Primer mes

Truss se enfrenta a una revuelta «tory» por su falta de credibilidad

Sus bandazos en política fiscal han minado la credibilidad de la “premier” británica entre sus filas, que ya buscan un relevo

La «premier» británica, Liz Truss, ayer en Birmingham, junto Kwasi Kwarteng, el ministro de Finanzas
La «premier» británica, Liz Truss, ayer en Birmingham, junto Kwasi Kwarteng, el ministro de FinanzasStefan RousseauAgencia AP

La «premier» Liz Trussse reunió a principios de esta semana con los directores de los principales periódicos británicos en el Centro Internacional de Convenciones en Birmingham, donde tiene lugar el congreso anual del Partido Conservador. Fue un encuentro informal donde se ofreció vino –no muy bueno, por cierto, según comentan– y en el que la nueva inquilina de Downing Street dijo estar «realmente disfrutando» de ser primera ministra. Reveló, eso sí, que dormía algo más que su ídolo, Margaret Thatcher, quien sobrevivía con tan solo tres o cuatro horas de descanso cada noche. Lo de dormir más de cuatro horas es creíble. Pero que esté «realmente disfrutando» es ya más difícil de aceptar. Porque, francamente, nunca antes un primer ministro había sido tan impopular en tan poco tiempo.

Hoy miércoles, se cumple un mes desde que Truss ganara las primarias del Partido Conservador y se mudara al número 10 de Downing Street, sin necesidad de pasar por las urnas. El aniversario coincide con el primer discurso que ofrecerá como líder en la conferencia de la formación. Sin embargo, no habrá baño de masas. En su lugar, lo que existe es una autoridad completamente cuestionada, un Gabinete dividido y una esperanza prácticamente nula ante las posibilidades reales de ganar las próximas elecciones generales, previstas para 2024. Incluso la prensa más afín a los conservadores, se muestra ahora despiadada con los «tories».

Truss está en Downing Street, pero no tiene el poder. Tras decir por activa y pasiva que seguiría adelante con sus medidas para impulsar el crecimiento económico, a pesar de ser impopulares, el lunes claudicó a las presiones y renunció a bajar los impuestos a los más ricos. El volantazo era necesario para evitar una rebelión de sus propias filas. Pero aparte de humillante, es peligroso, porque significa que incluso aquellos parlamentarios que tenían la intención de defenderla ahora tampoco confían en ella. Por lo que tiene enemigos en los dos bandos: el que apostaba por ella en las elecciones primarias y el que nunca la ha llegado a soportar.

Truss también ha cambiado de fecha para explicar su plan de reducción de deuda. Las presiones de sus filas son, de nuevo, las que han obligado a adelantar la agenda. Y en los próximos días pueden haber más volantazos. Durante una entrevista ayer con la radio LBC, la «premier» británica se negó hasta seis veces a descartar más modificaciones en su polémico plan fiscal.

Las filas y el propio Gabinete están completamente divididos respecto a las prestaciones para las rentas más bajas. Truss quiere incrementarlas de acuerdo con los salarios en lugar de la inflación –como había prometido hacerlo Rishi Sunak, el ex ministro del Tesoro y su rival en las primarias–. La «premier» defiende que su plan ahorraría al Gobierno unos 5.000 millones de libras. Sus aliados argumentan que es injusto que los trabajadores vean un aumento de su salario de alrededor del 5% mientras que estas ayudas aumentan en más del 10%. Sin embargo, varios ministros consideran que sería «injusto» y «políticamente insostenible», teniendo en cuenta que el Ejecutivo había tratado de reducir el tipo máximo del 45% del IRPF para las rentas más altas y quiere levantar el tope de las bonificaciones de los banqueros. Por lo tanto, no se descartan rebeliones en los próximos días si Truss no rectifica.

Fuga de donantes

En definitiva, es tal el descontento, que cuando apenas lleva un mes en Downing Street, ya hay conversaciones para destituirla. Se habla de cambiar las reglas del llamado Comité 1922 –que reúne a los «tories» sin cartera– para que el partido pudiera encontrar a un sucesor sin necesidad de celebrar nuevas primarias que paralizaran la actividad en Westminster en medio de una recesión y una inflación disparada.

Algunas voces apuntan a que Truss no llegará a Navidades. Pero teniendo en cuenta que las generales están previstas para la primavera de 2024, se antoja complejo que los conservadores vayan ahora a cambiar de nuevo de líder.

El escenario más realista es que Truss aguante como candidata conservadora hasta la cita con las urnas. Eso sí, es cada vez más difícil que consiga una victoria electoral para una formación política que, tras doce años en el poder, muestra serios síntomas de fatiga entre el electorado.

Una de las señales más preocupantes es la fuga de donantes. El multimillonario Gareth Quarry se ha pasado ahora a apoyar a las filas laboristas –a las que ha donado este mes 100.000 libras– asegurando que tanto Truss como su ministro del Tesoro, Kwasi Kwarteng, son unos «fanáticos».