Windsor
La familia real se une para despedir a Isabel II
El ataúd de roble de la reina permanecerá sobre el catafalco en Westminster hasta el lunes, cuando se celebrará su funeral de Estado
Fue con la llegada al trono de la reina Victoria cuando el Palacio de Buckingham pasó a ser la residencia oficial de la monarquía británica, convirtiéndose en todo un símbolo de Reino Unido. Su reinado fue todo un referente que nadie pudo superar hasta que llegó Isabel II y protagonizó siete décadas de continuidad. Era una figura que despertaba admiración y respeto en todo el mundo.
Fueron incontables las veces que la soberana apareció en el famoso balcón del Palacio. La última de ellas, el pasado mes de junio, durante las celebraciones de sus 70 años en el trono, el Jubileo de Platino. Se dijo entonces que la imagen pasaría a la posteridad porque quizá sería la última vez en verla allí, saludando a su pueblo. Para una mujer que siempre ocultó en público sus sentimientos se la vio profundamente emocionada.
El júbilo que los ciudadanos mostraron entonces se transformó este miércoles en silencio para despedir a su reina, la última monarca global. Isabel II pasó por última vez por debajo del emblemático balcón, con los ecos de la historia a su alrededor. El cortejo fúnebre abandonó el Palacio de Buckingham rumbo al Parlamento británico, donde se instaló una capilla ardiente para que los británicos puedan rendirle tributo hasta el próximo lunes, cuando tendrá lugar el funeral de Estado de Isabel II. El escenario para dar el último adiós a la soberana es en la sala más antigua de Westminster, la misma en la que Carlos III declaró el pasado lunes que era «donde respiraba la democracia» de Reino Unido.
Construido en 1097, Westminster Hall ha desempeñado un papel importante en la historia británica durante siglos. El último miembro de la familia real que yació allí fue la Reina Madre en 2002, cuando más de 200.000 personas hicieron cola para pasar frente a su ataúd y presentar sus respetos. Con Isabel II se estima que durante los próximos días podrían pasar más de 750.000 personas venidas de todas las partes del mundo.
Por detrás del carro de armas que transportaba el ataúd, custodiado por la guardia real, con sus uniformes rojos y gorros de piel de oso negros, y la corona imperial encima, iban a pie el rey Carlos III y sus hermanos, Ana, Andrés y Eduardo. Más atrás caminaban juntos los príncipes Guillermo y Enrique, recordando aquella imagen en la que, siendo tan solo unos niños, tuvieron que acompañar el féretro de su madre, Lady Di, en 1997. No se sabe si de manera temporal o definitiva, pero los hermanos han puesto tregua a las tensiones familiares que existen desde hace dos años, cuando Enrique decidía abandonar «La Firma» para emprender una nueva vida junto a su mujer, Meghan, en Estados Unidos.
Y la tregua la han firmado también, por unos días, los representantes políticos en un momento en el que la economía está tremendamente debilitada y en el que la unidad constitucional está más que cuestionada por el desafío soberanista escocés y las consecuencias de un Brexit que aún sigue negociándose con Bruselas seis años después de la consulta.
La Tropa de Artillería a Caballo era la encargada de tirar el carro con el ataúd de roble de Isabel II, cubierto con el estandarte real y también una corona de dalias y rosas blancas. La solemne procesión transcurrió a paso lento por The Mall, engalanada con grandes banderas británicas y también con las insignias de los países de la Commonwealth, una organización tremendamente importante en la era isabelina, pero cuyo futuro queda ahora sometido a debate. El cortejo fúnebre pasó también por el Cenotafio, el monumento a los caídos erigido después del final de la Primera Guerra Mundial, y al que Isabel II siempre acudía cada noviembre con el Remembrance Sunday. En un momento conmovedor, pasó junto a las estatuas de bronce del padre de la difunta reina, Jorge VI, y su madre, la reina madre. Asimismo, a su entrada a Westminster, pasó junto a la estatua de Churchill, el que fue el primer ministro de Isabel II cuando, con tan solo 25 años, accedió al trono en 1952. El ataúd iba custodiado a ambos lados por el Primer Batallón de los Guardias Granaderos. El silencio de la gente quedó roto solo por los aplausos, la música solemne de una banda real, los cañonazos disparados cada minuto desde el cercano parque londinense de Hyde Park y una campanada del reloj Big Ben, también cada minuto. Los británicos despiden a su reina más longeva. El mundo entero le rinde tributo.
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