Testigo directo

“Yo puedo escapar de Rusia, otros no podrán contarlo”

Evgeni Stepanov estaba de viaje de novios cuando el presidente Vladimir Putin llamó la movilización parcial

Un grupo de personas presencia el último discurso del presidente ruso Vladimir Putin
Un grupo de personas presencia el último discurso del presidente ruso Vladimir PutinlarazonAgencia AP

Él insiste en que para mala suerte las de quienes están ya en la guerra y, sobre todo, para quienes han perdido la vida o van a perderla en las próximas semanas en Ucrania. “Comparado con el sufrimiento de quienes están en las zonas de combate y quienes han muerto y sus familiares, el nuestro es relativo. Al fin y al cabo yo voy a tener una oportunidad de empezar de nuevo”, relata Evgeni Stepanov a LA RAZÓN.

Cruce de sangres de la antigua Unión Soviética, rusa, ucrania y armenia, el joven, de 32 años, se encontraba junto a su esposa, Natalia, en plena luna de miel en París, se habían casado a una semana atrás, cuando el presidente ruso Vladimir Putin llamaba a la “movilización parcial” en su país. Un terremoto en la vida que ambos acababan de comenzar en la ciudad de Krasnodar, en el sur de Rusia, a la vuelta del viaje. Para la pareja es hora de tomar decisiones. Y con rapidez.

Volver a Rusia no era una opción para los jóvenes. Evgeni sirvió en una unidad de artillería del Ejército ruso entre 2008 y 2009. Sabe que si no lo han llamado a filas en esta llamada, será pronto. “Todos sabemos que una vez se oficialice la anexión de las cuatro nuevas regiones del este ucraniano a la Federación Rusa se anunciará la movilización total. Los medios rusos repiten que estamos ya en una guerra total con Occidente y que Ucrania es el brazo ejecutor. Tenía que anticiparme.”, relata a este medio.

Tengo un amigo que ha estado unos meses trabajando para el Grupo Wagner en la guerra y me cuenta que en Ucrania no hay ya ninguna estrategia militar; los mandos priorizan guardar municiones sobre las vidas humanas sabiendo que vienen más hombres de camino: es una auténtica carnicería. Nadie en Rusia quiere esta guerra, ni quienes siempre han apoyado a Putin: todos deseamos que esto acabe ya”, confiesa el joven a LA RAZÓN.

La luna de miel más amarga

No olvidarán Natalia y Evgeni la fecha del 21 de septiembre de 2022. Tras muchos meses de ahorro y dificultades en Krasnodar, la pareja disfrutaba de la parte final de una luna de miel que había empezado en Barcelona y terminaba en París. “Fue un shock para los dos. Obviamente estábamos muy preocupados y tristes por la guerra, pero quisimos evadirnos unos días en España y Francia. Era la primera vez que mi esposa visitaba Europa, estaba emocionada, y mi segunda ocasión”, relata Evgeni.

Hubo unas horas en que no sabíamos qué hacer. Sólo teníamos claro que se acabaron las cenas en restaurantes y las visitas. Esa misma noche nos miramos mi mujer y yo a la cara y decidimos que nos bastaba con ir a un supermercado y comprar algo de comer allí para cenar en la habitación: había que ahorrar hasta el último céntimo porque venían tiempos durísimos”, confiesa el joven.

Evgeni pasó varios años de su primera juventud, recién graduado en la universidad y tras su paso por el servicio militar, en América Latina, la mayor parte de su periplo en Guatemala, donde trabajó para una empresa minera. También tuvo la oportunidad de estudiar un año de la carrera de Filosofía y Letras en la UNAM mexicana. Por ello pensó en un principio en dirigirse directamente a un país como Argentina para tratar de pedir asilo y de rehacer allí su vida.

Lo pensamos fríamente después. Tenemos que ser realistas. Tenemos que vivir mi mujer y yo de algo; ella no sabe español y mi nivel no bastará para encontrar un buen empleo allí. Lo más razonable era huir a un país donde se hable ruso y haya seguridad, un techo y posibilidades de trabajar”, explica el joven. “Nuestros parientes, nuestros suegros, nos pedían que no nos marcháramos tan lejos con la esperanza de que algún día podamos volver. Están muy preocupados, y también les da miedo que no volvamos a Rusia”, abunda Evgeni.

Tras horas angustiosas la pareja tomó una importante decisión. Ella volvería desde París a Krasnodar con su familia. Él se marcharía a Armenia, donde tiene parientes maternos. Pero Armenia no es precisamente estos días sinónimo de paz y seguridad. Hace apenas dos semanas se registraban enfrentamientos armados –con un balance de 49 muertos en las filas del Ejército armenio- en la frontera entre Azerbaiyán y Armenia. Evgeni no descarta que vuelvan las hostilidades en la pequeña Armenia, para la que Rusia es su principal apoyo militar (en su territorio hay una importante base militar rusa).

La pareja deja atrás en Krasnodar un joven e ilusionante negocio dedicado a la enseñanza de idiomas a los más jóvenes y una vivienda recién comprada. De momento ella seguirá acudiendo a su puesto de trabajo en una entidad bancaria en la ciudad rusa. Evgeni y Natalia se despidieron el pasado martes en Tiblisi hasta no saben cuándo. Ella tomó un autobús rumbo a Krasnodar. Él confía en verla dentro de dos o tres meses en Armenia si las fronteras rusas no están para entonces cerradas del todo. Tiene la esperanza de encontrar un trabajo y un techo y poder empezar con su esposa nueva vida en tierra armenia.

Este miércoles, Evgeni cubrió al volante de su coche, que aguardaba en el aeropuerto de Tiblisi, hasta Yereván, la capital armenia. Tras ocho horas de ruta, le aguardaba su tío en en un pequeño municipio cerca de Garni, famoso por sus iglesias y monasterios cristianos. Hoy Evgeni trata de poner orden en su vida en Armenia, que “está llena de rusos que han huido y los precios de los alquileres se han disparado”, relata el joven a LA RAZÓN a su llegada al país. “Los rusos tenemos que estar muy agradecidos a georgianos y armenios, que nos están salvando, y acuérdate que en 2008 Rusia y Georgia estaban en guerra”, confiesa.

“Estoy desorientado y tengo pena por no poder volver a mi casa”, admite a La RAZÓN. Evgeni acaba de acomodarse en su nuevo dormitorio. No tiene apenas dinero y sus tarjetas de crédito rusas están bloqueadas; ni siquiera cuenta con su ordenador portátil para poder empezar a buscar trabajo. Aunque sí algo de ropa cómoda que usó durante su luna de miel. Y todas las ganas de vivir.