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Reunión

Guerra comercial: el «reinicio total» de EEUU vs. la cautela de China

EEUU busca una nueva era comercial mientras Pekín se muestra positivo pero firme tras las negociaciones

El segundo día de la cumbre comercial en Ginebra entre Estados Unidos y China ha enfriado el temor de los mercados financieros. La historia enseña que las guerras comerciales mundiales suelen ser el preludio de una confrontación bélica. Las delegaciones empezaron el fin de semana con las amenazas arancelarias sobre la mesa y lo terminan en un clima de esperanza.

Donald Trump ha dado su brazo a torcer y el dragón chino no ha enseñado los dientes. La escalada del conflicto comercial se ha desacelerado. Es solo un principio que el presidente ha sellado con el término «reinicio total» («total reset»). Sin embargo, también es una forma de mantenerse firme en su postura.

El enviado de la Casa Blanca en Suiza, el secretario del Tesoro, Scott Bessent, se sentó en la mesa de negociaciones para dar voz a los intereses de su país en materia financiera, macroeconómica y, consecuentemente, geopolítica. En su cartera, la defensa de la postura de confrontación del presidente, que partió con la amenaza de unos aranceles del 145% para los productos chinos, y exige que Pekín modere su expansión en los mercados de Europa y, sobre todo, América Latina.

Al otro lado de la mesa, el viceprimer ministro chino, He Lifeng, mostró su fortaleza y no dudó en defender sus contramedidas: el 125% de aranceles, más un 20% adicional como represalia por el «arancel del fentanilo».

Ha trascendido que las partes hablaron de la reducción gradual de los aranceles, las medidas para combatir el comercio ilícito (sobre todo el fentanilo), la estabilidad del sistema multilateral de comercio y el equilibrio del déficit comercial entre ambos países. La intención de Washington es contener la expansión comercial de Pekín, sobre todo en tecnología ya que, el otro puntal de su existencia, la manufactura, está, en gran parte, en manos chinas. Además, sale de la mesa de negociaciones con la misma ventaja con la que entró: su ventana comercial con Europa, África y América Latina. Estas dos últimas también desde un punto de vista geopolítico.

Los temas tratados en Ginebra son el patíbulo que Donald Trump quiere emplear para reconfigurar la balanza comercial global. Se mostró positivo y el sábado calificó el encuentro como «muy bueno» y con «grandes progresos». Asimismo, sugirió reducir los aranceles del 145% al 80% y deseó la apertura del mercado chino a las empresas estadounidenses. El ambiente de diálogo es esperanzador, aunque Pekín se mostró cauteloso y sin renunciar a su enfoque duro, en el que rechaza «firmemente cualquier propuesta que comprometa los principios básicos o socave la causa más amplia de la equidad global», según fuentes del Gobierno.

Los tecnócratas chinos saben que el «reinicio total» del presidente es en realidad el anuncio de una nueva era comercial para cambiar las relaciones comerciales con Pekín. Y no solo los aranceles. También unas nuevas condiciones de acceso a los mercados y la revisión de prácticas industriales para beneficiar la competitividad estadounidense. Por otro lado, en su país, el inquilino de la Casa Blanca podrá marcar la distancia que quería ante el enfoque multilateral de la Administración Biden, así como mostrar que presiona a China ante la opinión pública global para redefinir el mundo según sus términos.

Una pausa, no el final

El peligro del «reinicio» puede tener consecuencias mundiales. ¿Qué pasará con los acuerdos comerciales previos? ¿Se abandonarán mientras se negocian los nuevos? ¿Cuánto tiempo llevará eso? ¿Qué pasará con las decisiones clave en las inversiones y las cadenas de suministro? Esa inestabilidad no es una buena noticia. Al término de la reunión de ayer, la contención de Donald Trump también sugiere que quiere afianzar la posición de Estados Unidos como actor dominante y, por lo tanto, alejado de la paridad estratégica que busca China en áreas como la inteligencia artificial, los semiconductores, los avances en defensa y los muchos aspectos de la nueva carrera espacial.

Aunque no hubo un acuerdo final claro, en Ginebra se ha avanzado hacia un principio de tregua que hará respirar a los mercados financieros. La reunión de ayer terminó con los canales de comunicación abiertos y sin los choques diplomáticos que suelen rodear a la Administración Trump.

El encuentro no significa el fin de la guerra arancelaria. Es una pausa, un respiro que da la oportunidad para reconstruir las relaciones de los dos países después de un inicio de legislatura en el que el magnate neoyorkino ha querido cambiar el curso comercial del mundo. Solo hay dos caminos: el pacto o la confrontación abierta y prolongada entre dos gigantes nucleares.