Ciencia

Hombres mono: el experimento del gobierno de Stalin que estuvo a punto de hacerse realidad

Iliá Ivanovich Ivanov, biólogo de la Unión Soviética llevó a cabo polémicas prácticas con inseminación artificial para crear una criatura híbrida entre humanos y primates

El nuevo estudio, dirigido por el profesor Alejandro Pérez Pérez de la Universidad de Barcelona, analiza el patrón de microestriación de la dentición en diferentes especies de primates ya extinguidos.

Más allá de cualquier creencia sobre el origen del ser humano, la teoría de la evolución de Darwin causó un enorme revuelo en la ciencia, para explicar de dónde procedía el hombre y por qué ha sido capaz de sobrevivir durante tantos años. El naturalista nunca propuso que la descendencia del mono, pero esta idea errónea se difundió tras la aparición de una caricatura, que hacía referencia a ello. Pero la ansia de la humanidad solventó la posibilidad de crear, literalmente, hombres-mono. En concreto, durante la Unión Soviética de Stalin.

En 1910, durante el Congreso Mundial de Zoólogos en Graz, Austria, el biólogo ruso Iliá Ivanovich Ivanov afirmó que, algún día, podría ser posible crear hombres descendientes de mono, así como una especie híbrida entre ambos mamíferos. Además, aseguro que el uso de la inseminación artificial ayudaría a eludir las objeciones éticas que inevitablemente surgían en el caso del emparejamiento natural.

Pero no fue hasta 1926, después de la Revolución Rusa, cuando Ivanov pudo intentar hacer realidad su anhelado sueño, que había deseado desde que leyó “Quidquid volueris”, del novelista francés, Gustave Flaubert, en el que aparece una criatura híbrida llamada Djalioh, hijo de una mujer y un mono. Así, partió hacia Guinea, para comenzar su experimento.

Una idea que, desde un primer momento, no fue muy bien vista por el gobierno soviético. Ivanov no contaba con los fondos necesarios para los gastos operativos y de viaje del proyecto, y sin ese respaldo, su propósito quedaría en utopía. Había recurrido al comisario del Pueblo de la Ilustración, institución gubernamental, sin la mejor de las suertes.

Algo que cambió gracias a la figura de Nikolay Petrovich Gorbunov, quien era considerado como uno de los hombres más importantes de la ciencia por parte de los bolcheviques y quien le prestó una importante cantidad de rublos “para la realización del trabajo científico sobre la hibridación de simios antropoides en África”, tras presentarlo ante la Comisión Financiera del gobierno de Stalin. La posibilidad de realizar el viaje, la cantidad de dinero necesaria, la aprobación del gobierno, sus conocimientos científicos y el contacto con los monos. Cinco importantes factores que poseía y con los que su plan podía salir adelante.

Cuando la realidad parecía superar la ficción, pese a ser una misión imposible

Pero muchas veces, nuestros intentos quedan en vano, pese a dar todo o tener todas las de ganar. A veces no es cuestión de dedicación o perseverancia, ni siquiera de la suerte, sino ser realista y ver que, aunque lo intentemos, el fracaso en algunas ocasiones estará por delante del éxito. Y sin sorpresas, la misión imposible de Ivanov quedó en eso, en imposible.

En su primer viaje, a Kindia, las chimpancés aún no tenían edad para concebir, lo que le obligó a volver al Instituto Pasteur de París, donde había dado sus primeros pasos, para trabajar en la forma de capturar y someter chimpancés. Al volver, pudo fertilizar a tres chimpancés con esperma humano, pero sin fortuna. Quiso inseminar mujeres africanas con semen de orangután, pero las autoridades franceses se lo prohibieron. Y como última opción, volvió a la URSS, con un cargamento de chimpancés para continuar sus experimentos en tierras soviéticas, pero muchos de ellos murieron en lo que duró el viaje y el resto al poco de llegar, pese a conseguir voluntarias rusas dispuestas a participar en la investigación.

Murió en Alma-Ata, la capital de la República kazaja, en 1931, después de exiliarse tras ser arrestado y condenado por “haber creado una organización contrarrevolucionaria entre especialistas agrícolas”, aunque Stalin intentó su vuelta a Moscú. Su utópica quimera dejó huella en muchas hipótesis posteriores para comprobar la viabilidad del experimento. Por ejemplo, Charles Remington, profesor de biología en la Universidad de Yale, defendió este tipo de investigación en 1971. Antes, el ilustre Jean-Jacques Rousseau, en la Francia del siglo XIX, era catalogado como partidario de tales experimentos, entre otras figuras. Ivanov, sin duda, fue el más relevante, y el que único capaz de llevar a cabo una historia de fantasía que, con el avance actual de la ciencia, quién sabe si hubiera conseguido hacerlo realidad.