Congreso "tory"
Truss promete sacar a Reino Unido del pozo mientras sufre abucheos: “¿Quién ha votado por esto?”
La primera ministra británica trata de unificar su partido tras una semana de fuertes turbulencias políticas y económicas
Nile Gardiner, el que fuera asesor de Margaret Thatcher, ha instado a la nueva primera ministra Liz Truss a mantenerse firme en su programa. “Esto no es un concurso de popularidad”, decía en medio de una de las conferencias del Partido Conservador más convulsas que se recuerden en la historia reciente.
La caída de la libra por el polémico plan fiscal presentado por el Ejecutivo y los posteriores volantazos a fin de evitar rebeliones internas han impuesto un ambiente de lo más derrotista entre las filas y bases que, por primera vez en doce años, ven como posibilidad real perder el poder.
En el congreso anual que la formación celebró en 1980, pese a la gran presión que existía por la subida del desempleo y una economía en recesión, Thatcher se negó a renunciar a sus planes de liberación del mercado. “La dama no tiene intención de dar media vuelta”, sentenció con una frase que pasaría luego a la posteridad.
En un principio, la actual inquilina de Downing Street aspiraba a seguir los pasos de su gran ídolo. Tras ganar las primarias en septiembre, aseguró que se mantendría firme en sus medidas “aunque fueran impopulares”. Pero en el discurso que ofreció este miércoles para clausurar la conferencia que la formación celebraba en Birmingham, no había nada que recordara a la Dama de Hierro.
En lugar de un dirigente seguro de sí mismo, con gran autoridad entre sus filas y buena oratoria, Truss representaba a un político que, apenas un mes después de mudarse al Número 10, ha tenido que dar ya grandes volantazos y miraba un tanto nerviosa a las gradas intentando buscar un aplauso forzado ante un público que se pregunta si realmente estará mucho tiempo al frente del Gobierno.
En política si las medidas funcionan, tienen sentido, aun cuando no son populares. Pero al mismo tiempo, la política en sí no deja de ser un concurso de popularidad. Y si no se tiene el apoyo de las filas y el electorado, no se puede hacer nada.
Y ese es el punto delicado en el que se encuentra Truss, quien se mudó el mes pasado al Número 10 sin pasar por las urnas. Con una economía en recesión, una libra que en los últimos días ha caído en picado respecto al dólar, una inflación disparada y el propio Fondo Monetario Internacional cuestionando la estrategia del Gobierno, los conservadores se han desplomado en las encuestas. La oposición laborista les llega a sacar hasta 35 puntos de ventaja en el llamado Muro Rojo del norte de Inglaterra. Por lo que Truss tiene una compleja misión antes de las próximas elecciones previstas para 2024. Sobre todo si la economía no mejora.
Emulando al laborista Tony Blair cuando aseguró que sus tres prioridades eran “la educación, la educación, la educación”, Truss aseguró que su objetivo ahora era “el crecimiento, el crecimiento, el crecimiento”.
“Cada vez que se impone un cambio, provoca perturbaciones”, señaló. “No todo el mundo estará a favor de ese cambio, pero todos se beneficiarán de su fruto: una economía que crece y un futuro mejor”, prometía. Sin embargo, los aplausos se veían más que forzados. Solo cuando prometió que mantendrá la ayuda a Ucrania, la grada se puso de pie.
Fueron muchos los asistentes a la conferencia que no esperaron hasta el final a fin de evitar la huelga de trenes que paralizó hoy de nuevo al Reino Unido pidiendo mejoras salariales. Desde la dirección, se obligó a los diputados a estar presentes en el discurso para evitar espacios vacíos.
La intervención de Truss fue interrumpida por dos activistas de Greenpeace infiltradas entre el público. Pero la premier supo salir bien del paso asegurando que está determinada a combatir la llamada “coalición anticrecimiento”.
“No permitiré que la coalición anticrecimiento nos obligue a seguir detrás. Los laboristas, los liberaldemócratas, los nacionalistas escoceses, los sindicatos, los intereses establecidos que se disfrazan de centros de pensamiento, los tertulianos, los que niegan el Brexit, los ecologistas de Extinction Rebellion o algunos de los que han venido hoy aquí a gritar... prefieren protestar a actuar, escribir en Twitter a tomar decisiones difíciles”, recalcaba.
Lo cierto es que, ante sus pocas dotes de oratoria, era tan poco lo que se esperaba de ella que a nada que no cometiera ningún gran error se consideraba todo un triunfo.
De momento, se puede decir que Truss ha conseguido salvar algo de tiempo. Pero está por ver si cuando Westminster retome su actividad la próxima semana los diputados le muestran el apoyo que necesita para sacar adelante sus planes. El Gabinete no solo está dividido en cuestión de economía. También discrepa en materia migratoria. Por lo que todo puede pasar.
La inquilina de Downing Street sí quiere facilitar ahora a las empresas la contratación de personal con talento del extranjero para puestos a corto plazo en el Reino Unido, ya que los empresarios se quejan del gran problema de escasez de mano de obra posterior al Brexit en múltiples industrias.
Entre las demandas de los líderes empresariales están acuerdos recíprocos de movilidad juvenil con la UE en la línea de un esquema que permite a los adultos menores de 30 años de Australia, Canadá y Nueva Zelanda vivir y trabajar en Reino Unido por hasta dos años. Pese a las reticencias de miembros de su Gabinete, entre ellas la propia ministra de Interior, Truss ya ha pedido una revisión del nuevo sistema de visas post Brexit.
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