Opinión

«Cheget», los generales y Armagedon

El descontento dentro del Ejército ruso crece rápido pero no se sabe cuándo o cómo saldrá a la superficie

Una ilustración muestra en Kyiv la destrucción parcial del puente de KErch, en Crimea12/10/2022
Una ilustración muestra en Kyiv la destrucción parcial del puente de KErch, en Crimea12/10/2022DANYLO ANTONIUK / ZUMA PRESS / CONTACTOPHOTODANYLO ANTONIUK / ZUMA PRESS / C

“Putin está más loco cada día» me escribió este lunes nuestro colaborador ruso Vladislav Inozemtsev después de que el jefe del Kremlin ordenase el lanzamiento de setenta y cinco misiles de crucero desde tierra, mar y aire contra objetivos esencialmente civiles en quince ciudades ucranianas. Un arrebato de violencia producido por el sabotaje del puente de Crimea que un tribunal internacional podría perfectamente declarar como un crimen de guerra (otro más). Putin trata desesperadamente de recuperar la iniciativa después de la humillación sufrida por la voladura del puente de Kerch y las derrotas infligidas a sus tropas en la región oriental. Por eso, a medida que se hace más patente que puede perder la guerra el riesgo de un enfrentamiento nuclear aumenta.

Hace dos años el presidente ruso aprobó una orden ejecutiva que modifica la doctrina militar rusa -Moscú nunca ha utilizado la bomba de forma ofensiva- para permitir precisamente el uso de armas nucleares si está «en peligro la propia existencia del Estado». La farsa de los referéndums para anexionarse las cuatro regiones orientales podría servir para que el presidente ruso alegue que está en su derecho a emplear armas tácticas en el campo de batalla contra las tropas ucranianas. Es un riesgo ciertamente elevado, pero eso no significa que vaya a ocurrir. Cabe recordar que en febrero Putin ordenó activar «en modo especial de combate» su arsenal nuclear y todavía no ha recurrido a ellas. ¿Por qué? Porque sería catastrófico. Tendría unas consecuencias devastadoras para Rusia a corto y largo plazo, y sus ramificaciones serían imposibles de controlar.

No es extraño, por tanto, que EE UU haya reactivado la estrategia del megáfono para advertir a Putin sobre esas repercusiones. Estoy convencida de que el Estado Mayor ruso ha escuchado al ex jefe de la CIA, el general de cuatro estrellas David Petraeus, decir que, si Moscú usa armas nucleares, Washington «eliminaría todas las fuerzas rusas que podamos ver e identificar en el campo de batalla en Ucrania y también en Crimea y toda su flota en el Mar Negro». También habrá oído al ex embajador de EE UU en la ONU, John Bolton, advertir que si Putin aprieta el botón nuclear estará firmando su «nota de suicidio». Para Bolton el presidente ruso pasaría a convertirse en un blanco legítimo del Ejército norteamericano como lo fueron el escurridizo general iraní Qasem Soleimani o Osama Bin Laden. No habrán pasado tampoco desapercibidas las palabras del presidente Joe Biden, sobre el Armagedon. Como explicó en estas páginas el profesor de Columbia, Robert Y. Shapiro, se refiere al uso de armas nucleares estratégicas, desde tierra, mar y aire lo que causaría una destrucción mayor a la de 1945.

Vladislav asegura que el descontento dentro del Estado mayor ruso está creciendo rápidamente, pero nadie sabe cuándo y cómo saldrá a la superficie. Es importante este dato porque como ha explicado el ex oficial británico de la Royal Navy, Lewis Page, el «maletín nuclear del presidente ruso, el ‘’Cheget’', no está conectado directamente a ninguna bomba nuclear». El presidente emite la orden y pasa al Estado Mayor ruso, que debe ejecutarla. En otras palabras, Putin necesita el acuerdo del Estado Mayor para llevar a cabo su ataque. Quizás ése será un buen momento para dejarle solo.