OPINIÓN

Guerra comercial: incertidumbre y empobrecimiento

Trump, con su política económica errática y equivocada de la guerra arancelaria, está introduciendo una alta volatilidad en los mercados

Donald Trump presiona a Apple para que los iPhone se fabriquen en Estados Unidos
Donald Trump Evan VucciAgencia AP

El proteccionismo y sus prácticas tratan de abrirse camino de nuevo en el contexto internacional, con todo el efecto negativo que ello tendrá en la economía y el empleo. De esa manera, las restricciones al comercio y a la internacionalización de la economía son nocivas para el desarrollo económico, al frenar la actividad económica y el empleo. Cuando se implantaron en la segunda mitad del siglo XIX, generaron el caldo de cultivo de las dos grandes guerras del siglo XX. Por tanto, el proteccionismo es un peligro para el crecimiento económico, el empleo y la prosperidad de todos los ciudadanos, pues impide el progreso y, con ello, la generación de actividad, puestos de trabajo y riqueza.

La política comercial del presidente Trump, con el establecimiento de lo que él ha llamado aranceles recíprocos, que demoró su aplicación noventa días y que ahora, el nueve de julio, vence dicha prórroga, es el paso más profundo en este inmenso error económico que supone el levantamiento de más aranceles y barreras aduaneras. Así, Estados Unidos comenzará a aplicarlos el uno de agosto a los países que no hayan firmado un acuerdo con ellos antes de de este miércoles nueve de julio. Adicionalmente, impondrá un 10% a los países que se alineen con los BRIC’s.

Trump achaca a los males exteriores la decadencia de la importancia de la economía estadounidense, cuando, si en lugar de aranceles hubiese aplicado una política real de bajada del gasto y una importante reducción de impuestos, que ahora intenta con su ley fiscal, pero que se queda corta en la reducción del gasto, la habría revitalizado. Sin embargo, ha optado por este elemento empobrecedor, que es el proteccionismo. Junto a ello, la incertidumbre se apodera de la economía, ya que su dinámica es variable: anuncia unos aranceles para rectificarlos a las horas y volver a modificarlos poco después, y así sucesivamente. Tampoco ha contribuido a la credibilidad, el sistema de cálculo empleado para calcular los supuestos aranceles que el resto de países impone a Estados Unidos, según Trump, empleando para ello el cociente entre el déficit comercial de Estados Unidos con ese país, dividiéndolo por los bienes importados de ese país, en lo que vienen a ser unas cuentas del Gran Capitán al otro lado del Atlántico.

Trump, con esta política económica errática y equivocada de la guerra arancelaria, está introduciendo una alta volatilidad en los mercados, imprescindibles para canalizar el ahorro hacia la inversión empresarial; y está generando unas expectativas de posible recesión en Estados Unidos. Esos aranceles, que no dejarán de ser impuestos que paguen los ciudadanos estadounidenses, que los empobrecerá, presionará al alza a los precios en un entorno de peores expectativas y menor crecimiento, pudiendo llegar a crear una situación de estanflación, donde la Reserva Federal puede encontrarse en una difícil disyuntiva en su política monetaria, entre elevados precios y bajo crecimiento de producirse dicha estanflación, elemento que incidiría todavía más en la desaceleración de la economía, por mayor incertidumbre.

Da la sensación de que Trump, en lugar de optar por el camino más difícil y largo, pero estructuralmente ortodoxo, de recortar gasto y bajar impuestos para enderezar la economía, quiere ir por la vía rápida de provocar una recesión que pese a la subida de precios pudiese hacer que la Fed bajase tipos, para refinanciar de manera más barata la ingente deuda pública de Estados Unidos, gran problema de dicha economía y que puede que esté todavía peor de lo que parece dado este movimiento de Trump.

Frente a ello, aunque políticamente parece claro que no puede haber reacción por parte de los países afectados, lo económicamente racional sería no contraatacar con aranceles a Estados Unidos, sino abrir más la economía, elemento que en el medio y largo plazo daría a la UE una mejora económica estructural, al igual que tampoco es la solución el plan de Sánchez de movilizar 14.100 millones de euros, porque eso no deja de ser otra medida proteccionista, instrumentada en ese caso como subvención a la producción, amén del ya desbordante gasto público existente, que no puede crecer más.

El proteccionismo es empobrecedor y la prosperidad económica de cada país y del conjunto internacional sólo se consigue con una mayor libertad comercial, con mayor especialización y mejores condiciones de intercambio, no encerrándose en el error proteccionista que sólo nos hará más pobres a todos, especialmente a los ciudadanos de los países que impongan aranceles, como Estados Unidos.