deberes con la atención constante a su familia, a cuyo lado se mantuvo en todo momento.

Su papel fue, además, esencial para lograr que la profunda transformación experimentada por las antiguas colonias británicas en estas siete décadas fuera compatible con la solidez de la llamada Mancomunidad de Naciones. Esta misma semana tuve la oportunidad de comprobar en Australia el enorme cariño que sentían por ella al otro lado del mundo.

Todos los que han tenido la oportunidad de conocerla coinciden en señalar la profunda huella que causó en ellos. Las sentidas palabras pronunciadas en Sevilla por Su Majestad el Rey Felipe VI son la mejor muestra de ello.

Yo mismo tuve ese privilegio, y debo decir que quedé impresionado tanto por sus conocimientos como por la cercanía que demostraba. Tuvo además la enorme generosidad de nombrarme Comendador de la Excelentísima Orden del Imperio Británico, después de más de 50 años íntimamente ligado al Reino Unido en lo profesional y en lo personal.

Gracias a su sabiduría y a su esfuerzo, la institución a la que dedicó su vida entera se halla en una situación de gran fortaleza. La personalidad, la experiencia y la enorme preparación del Rey Carlos III son la mejor garantía de estabilidad para el Reino Unido.

Hoy podemos decir con emoción que, tras una larga vida de dedicación su pueblo, Su Majestad la Reina Isabel II nos deja prestando un último servicio: El de permitirnos contemplar con admiración su legado. De nosotros depende aprovechar la enseñanza.

Ignacio S. Galán es presidente de Iberdrola