Sucesión

Carlos III trata de impedir nuevas repúblicas en la Commonwealth

El rey se reúne con los representantes de esta comunidad de naciones para alejar el fantasma de Barbados

El rey Carlos III recibe en audiencia a la secretaria general de la Commonwealth, la baronesa Patricia Scotland en el Palacio de Buckingham
El rey Carlos III recibe en audiencia a la secretaria general de la Commonwealth, la baronesa Patricia Scotland en el Palacio de BuckinghamDPA vía Europa PressDPA vía Europa Press

En sus primeras horas como monarca, Carlos III se reunió ayer en el Palacio de Buckingham con representantes de la Commonwealth recalcando así la importancia que sigue teniendo para su reinado esta organización compuesta por 56 países que, con la excepción de Mozambique y Ruanda, comparten lazos históricos con el Reino Unido. Es el legado de un imperio y también de una esclavitud que en el siglo XXI plantea preguntas difíciles sobre el papel que debe tener un rey extranjero. Tras la muerte de Isabel II, los movimientos republicanos desde el Pacífico hasta América del Norte y el Caribe evalúan ahora si deben aprovechar el momento.

En los últimos años, muchos de los miembros de esta comunidad de naciones de 2.500 millones de personas -que incluye tanto economías avanzadas como en desarrollo-se han ido desvinculando de la monarquía británica. Carlos III es ya sólo jefe de Estado en 14 de estos países, de los cuales, los más importantes son Canadá, Australia y Nueva Zelanda. Aunque su papel es puramente ceremonial.

Temor al efecto contagio

Barbados fue en diciembre del año pasado la última en salirse del club, convirtiéndose en la república más joven del mundo. La que fuera colonia británica cortaba los últimos lazos que le quedaban con el Palacio de Buckingham después de casi 400 años. El 30 de noviembre de 1966, este rincón paradisiaco del Caribe ya conquistó su independencia aunque eligió a Isabel II como jefe de Estado de una monarquía parlamentaria. Sin embargo, tras una votación en Parlamento a finales del año pasado se quiso dejar atrás por completo su pasado, cambiando de modelo constitucional, aunque continúa como miembro de la Commonwealth.

La transición fue de lo más amistosa. Hasta el punto de que el entonces príncipe Carlos, acudió a la ceremonia como invitado de honor. Durante la ceremonia, el entonces heredero reconoció la «espantosa atrocidad de la esclavitud». «Desde los días más oscuros de nuestro pasado, y la espantosa atrocidad de la esclavitud, que mancha para siempre nuestra historia, la gente de esta isla forjó su camino con extraordinaria fortaleza. La emancipación, el autogobierno y la independencia fueron sus puntos de referencia», recalcó. Los comentarios fueron lo más lejos a lo que ha llegado el Palacio a hablar sobre este tema.

Jamaica, ¿el próximo?

Si bien hay fuertes voces republicanas en Australia, Nueva Zelanda y Canadá, parece más probable que Jamaica enfrente el problema de inmediato, sobre todo porque la designación del nuevo rey podría requerir un referéndum constitucional. El pasado viernes, la portada de uno de los principales periódicos de Jamaica, el Gleaner, señalaba que la muerte de Isabel II «haría más fácil la ruptura de Jamaica con la monarquía».

El Gobierno de Jamaica anunció el año pasado planes para pedir a Londres una compensación por unos 600.000 africanos que fueron enviados a la isla en beneficio financiero de los propietarios de esclavos británicos. Y una encuesta de este verano encontró que más de la mitad de los jamaiquinos querían que Isabel II fuera destituida como jefa de Estado. Por su parte, Belice ya ha anunciado una revisión constitucional, y el liderazgo político en algunos territorios británicos de ultramar, como las Islas Vírgenes Británicas, también se dirige en una dirección similar.

En Australia, el nuevo gobierno encabezado por el primer ministro, Anthony Albanese, nombró el pasado mes de junio a Matt Thistlethwaite como el primer ministro del país encargado de supervisar la transición a una república. Y en Nueva Zelanda, la primera ministra republicana, Jacinda Ardern, recordó a la reina Isabel II como «extraordinaria», diciendo que vino «a definir las nociones de servicio, caridad y consistencia». Aunque la posible ruptura con la realeza británica parece un debate inevitable.

Dentro de los intentos por modernizarse y democratizarse, la Commonwealth celebró en abril de 2018 una votación para decidir quién debía ser el líder de la organización cuando Isabel II falleciera. Cuando la soberana accedió al trono en 1952, fue proclamada cabeza de esta institución, al igual que lo fue su padre Jorge VI. Pero el cargo no era hereditario. Comenzaron a debatirse diferentes opciones, pero finalmente el entonces príncipe Carlos -hoy Carlos III- fue nombrado sucesor.

Resurgimiento tras el Brexit

El protagonismo de esta unión de naciones surgido del Imperio británico en los años 40 no sólo está ahora en el ámbito de la realeza, sino también en el escenario político nacional. Y es que, tras el referéndum del Brexit, los euroescépticos se empeñan en recobrar la importancia de futuros acuerdos comerciales con estos países con los que, aparte de compartir idioma, guardan cierta semejanza en cuanto a sistemas administrativos y legales.

Pero la realidad es que la Commonwealth es hoy un mercado menor, disperso y fragmentado que, además, carece de la integración económica del mercado único de la UE. En la actualidad, esta organización es el destino de menos del 10% de las exportaciones británicas, frente al 50% que van a la UE. Reino Unido comercia más con Bélgica y Luxemburgo que con Canadá y Australia, dos de las mayores economías de este club de países. Exporta más a Polonia que a cualquier miembro de la Mancomunidad de Naciones. Solo cuatro de los países del grupo reciben más de un 1% de las exportaciones británicas.